Raphael y Natalia Figueroa, de viaje por sus bodas de oro
▶ ABC fue testigo único de su romántico pero secreto enlace en una iglesia de San Zacarías en Venecia a la que acudieron solamente 30 invitados
Pocos matrimonios quedan como el de Raphael y Natalia
Figueroa. El 14 de julio de 1972, sellaron su amor en una boda secreta que, dada su alta popularidad y para evitar aglomeraciones, quisieron celebrar en Venecia. Cincuenta años después y tres hijos en común, el matrimonio sigue igual de enamorado que el primer día. Ha sido el propio artista, el que ha querido rememorar aquel emotivo ‘sí, quiero’ con la nieta del conde de Romanones. «Hoy, 14 de julio, hace 50 años de nuestro gran día. Y aquí seguimos», ha escrito en las redes sociales junto a una instantánea en la que aparecen felices durante la ceremonia. Además, según ha podido saber ABC, la aristócrata tre todas las que recibía la hija del marqués de Santo Floro, que le llamó especialmente la atención. «Si te casas con él, te damos 24 horas de vida», enunciaba el escrito. Sin embargo, y contra viento y marea, Raphael y Natalia hicieron caso omiso y su relación ha sido indestructible hasta hoy.
Aunque en un principio comenzaron siendo amigos, la gran complicidad que había entre ellos derivó en una relación sentimental. «Hace un año que empezamos a salir y entrar juntos con muchísima frecuencia porque él estuvo en Madrid descansando de una enfermedad. Luego, nos mandábamos postales, nos escribíamos. Estábamos muy bien juntos, muy contentos, muy cómodos. Poco a poco esa buena amistad fue convirtiéndose en otra cosa», confesó Figueroa a Medina. Eso sí, la pareja no quería publicidad ni aparecer en televisión o revistas por su noviazgo. Tanto es así, que decidieron mantener en secreto el que sería uno de los días más felices de sus vidas. «Me caso con Raphael. Quiero que seas mi testigo. Pero para evitar un jolgorio tendremos en secreto absoluto la fecha y el sitio», le pidió Natalia Figueroa al escritor José
María Pemán, quien sí narró para ABC cómo fue la emotiva ceremonia.
Pemán, junto a otros treinta invitados, puso rumbo a Barajas para coger un avión y desplazarse hasta el idílico sitio que la pareja eligió para sellar su amor: Venecia. Los asistentes no supieron el lugar escogido hasta el momento del embarque. Minutos antes, llegaron a fantasear con que el Papa
Pablo VI podría ser el encargado de oficiar la boda en Roma porque Figueroa «es nieta del conde de Romanones». Una vez aterrizados en la ciudad italiana, viajaron hasta el hotel Danieli donde fueron recibidos por la novia, quién les presentó a Raphael y a los miembros de su familia.
Y al día siguiente, llegó el esperado momento. Natalia y Raphael, que entonces tenían 32 y 29 años respectivamente, eligieron la iglesia de San Zacarías, cuya fachada fue pintada por Tintoretto y Lucas Jordán, para la ceremonia. «A la puerta esperaba Raphael como un gran señor con un correctísimo chaquet», relató Pemán en su crónica sobre la boda. Y el encargado de unir en matrimonio a la pareja fue «un cura enorme, bronceado y de voz descomunal, venido de México, pues se trata del vicepresidente de los cabildos que sostienen el santuario de la Virgen de Guadalupe». Aunque el secreto mejor guardado era el traje de la novia: «Un modelo de color blanco especialmente dibujado por ella, con recuerdos italianizantes en las mangas y puños de encaje». Además, «en vez del ramo de azahar, llevaba dos rosas amarillas, casi capullo». Y brilló como nunca antes con su pelo suelto y una rosa blanca encima de su oreja izquierda que no opacó, para nada, sus espectaculares y claros ojos. Un momento que siempre quedará grabado en la retina de Raphael y Figueroa, quienes han disfrutado de su amor pese a los obstáculos con los que se han encontrado y que han formado una familia numerosa con sus tres hijos; Jacobo, Alejandra y Manuel que les han dado ocho nietos. Aunque Raphael, muy coqueto, prohíbe que le llamen abuelo.
La aristócrata lució un vestido blanco, dibujado por ella misma, con recuerdos italianizantes en las mangas y puños