Ryan Gosling le echa un pulso a Jason Bourne
Estamos ante una película cuyo argumento suena por todos lados, algo que sería muy, muy reprochable si no estuviera en manos de Anthony y Joe Russo, los directores de las dos mejores entregas de los Vengadores, según los expertos, ‘Civil War’ y ‘Endgame’. Con lo de tantas otras veces, agente de la CIA, programa conflictivo de adiestramiento para operaciones inconfesables y extraoficiales, fase de persecución y liquidación de ese agente, con grandes cualidades físicas y mentales para poner en dificultades a los ‘malos’ de la Agencia…, en fin, una especie de Jason Bourne, pues con eso los hermanos Russo consiguen hacer una película por una parte muy vista y, por otra, nunca vista.
El principal motivo de la excelencia de ‘El agente invisible’ entre lo habitual de este género es su protagonista, Ryan Gosling, un actor siempre especial, cuando baila, cuando se enamora, cuando macarrea o cuando, como aquí, es la quintaesencia del mamporro bien dado. Y casi tan principal como este motivo es que el villano, más malo que una piedra en el riñón, es Chris Evans, para la pantalla el Capitán América… Cuánta malicia y guasa en los directores la de convertir la imagen del superhéroe americano en un tipo tan despreciable que disfruta con la agonía de los demás, que mata solo para divertirse y que para colmo tiene un bigotillo a lo Freddie Mercury.
La trama es un puñado de maíz en una sartén, viaja por el mundo como un ministro, no para ni a tomar impulso, incluye a un personaje fetén y femenino que interpreta Ana de Armas (tomar) y naturalmente se envuelve en ese manto de inverosimilitud que tanto se goza si es que uno es de gozar con esas cosas. Total, que ya la ha visto aunque peor, seguro; que va a disfrutar con ella, infalible, innegable.