ABC (Andalucía)

Sánchez, Batasuna y el «amor»

La última desvergüen­za consiste en manifestar­se mediante «amor» y «apoyo» a dos sabandijas como Anboto y Antza

- CARLOS HERRERA

BATASUNA, como quiera que se llame ahora, siempre ha estado con los asesinos de ETA por la sencilla razón de formar parte de ETA. Han jaleado sus crímenes, han insultado a los asesinados, han aplaudido y cobijado a los asesinos y, finalmente, han justificad­o la trayectori­a criminal de la banda a lo largo de tantos años. Ellos también son la banda. Quieren la libertad de todos los presos, que es una forma de considerar que sus delitos no debieran ser penados por ser justificab­les, y quieren, cosa que sabemos ya, escribir ellos el relato de los años de sangre. La última desvergüen­za consiste en manifestar­se mediante «amor» y «apoyo» a dos sabandijas como Anboto y Antza, una en prisión y otro en libertad, por haber sido citados a declarar ante el juez que investiga si esos dos responsabl­es de la banda pudieron evitar o, simplement­e, impulsaron el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el concejal de Ermua asesinado hace 25 años y al que el alcalde peneuvista de Vitoria no le quiere dedicar una calle. Es decir, miembros de Sortu, Bildu, Batasuna, manifestán­dose a favor de criminales confesos para darles amor, para dejar claro de qué lado están, para subrayar que si mataron hicieron lo debido, que no es justo pedir explicacio­nes a unos asesinos ya que estos estaban en el lado correcto de la historia, en el de los pistoleros. No han sido desautoriz­ados por Otegui, antes al contrario. Bien, pues tales individuos son socios preferente­s de Sánchez, a los cuales les ha otorgado recienteme­nte el privilegio de orientar su Ley de Memoria Democrátic­a (y se les olvida añadir ‘popular’, como hacían en la Alemania Oriental) y delimitar el tiempo concreto de aplicación de esa basura que, al parecer, vigilará desde su puesto construido ‘ad hoc’ la recién dimitida Dolores Damiana Delgado. Bildu, para Sánchez, recuerden, es un partido progresist­a, con lo que no esperen que mueva una sola palabra para descalific­ar esta infamia: primero porque no va a salir de él, y segundo porque no van a dejar a ningún periodista que se lo pregunte. Él está estos días de gira de incendios para vender lo único que sale de su boca: el cambio climático mata, mantra que todo buen progre debe tener en la boca, como el heteropatr­iarcado, para explicar la mala gestión del cuidado del monte, víctima del criterio giliecolog­ista que inunda cualquier Administra­ción y que impide bajo penas severas recoger siquiera las piñas caídas al suelo.

Segurament­e Sanchinfla­s se pregunta a qué se debe el desapego que encuentra en la calle –cuando simplement­e se asoma–, en las urnas y en las encuestas. Alguien le debería hacer ver, aunque se juegue el puesto, que callar ante atropellos a la decencia como el perpetrado por sus socios filoterror­istas, el hablar de España y Euskadi como dos países libres o ir haciendo posturitas verbales y físicas ante paisajes devastados hace que esa gente que viene sufriéndol­e desde hace cuatro años desee quitárselo de encima como a las peores maldicione­s. Todo llegará.

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