Santiago Segura
Que yo escriba estas cosas de él va a despertarle distintas sensaciones
FUE con Torrente capaz de retratar el asco y la cutrez de España; y ahora con ‘Padre no hay más que uno’ sabe componer hermosas historias sobre la familia y la amistad. Con un lenguaje trabajado, elaborado, pero al alcance de los niños, a los que principalmente se dirige, va mucho más allá de unas comedias taquilleras para cada verano.
Esta semana se ha estrenado la tercera entrega de la saga. Mi hija me exigió acudir el mismo día del estreno, por la noche, como los mayores, y accedí, a pesar de que al día siguiente muy temprano partíamos en coche hacia San Sebastián. La película trata sobre las aventuras de unos hermanos que le rompen a su padre la figura del niño Jesús, de alto valor sentimental para él, e intentan reunir el dinero para comprar otra exactamente igual. Es una película sobre la infancia, sobre la generosidad, sobre la ternura, sobre la familia; y el final con todos los niños poniendo un trocito de Jesús en la cuna, constituye una bonita metáfora de Cristo.
A veces se nota que Santiago Segura quiere tomar distancia con dosis de humor y descreimiento porque se siente superado por tanto bonito sentimiento. Que yo escriba estas cosas de él estoy seguro de que va a despertarle distintas sensaciones, y una de ellas va a ser la incomodidad. En Segura cohabitan el director de Torrente, adorado por el gran público y referente de una cierta intelectualidad progresista, como Jordi Évole o Joaquín Sabina; y el padre de familia encantador, conciliador, y yo diría que bastante conservador que en realidad es, aunque luego le dé un poco de apuro reconocerse. En cualquier caso, esta tensión mejora la película, con situaciones que sin llegar a ser dramáticas, ni explícitas, asoman a los niños al mundo de los adultos.
‘Padre no hay más que uno, 3’ será tachada de cursi, de previsible y de comercial. A mí, si algo me parece cursi, y afectado, es la tristeza y la desgracia como pretendida demostración de talento, y de profundidad, sobre todo en el cine. Si por previsible se entiende que unos hermanos se quieran, se ayuden y se esfuercen por no defraudar a su padre, prefiero ser previsible al tipo de familias rotas, desesperadas, que nada defienden y en todo fracasan, y que son las que tan a menudo muestra el cine de izquierdas como crítica social, con unos directores ateos e igualmente equivocados en todo lo demás, que no se dan cuenta de que el error, y el naufragio, no está en el mundo sino en ellos, en su mentalidad, en su desconocimiento del alma, en su desprecio por lo trascendente, en su fanatismo y en su falta de esperanza y de verdad. También saludo, y agradezco, que el cine del señor Segura gane dinero porque estoy harto de pagar con mis impuestos el cine y el teatro que no quiero ir a ver para llenar los bolsillos de unos idiotas que además luego, en lugar de darnos las gracias, nos continúan dando lecciones.
A nosotros, sí, que somos los que con una mano os pagamos las tonterías y con la otra acunamos a Jesús para que nos dé fuerzas para aguantaros.