ABC (Andalucía)

Antonio Ferrera cierra con seis miuras un San Fermín histórico

▶ Sorprende al público al picar un toro, corta dos orejas y sale a hombros

- ANDRÉS AMORÓS

El extremeño cede sus honorarios a la Casa de Misericord­ia, reconocida por todos

Quedan faenas para el recuerdo de Fonseca, Morante, El Juli, Roca Rey, Luque...

SAN FERMÍN

MONUMENTAL DE PAMPLONA. Jueves, 14 de julio de 2022. Última corrida de la feria. Lleno. Toros de la ganadería de Miura, de juego complicado.

ANTONIO FERRERA, de verde esmeralda y oro. En el primero, estocada y descabello: silencio. En el segundo, pinchazo y estocada: oreja. En el tercero, nueve pinchazos y estocada: aviso, silencio. En el cuarto, estocada contraria y tres descabello­s: saludos. En el quinto, pinchazo, estocada y cinco descabello­s: silencio. En el sexto, estocada desprendid­a: oreja. Sale en hombros.

Fieles a su leyenda, los toros de miura han protagoniz­ado un último encierro (¡qué triste suena ese adjetivo!) con nobleza y emoción: parecían correr lentos pero ha resultado ser el segundo más rápido de este año, 2’16. Ha habido un herido leve y cinco contusiona­dos.

Se cierra la feria con la gesta de Antonio Ferrera, que mata seis miuras (igual que hizo Escribano en la Feria de Abril). Cede sus honorarios a la Casa de Misericord­ia, gran protagonis­ta, reconocida por todos. El gesto enaltece a este diestro singular, que ha sabido evoluciona­r desde su inicial populismo a una lidia más clásica y personal. Justamente con miuras debutó Ferrera en Pamplona, en 1999. Aquí ha tenido grandes éxitos (cortó un rabo a un victorino) y ha sufrido varias cornadas. Aquí lo vi, por primera vez, banderille­ar a un toro citando de espaldas, en el centro del ruedo…

Estos miuras, cuatreños, en su tipo, son variados de capa: negros, cárdenos, colorados. El primero es sardo, reúne los tres colores. La descripció­n del último es llamativa: «colorado, chorreado, bragado, corrido, girón». El peso oscila entre 520 (el cuarto) y 625 (el segundo). Han dado un juego complicado. Ferrera los mata con más profesiona­lidad que brillo. Con el público lógicament­e a favor, corta una oreja en el segundo toro y otra, en el último, lo que le permite salir a hombros. La anécdota: en el sexto, sube al caballo y receta dos varas, para sorpresa de un público que, en su gran mayoría, nunca había visto nada parecido.

Comparte Ferrera la ovación inicial con todas sus cuadrillas, a pie y a caballo: una estampa insólita. Con su capote de dos colores verdes, recibe al primero, escurrido, que se asoma al callejón. Pica bien Pedro Prieto, en su despedida. El sardo no humilla, queda corto, no da opciones de lucimiento. Antonio lidia con aseo, abrevia y mata con facilidad.

El segundo, con 625 kilos, parece flaco, sale encampanad­o. Lidia bien Chacón, andando hacia atrás; se luce con los palos Fernando Sánchez. Embiste el toro con cierta claridad, le saca algunos muletazos suaves a media altura, logra a la segunda una estocada de rápido efecto: oreja. (Un apoyo psicológic­o importante para el diestro).

Colorado, abierto de pitones es el tercero, que va de uno a otro caballo, derrota por alto. Lo lidia tranquilo, con oficio, pero no lo ve claro con la espada.

Tras una breve parada, Harnero («un instrument­o para cribar») mansea en varas. Logra Antonio centrarlo en muletazos templados, mejores de lo que se podía esperar, con muchos recursos. Mata con su heterodoxo estilo: cita de lejos, camina hacia el toro blandiendo la espada y logra una estocada contraria.

El cárdeno quinto flaquea en varas y, por flojo, se defiende, en los suaves muletazos de Ferrera. Cuando quiere cogerle el pitón, protesta. Mata a la segunda, recibiendo un pitonazo; no acierta con el descabello.

Como Luis Miguel

En el sexto, Ahechador («el que criba con harnero»), de pelo espectacul­ar, surge la noticia: Antonio se sube al caballo de picar, lo mismo que ‘inventó’ una tarde en Vista Alegre Luis Miguel, para lograr la lidia completa. Receta dos varas desiguales; quita por chicuelina­s; no acepta la petición de banderille­ar. Brinda al público (único brindis de la tarde), intenta hacer faena pero, como el toro embiste rebrincado, abrevia y mata desprendid­o. Aun así, le dan una generosa oreja y eso le permite salir a hombros, como agradecimi­ento a su gran gesto .

Concluye así una feria de San Fermín que ya ha pasado a la historia: la de la vuelta de los toros a Pamplona y el centenario de su plaza. Hemos vivido grandes emociones, con toros encastados, merecedore­s de premio: Fuente Ymbro, La Palmosilla, Jandilla, Victoriano del Río. Y con faenas para el recuerdo de Isaac Fonseca, Morante, El Juli, Roca Rey, Daniel Luque, Rafaelillo, Miguel Ángel Perera… Lo peor, la falta de criterio de la presidenci­a, en la concesión de trofeos, y del público, en la valoración de las faenas. Felizmente, esta vez, ningún diestro ha sido herido.

Pero todo lo humano tiene su final, como debe ser. Sintetizó al máximo Hemingway: «Era una fiesta y duró siete días». Así sigue San Fermín y así seguirá siendo. Esta noche, a las doce en punto, miles de voces entonarán el ‘¡Pobre de mí!’: la tristeza por el final y la esperanza de volver. ¡Hasta el año que viene!

Posdata. Al entregar los premios Nacionales de Cultura, que incluyen el de Tauromaqui­a, concedido a la Fundación del Toro de Lidia, Felipe VI ha definido con claridad: «Son unos premios con los que rendimos homenaje a la cultura española, encarnada en vosotros». Punto final.

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// ABC Antonio Ferrera picó al sexto toro de la tarde

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