‘Minerva’, una teleserie de romanos en Mérida
▶ Assumpta Serna debuta como actriz y autora en el festival de teatro clásico emeritense
Minerva es, en la mitología romana, la diosa de la guerra. Cabría pensar que el montaje que han estrenado en Mérida Assumpta Serna y Scott Cleverdon se refiriera a esa diosa... Pero no, ‘Minerva’ es una obra acerca de una mujer y su familia. Como explican sus autores, «a lo largo de cuarenta años y cinco emperadores, ésta es la historia de una mujer sabia y de su familia, el legado de un imperio y la religión incipiente que creció dentro de él, todo lo cual formaría los cimientos del mundo que conocemos hoy».
‘Minerva’ cuenta, efectivamente, la historia de una mujer de clase acomodada, esposa de uno de los arquitectos imperiales y la mejor amiga de Polux, senador inspirado, según Assumpta Serna, en Plinio el joven; su hija, Gaia, es una inquieta dramaturga de sexualidad abierta. La acción comienza en los tiempos del emperador Domiciano.
Pero ahí se terminan los lazos de ‘Minerva’ con la época romana. Hay referencias temporales, pero la obra podría estar situada en cualquier otro lugar y época, y no variaría. ‘Minerva’ tiene espíritu de ‘sitcom’ o de teleserie. Es una pieza que aborda un sinfín de cuestiones, pero lo hace casi siempre pasando sobre ellas de puntillas: desde la persecución a los cristianos, la esclavitud, el papel de la mujer en la sociedad o la libertad sexual.
La protagonista, Assumpta Serna, no se ha prodigado demasiado en el teatro; ‘Minerva’ es de hecho el debut en el Teatro Romano de Mérida de una actriz de prolífica carrera en las décadas de los ochenta y noventa especialmente, y que trabajó en la televisión y el cine. En torno a ella pivota este montaje, en el que encarna a la protagonista con un poderoso dominio de la escena y de la palabra.
La placidez de Minerva contagia al resto de personajes, todos ellos bañados por un buenismo que va diluyendo los conflictos que pudieran aparecer a lo largo de la obra y lastran la función, prometedora en sus primeros momentos, y que se sirve al público, para bien y para mal, de manera ‘clásica’, sin mayores riesgos pero también sin estridencia.