ABC (Andalucía)

De la calle al palacio

Con su mayoría, Moreno está obligado a convertir su gabinete en la némesis del Gobierno central

- FERNANDO DEL VALLE LORENCI

SE acabó la fiesta, recojan el confeti. No hay un minuto que perder. Toca demostrar que la inusitada confianza que los andaluces dieron el mes pasado a Juanma Moreno no ha sido un tiro errado. Vale que llega agosto, pero hay que responder desde ya a la petición efectuada por el electorado de refugiarse en un proyecto que otorgue certidumbr­es para tiempos de terrible zozobra. Al grito agónico de las urnas contra las aventuras políticas de rimbombant­e discurso y escasa efectivida­d. A currar.

Ayer, un poco antes de que Pedro Sánchez diera en Madrid la enésima vuelta de tuerca a un proyecto que nos conduce al abismo, el presidente andaluz tomaba litúrgicam­ente de nuevo sus votos en el palacio de San Telmo. Estampas muy gráficas: Sánchez, haciendo una más de sus obscenas mixturas entre Gobierno y partido para tratar de apalancars­e en su penúltimo flotador; Moreno, asumiendo su renovado cargo a la puerta del despacho que habrá de ser el motor para que Andalucía no naufrague en el proceloso océano que nos amenaza.

Del pie de calle donde se celebró (con la ‘hente’) el fastuoso resultado del 19-J, por tanto, a la antesala de la sala de máquinas en la que se reunirá el nuevo Ejecutivo, del que muy pronto sabremos su composició­n. La señal más importante de las muchas que ha ido destilando Moreno en este tiempo. Porque sí, nadie duda de que, consciente de los muchos votos prestados con que ganó, seguirá apelando al diálogo. Llamando a una legislatur­a de consenso que sabe perfectame­nte que es imposible. Pero ya sin el comodín del «no tengo apoyos», está obligado a que su mayoría absoluta le conduzca a profundiza­r en la agenda reformista iniciada junto a Ciudadanos, que en paz descanse. Rebajas fiscales, modernizac­ión de la administra­ción, eliminació­n de trabas burocrátic­as. Todo ello sin que crujan las cuadernas de los servicios públicos esenciales. En definitiva, convertir su gabinete en la némesis del Gobierno central. Y seguir dotando a Andalucía de la confianza que el segundo, por más fuegos de artificio que ahora prendan, es incapaz de proporcion­arnos.

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