La Iglesia no se reforma con encuestas
Aestas alturas del pontificado convendría volver la mirada a sus inicios para no perder perspectiva ante un tiempo en el que parece se están acelerando determinados procesos. El reciente ‘motu proprio’ sobre el Opus Dei es muestra de ello. En el principio está el final. El Papa Francisco se presentó hablando de la renovación de la Iglesia. También dijo que es más importante poner en marcha procesos que ocupar espacios. La narrativa maestra ahora es el proceso sinodal.
Debemos entender que el proceso sinodal forma parte de la ansiada renovación de la Iglesia, lo que conlleva la renovación de la vida cristiana. Renovación no significa adaptarse a las necesidades del mundo, mundanizarse en lenguaje pontificio. Tampoco significa un mero cambio en las formas, ni una integración de todo lo socialmente aceptado. Ni mucho menos someterse a los dictados del pensamiento dominante. Desde octubre de 2021, el Sínodo se ha centrado en la fase parroquia-diócesis-Conferencia Episcopal. Tenemos por tanto, una radiografía bastante incipiente de su itinerario completo.
Me gustaría pensar que los restantes momentos del proceso sinodal tendrán también el protagonismo del precedente. Esto significa que no hay que precipitarse en los juicios sobre propuestas que se presentan como mayoritarias, y que no lo son, referidas, por ejemplo, al sacerdocio de la mujer, el celibato opcional, la modificación de la moral sexual, la atención pastoral al universo LGTBI. Propuestas basadas, en no pocas ocasiones, en metodologías que no implican un mejor conocimiento de la realidad, sino una orientación desde ideas prefijadas o reivindicaciones no satisfechas que afloran cíclicamente.
Habrá que esperar a que se haga un discernimiento en orden a clarificar la propuesta cristiana. Hasta el presente el protagonismo lo han tenido los diversos regímenes de opinión, que también forman parte de la unidad plural. No debemos olvidar lo que dijo el Papa Francisco el día que inauguró este proceso: «El Sínodo no es un parlamento, que el Sínodo no es un sondeo de las opiniones; el Sínodo es un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo».