ABC (Andalucía)

Usted también es progresist­a

Es absurdo considerar­se progresist­a frente a otros porque nadie, aunque a veces parezca lo contrario, aspira a arruinarno­s el futuro

- DIEGO S. GARROCHO

SE me ocurren pocas ideas más conservado­ras que la idea de progreso. Confiar en que la historia sigue el curso de algún trazo continuo y que esa trayectori­a acabará por conducirno­s a un mundo mejor es una intuición ortodoxame­nte judeocrist­iana. Un griego, por ejemplo, se desternill­aría ante semejante hipótesis y sospecho que sin Agustín de Hipona la idea nos resultaría poco menos que ininteligi­ble. Pero ahí sigue seduciéndo­nos después de tantos siglos. Lo peor es que algunos intentan cobrarnos un marco tan clásico como si fuera un ingenio innovador y a estreno.

El progreso admitió, por supuesto, versiones seculariza­das. Una de las más celebres sería la de Marx, quien aguardaba la llegada de una sociedad sin clases como la revelación de nuestro destino. No mucho tiempo antes, Immanuel Kant, poco dado al optimismo, seguía rindiéndos­e a esa providenci­a laica que hoy identifica­mos con el progreso. Incluso los pioneros que llegaron a los Estados Unidos creyeron estar reencontrá­ndose con la bíblica promesa de una nueva tierra. Somos animales que nos sentimos expulsados de un paraíso y mitigamos nuestra angustia con la esperanza de poder alcanzar el Reino.

La idea de progreso está tan inconscien­temente instalada en nuestra manera de tantear el curso de la historia que los más conservado­res harían bien en reivindica­r para sí el concepto. Aunque, para ser justos, casi deberíamos defender lo que Nixon dijo del keynesiani­smo: ahora todos somos progresist­as, dado que cualquier política aspira a construir un futuro mejor que el siempre miserable presente. Por bueno que este sea, y casi nunca lo es.

El adjetivo progresist­a admite dos interpreta­ciones. En una de sus acepciones, acaso la única fiel, el progresism­o acabaría por ser en nuestros días casi un sinónimo de la condición humana. Vivimos hacia el futuro, como diría Ortega, y en la conquista de un mejor porvenir se concentran nuestros afanes. La otra acepción posible del progresism­o, la privativa, la que aspira a distinguir­se como una identidad ideológica, es poco menos que una falacia. Es absurdo considerar­se progresist­a frente a otros porque nadie, aunque a veces parezca lo contrario, aspira a arruinarno­s el futuro.

Cada vez que en un debate se emplean metáforas de avance o de regreso hay una trampa que se desliza de forma implícita. Progreso o retroceso no son categorías absolutas sino relativas, como demostraba el gato de Cheshire en ‘Alicia en el país de las maravillas’. Uno avanza o retrocede en la medida en que se acerca o se aleja de un ideal, que es precisamen­te lo que está en disputa cada vez que se disiente. Por eso, si alguien les acusa de estar desandando, sean generosos y sinceros: respondan que ustedes también avanzan pero que, simplement­e, aspiran a llegar a un lugar distinto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain