MEDIO SIGLO DESPUÉS DEL WATERGATE, EL ‘WASHINGTON POST’ SE HUNDE EN BATALLAS INTERNAS
De hacer caer a un presidente, a hacer caer a un periodista. Las noticias que llegan del ‘Post’ poco tienen que ver con abusos de poder y ‘gargantas profundas’. La casa de Woodward y Bernstein está perdida aireando sus propios trapos sucios
La pregunta del vídeo viral — más de tres millones de vistas— es sencilla. ¿Qué haría hoy la redacción del diario ‘The Washington Post’ si cayera en sus manos una exclusiva del tamaño del Watergate, de la que se cumplen ahora 50 años? La respuesta es demoledora. «Si alguien llamado ‘garganta profunda’ telefoneara hoy al periódico, y ofreciera un encuentro en un parking, a esta panda de hemofílicos emocionales les daría un ataque de ansiedad y se quejarían a recursos humanos porque no se sienten seguros». Esta es la conclusión del comediante Bill Maher en uno de sus mordaces monólogos, dedicado a un dramón periodístico que ha copado titulares y ha sido carnaza pura en redes sociales.
Las tribulaciones del ‘Post’ tras la jubilación del director Marty Baron en febrero de 2021 son antológicas. Tanto, que hasta su principal rival, el venerable ‘The New York Times’ se ha hecho eco de ellas en un demoledor reportaje con el título, algo displicente, de «Las luchas internas ensombrecen los grandes planes de ‘The Washington Post’». Es sólo un ejemplo. Otros titulares menos cerebrales del último mes: «El incendio en el basurero del ‘Washington Post’ sigue activo» (‘The Daily Beast’), «Cincuenta años después del Watergate, una generación de editores asustados» (‘Politico’), «Un tuit inapropiado de un editor del ‘Washington Post’ aviva la guerra cultural dentro del periódico» (‘Washingtonian’).
Tal vez la prueba más patente de que el ‘Post’ ya no domina en solitario la agenda informativa de la capital de Estados Unidos es que la mayor exclusiva en muchos años, la insólita filtración de la sentencia del Tribunal Supremo que retiró el aborto de la lista de derechos constitucionales, acabó sorprendentemente en manos de ‘Politico’, un medio digital fundado en 2007 conocido por sus explosivas revelaciones, abundantes notas con fuentes anónimas y continuas desavenencias con la Casa Blanca, la ocupe quien la ocupe. Tras la filtración de esa rutilante exclusiva el 3 de mayo, confirmada la semana pasada, toda la prensa política en EE.UU., incluido el ‘Post’, no tuvo más remedio que doblegarse y tratar de ponerse al día tras sufrir un revés informativo monumental.
Así, a 50 años de la exclusiva que derribó al presidente Nixon, las noticias que llegan de la cabecera poco tienen que ver con encuentros secretos con misteriosas fuentes, abuso de poder o amenazas a la democracia. El 10 de junio el ‘Post’ fue tendencia en Twitter, esa red social a la que los periodistas les gusta regalarle tanto tiempo, junto con el nombre Felicia Sonmez. Se trata de una reportera de la sección de nacional de este diario que había pasado una semana en abierta rebelión contra la dirección y varios compañeros suyos a los que acusaba de ser vacas sagradas ajenas a los problemas del común de los redactores.
Ambiente laboral tóxico
En realidad este drama de confidenciales y redes sociales comenzó unos días antes, el 3 de junio, cuando otro periodista, David Weigel, retuiteó un mensaje de otro usuario en Twitter en el que decía: «Toda mujer es ‘bi’. Lo que debes descubrir es si es polar o sexual». Al darse cuenta de que la broma era, cuanto menos, de penoso gusto, Weigel deshizo el retuit y pidió perdón, contrito. Demasiado tarde. Su compañera Felicia Sonmez ya tenía una captura de pantalla, que publicó en Twitter con el mensaje: «¡Fantástico trabajar en un medio en el que se permiten estos retuits!». Weigel fue suspendido un mes sin salario.
Esta labor de control interno, y el hecho de airearla en público, no sentó del todo bien en el ‘Post’, donde quedó claro que un tuit puede costar un mes de sueldo, como mínimo. Otro periodista, José A. Del Real, acusó públicamente a Sonmez de «acoso público repetido y dirigido a un colega», lo que dio lugar a otro enfrentamiento largo, y narrado en directo. Cuando Del Real bloqueó a
El ‘Post’ ya no domina la agenda informativa
LA FILTRACIÓN DE LA SENTENCIA DEL SUPREMO QUE RETIRÓ EL ABORTO COMO DERECHO CONSTITUCIONAL ACABÓ EN ‘POLITICO’, UN DIGITAL FUNDADO EN 2007
Sonmez, al parecer exhausto, esta siguió su cruzada contra la dirección del periódico y contra compañeros de redacción a los que acusaba de ser «todos blancos y todos privilegiados».
La actual directora del ‘Post’, Sally Buzbee, acabó difundiendo un comunicado en el que pedía a los periodistas que se comportaran con mesura y fueran educados unos con otros. Pero cometió un error: puso a toda la redacción en copia. Una empleada, la técnica de vídeo Breanna Muir, respondió pues al comunicado de la directora con copia a todos, para expresar su solidaridad con Sonmez. El periódico tiene un «ambiente de trabajo tóxico», dijo Muir a todos los empleados.
El martes 7 de junio, Buzbee envió otro comunicado a la redacción —este ya sin opción de responder a todos en el email— en el que afirmaba que el diario «no tolerará que haya ataques entre colegas» y prometía hacer cumplir las normativas del periódico en materia de redes sociales y acoso laboral. Sonmez, mientras, siguió a lo suyo. Siguió tuiteando sobre su diario, tratando de sacarle los colores no solo a los jefes, sino también a sus compañeros, sobre todo los que habían osado decir en Twitter que estaban orgullosos de trabajar en el ‘Post’.
«Los empleados del periódico llevan años pidiendo a la dirección que tome medidas para cumplir con sus palabras en lo que respecta a la inclusión, la equidad y la protección de su personal», escribió Sonmez en Twitter. «Lo único que parece provocar realmente un cambio es cuando las frustraciones estallan en la opinión pública». Era una forma de hacer las cosas. En EE.UU. no son tan populares los sitios web confidenciales como lo son en España, un país en que estos trapos sucios y miserias se suelen airear con fuentes anónimas. En el ‘Post’ parecen no estar acostumbrados a tanto dramatismo, así que la veterana periodista Lisa Rein intervino entonces para suplicarle públicamente a Sonmez: «Por favor, para ya». El 9 de junio, Sonmez fue despedida. La noticia no la dio primero el ‘Post’, sino ‘The Daily Beast’. Los motivos en la carta de despido: «Insubordinación, difamar a sus compañeros de trabajo online y violar las normas del ‘Post’ sobre compañerismo y concordia en el puesto de trabajo».
Las guerras de Sonmez contra su empleador no son algo tampoco nuevo. En 2021 denunció al entonces director, Baron, y otros directivos, porque le prohibieron escribir sobre historias de acoso sexual tras haber revelado que ella padeció ese tipo de abuso. La decisión de la dirección le causó «pérdidas económicas, humillación, vergüenza, angustia mental y emocional», según la denuncia, que fue desestimada. Un año antes, fue suspendida porque tras la muerte del jugador de baloncesto Kobe Bryant en un accidente aéreo compartió un artículo sobre las acusaciones en su contra por agresión sexual. «Felicia», le escribió el director, «por favor, para, estás dañando a esta casa». Sonmez compartió con el ‘New York Times’ el correo de su director, y denunció ser víctima de censura.
Los tiempos han cambiado para el periodismo norteamericano. Hace unos días la prestigiosa facultad de periodismo de la universidad Northwestern reveló que dos diarios locales cierran cada semana en EE.UU. La competición por noticias, lectores e ingresos en internet es feroz. Las fronteras entre texto, audio y vídeo se han borrado.
Cambio en la diana
Aun así, hay quienes tienen algo de optimismo. Es el caso del fundador de ‘Politico’, John Harris, que además trabajó en el ‘Post’. Según este columnista, «hace medio siglo, los directivos del periódico se armaron de valor –tras grandes dudas y posibles consecuencias– al enfrentarse al entonces presidente, Richard Nixon, con una cobertura que ayudó a facilitar los acontecimientos que condujeron a su dimisión.
La semana pasada, los directivos del ‘Post’ se armaron de valor –tras grandes dudas y posibles consecuencias– para despedir a una de sus propias reporteras, Felicia Sonmez, que según los editores estaba violando las políticas de la redacción con sus frecuentes y fervientes críticas a sus colegas y superiores en las redes sociales».
De hacer caer a un presidente a hacer caer a una periodista en redes con 100.000 seguidores, esa es la medida en que parecen haber cambiado los tiempos.