Feminismos de pacotilla
Cuando los políticos hablan de feminismo, de la mujer y del mercado laboral, parece que se dirijan a universitarias nacidas en los años 60
POR fin llegó la dimisión de Lastra. La esperábamos desde las elecciones andaluzas y todo apuntaba a que sería en julio, mes en el que Sánchez acostumbra a cortar cabezas. Su Gobierno se parece cada vez más a una serpiente en proceso de mudar la piel: en breve sólo nos quedará Pedro I el Guapo. La reacción de la oposición ante la retirada de Lastra no ha podido ser más lamentable: en un intento de ridiculizar el feminismo dominante lo único que ha conseguido es persistir en el típico error de la derecha, a saber, comulgar con los marcos establecidos por el progresismo sobre lo que se puede decir y lo que no. Se habló de techos de cristal y del derecho a la baja por maternidad. Las madres autónomas o las trabajadoras de la pequeña y mediana empresa se habrán echado a reír. Por no llorar.
Si la oposición escuchara a sus posibles electoras, en lugar de intentar rebatir la sinrazón del feminismo dominante, descubrirían que la baja por embarazo y maternidad es el animal mitológico favorito de las autónomas: ¿cómo mantener un pequeño negocio cuando una es su vórtice y tiene, además, un recién nacido que atender? Respecto de las pymes, es un secreto a voces que son reacias a contratar a mujeres en edad de ser madres. El Gobierno trató de evitar esta inercia imponiendo a los hombres bajas por paternidad, olvidando que existe una pequeña diferencia entre hombres y mujeres: ellos no gestan ni lactan. A la baja por maternidad de la mujer se le suma el posible cese de actividad por complicaciones del embarazo. ¿A quién contratará, lógicamente, el empresario? Números y biología. ¿Cuánto tiempo va a seguir obviando el feminismo esta última? ¿Dejará algún día de considerarla un hándicap en lugar de una bendición? Comprendo que se vea como una condena si de lo que se trata es de competir laboralmente contra los hombres, algo que explica que cada vez se retrase más la maternidad. De esta forma se entiende mejor el descenso de nacimientos (hay menos oportunidades de tener más de un hijo si se empieza con 43, como Lastra) y el aumento de embarazos de riesgo, con sus bajas prolongadas correspondientes.
¿Es esto culpa de los hombres? No. ¿De las mujeres? Tampoco. Es una realidad que va a estar siempre ahí. Cuando los políticos hablan de feminismo, de la mujer y del mercado laboral, parece que se dirijan a universitarias nacidas en los años 60: «Chicas, no os dejéis someter, salid de casa, realizaos». Las que vinimos al mundo en los 80 hacia delante nos quedamos atónitas: «Ah, ¿tenían esa opción?, ¿podía mantenerse una familia con un único sueldo?». Quizás el problema de la oposición es que sabe que no tiene tampoco mucho que ofrecer a las que queremos vivir nuestra maternidad en paz. Disfrutar de ella tranquilamente es un invento burgués que murió hace tiempo ya. D.E.P.