Pogacar se resigna en el Alpe d’Huez
En el puerto más icónico del Tour, el bicampeón no sorprende a un rocoso Vingegaard que abandona la alta montaña alpina vestido de amarillo
El Alpe d´Huez no perdona. Pone a cada ciclista en su lugar en sus 21 curvas numeradas, icónicas, endiabladas. Allí donde Coppi, Indurain o Pantani dejaron su imborrable impronta, Pogacar se levanta de la bicicleta, trata de recuperar lo que fue suyo y se choca contra la realidad. El Jumbo-Visma es fortísimo y su rival Vingegaard va sobrado de determinación. El esloveno desilusiona, Jonas mantiene el amarillo y un joven británico se exhibe en el puerto más famoso del ciclismo. Thomas Pidcock confirma su clase y vence en solitario, en su debut en el Tour.
La resaca de la exhibición del miércoles en el Col du Granon es alargada. La etapa comienza y Van Aert, faltando a la costumbre, no ataca: el Jumbo, sabio, guarda sus mejores espadas para arropar al nuevo líder para el interminable Col de la Croix de Fer y el decisivo Alpe d’Huez, donde un dolido Pogacar quiere volver a sonreír. El pelotón parte de la rocosa y acogedora villa de Briançon y se encamina de nuevo al Galibier, el escenario de la encerrona, de la oleada de golpes que le asestó el Jumbo al bicampeón del UAE. Mientras los favoritos guardan fuerzas, nadie apuesta por la fuga. Es inexperta y, salvo por la presencia de un escalador como Ciccone, es poco peligrosa; tiene siete minutos de diferencia con el pelotón tras rebasar el Galibier, pero la incomodidad en él es mínima. Al grupo de valientes, poco después, se une un campeón. Chris Froome, otrora el ciclista más fuerte del circuito, lanza su romántica apuesta. A él, tras una bella bajada repleta de técnica, se le adhiere el también británico Pidcock. Este talento emergente quiere dejar su huella en el Tour.
La escapada se anima de camino al largo y fatigoso Col de la Croix de Fer, un puerto larguísimo de unos 30 kilómetros agobiantes para el corredor; más si cabe si acto seguido hay que sobrevivir al Alpe d’Huez.
Es 14 de julio, día nacional de Francia que recuerda la Toma de la Bastilla, cuando otro 14 de julio (de 1789), el pueblo galo marcó un irreversible punto de inflexión en su lucha revolucionaria. Pinot lo sabe: es un día grande para su nación. La insignia del Groupama aguarda detrás de los Jumbo, se espera su ataque pero jamás llega. Francia continúa sin una estrella a la altura de su carrera.
Calma tensa en el pelotón antes del clímax. El Jumbo lidera el colectivo, lo estira, lo lleva al límite. Sus gregarios trabajan estoicamente. En especial lo hace Van Hooydonck, que se desfonda contra el viento de la Croix de Fer. A su estela, sereno, rueda el maillot amarillo. Jonas Vingegaard, un chico que hace poco más de tres años limpiaba pescado en una fábrica de conservas en su Dinamarca natal, tiene ahora que aguantar las cuchilladas de un herido Pogacar para alcanzar la gloria.
La escapada mantiene la diferencia, cruza los hipnóticos valles alpinos y se encamina a las eses más famosas del ciclismo. Comienza el puerto y con él aparecen las caras de tormento, las miradas al asfalto, los nervios. Pidcock, el mejor ciclista del día, ataca, suelta a Froome y solo Mentjes puede seguirle. El calor aprieta, la agonía crece y Van Aert revienta. El polivalente corredor belga bebe agua, deja la cabeza del pelotón y se sumerge en sus bajos fondos. Su labor ha terminado.
Mientras, Pogacar espera. Arropado por Soler y Majka, los únicos escuderos de nivel en la montaña que resisten en el UAE, el esloveno observa de cer
Enric Mas aguanta en el grupo de los favoritos y se repone de su desplome en el Col du Granon
ca los movimientos de su rival. Bardet, segundo en la general, se desinfla en el ecuador de la última ascensión; el esfuerzo del Granon le pasa factura. Mas, a diferencia de la etapa anterior, resiste con los mejores. Aunque, nuevamente, la relevancia del Movistar en el Tour brilla por su ausencia.
Tímidos ataques
Quedan tres kilómetros para el ocaso y al fin Pogacar prueba las fuerzas del hombre que le arrebató el amarillo. El danés responde, sigue su rueda con suficiencia y no muestra debilidad alguna. El balcánico lo intenta de nuevo a un kilómetro de meta, aunque lo hace repleto de dudas. Tadej mira hacia atrás continuamente, está incómodo, es consciente de que el Tour se le puede escapar en los Alpes.
La desilusión de Pogacar choca con la alegría de Pidcock. El inglés culmina el Alpe d’Huez en solitario e, incrédulo aún por su gesta, agita la cabeza de un lado a otro: tiene 22 años y es el corredor más joven de la historia en ganar en tal legendario lugar. El Tour confirma a un todoterreno de la estirpe de los Van Aert y Van der Poel mientras el ciclismo británico celebra el triunfo en el día nacional francés. Qué cosas tiene este deporte.