Triunfo rotundo de David Galván en solitario
Vuelven los toros a una ciudad tan taurina como San Fernando, La Isla, cuna de grandes matadores como Rafael Ortega y Paco Ruiz Miguel, y de muchos ilustres marinos. (También nacieron allí los flamencos Camarón y Sara Baras, la trapecista Miss Mara). En su teatro se redactó la primera Constitución liberal española, la de 1812; durante la guerra de la Independencia, San Fernando fue capital de España. Su plaza de toros celebró hace un año sus ciento cincuenta. (Cuando cumplió un siglo, mató seis toros Francisco Ruiz Miguel y le brindó a Rafael Ortega).
Se encierra ahora con seis toros, ante sus paisanos, David Galván. Desde sus comienzos, se le ha valorado como un diestro con facilidad y con buena clase pero han frenado su carrera catorce cornadas: algunas, graves, como las de Jaén (le amputaron un músculo del brazo), Sevilla y Madrid. Acaba de indultar un toro de Juan Pedro, en Estepona. Ha cumplido treinta años y conmemora los diez de su alternativa: necesita dar ya un firme paso adelante. (Ahora lo apodera Juan Ruiz Palomares).
Se llena la sombra y, con treinta y siete grados, no es raro que haya pocos espectadores, en los tendidos de sol. Se lidian reses de dos ganaderías: los impares, de Fuente Ymbro; los pares, de Juan Pedro. Todos, de buen juego, en general: se premia con vuelta al ruedo al tercero, Soplón, de Fuente Ymbro. En una tarde feliz, David Galván corta ocho orejas y dos rabos.
El noble y suave Fuente Ymbro que abre plaza le permite lucir su naturalidad y torería con capote y muleta, apenas sin dificultades, casi jugando al toro, hasta que éste se raja.
Se le va la mano, al matar, y pierde el trofeo.
El segundo, un Juan Pedro castaño, embiste de salida con codicia y repite. Quita Galván con soltura y variedad. Brinda al maestro Ruiz Miguel, que hace diez años le concedió la alternativa. Corre la mano con suavidad aunque el toro se apaga pronto; luce su buena estética en muletazos ligados. Esta vez logra una buena estocada: las dos orejas aseguran ya el triunfo final, para regocijo de sus paisanos.
Embiste con bravura y transmisión el tercero, de Fuente Ymbro. Los buenos doblones ahorman las desiguales embestidas y logra muletazos largos, de mano baja. La faena ha sido menos vistosa que las anteriores pero ha tenido más mérito porque ha impuesto su dominio a un toro con raza. Un estoconazo de rápido efecto desata el entusiasmo general: dos orejas y rabo al diestro y vuelta al ruedo, al toro.
Sale alegre el cuarto, de Juan Pedro, abrochado de pitones, bravo y con clase. Saluda, con los palos, Chamaqui. Comienza de rodillas ante un toro justo de fuerzas pero que repite, incansable. Lo mejor, los ayudados por bajo finales, flexionando la rodilla, al estilo de Ponce (el testigo de su alternativa); en esa línea, también traza las poncinas. Media estocada arriba: otras dos orejas y rabo.
Brinda a Ricardo Gallardo, su criador, el quinto toro: pronto y alegre, al comienzo, pero que dura poco, se distrae, no cuadra. Mata a la segunda.
Recibe con larga de rodillas al último, de Juan Pedro, que embiste con más clase que fuerzas. Aliviándolo, muletea con elegancia y suavidad a un toro que pronto se viene abajo; le saca naturales muy suaves, como si toreara de salón. Atracándose de toro, estocada hasta la mano: dos orejas.
Con ocho orejas y dos rabos concluye su tarde David Galván, feliz, igual que el público: le sacan en hombros varios jóvenes, paisanos suyos. Más allá de los trofeos, importan las buenas sensaciones. Le han cantado, en un fandango, «estás recogiendo lo que has sembrado». Ha matado los seis toros sin despeinarse, con torería, y ha logrado tres grandes estocadas. Con esa moral, debe intentar mantener este nivel en plazas de mayor exigencia.
Le sacan en hombros jóvenes paisanos suyos. Más allá de los trofeos, importan las buenas sensaciones