Los desalojados: «Se está quemando un paraíso»
Treintena vecinos de Monsagro (Salamanca) llevan desde el martes realojados en Ciudad Rodrigo, donde esperan con inquietud el momento de regresar. «¿Qué nos vamos a encontrar?», se preguntan
Laureana y Laura son dos de los 31 vecinos de Monsagro que desde el martes viven en la Escuela-Hogar Los Sitios de Ciudad Rodrigo. El denso humo del incendio que entró desde Cáceres les obligó a abandonar sus casas y refugiarse en unas dependencias que han sido la escuela y el hogar de muchos niños y jóvenes de la zona. Estos días, sin embargo, las escenas son bien distintas. Personas, sobre todo, de entre 40 y 50 años que salieron de Monsagro casi con los puesto. También hay mayores y varios niños, que están viviendo una experiencia para ellos cercana a la aventura.
Los vecinos de este municipio de la Sierra de Francia desalojado están tranquilos, aunque no ocultan su inquietud porque esperaban estar fuera unas horas y ya son jornadas enteras. «Las noticias siempre son las mismas. Nos dicen que estemos relajados pero ya son tres días». Es Laura Mateos que, junto con su marido y su madre, de 82 años, espera en la Escuela-Hogar poder volver a Monsagro. No temen por sus viviendas porque fueron evacuados por la intensa humareda que hacía imposible permanecer en el pueblo, pero les asusta la negrura del paisaje que se puedan encontrar a su regreso. «Se está quemando un paraíso», lamenta esta monsagreña de 60 años que pasa largas temporadas en el municipio junto a su madre. «Es un pueblo que no conocía nadie, el último de la provincia de Salamanca y ahora nos hemos hecho tristemente famosos. Hubiera preferido que no supieran de nosotros».
A Laura Mateos se le acaban los adjetivos para describir la belleza de su localidad. «Está en un valle, tiene microclima, un río para darte un baño... Ahora veremos lo que nos encontramos», asegura y demuestra así que la ansiedad por volver a casa empieza a asomar en Los Sitios.
El regidor pernocta allí
Pero el buen ambiente y el agradecimiento hacen el mal trago más llevadero. «Estamos de maravilla, comemos bien, tenemos nuestros aseos. Nos están tratando muy bien, la verdad», insiste. Una gratitud que focaliza en el alcalde de Ciudad Rodrigo, Marcos Iglesias, que «incluso duerme con nosotros», y en los vecinos de la localidad mirobrigense, que nada más conocer el desalojo ofrecieron sus casas.
Menos satisfecha está Laura con la forma en la que se cuida el monte porque, a su juicio, «no se está haciendo bien y de ahí viene tanta catástrofe». Recuerda cómo «nuestros padres iban a los ‘pinos’ y se ganaban un salario, se desbrozaba y, ahora, no llueve, no nieva, hace calor, no hay ganado que paste y no se limpia». Antes también había incendios, dice, pero nunca tuvieron que abandonar su pueblo.