«Los ataques a España no gustan nada en Andalucía»
—Felipe.
—Ha sido el mejor gobernante de España de los siglos XX y XXI.
—Aznar.
—Tenía sus cositas. Pero era algo maniqueo y cercano al nacionalcatolicismo, lo que le impedía mirar con más claridad todos los horizontes.
—Nacionalcatolicismo.
—Todavía quedan españoles que piensan que su visión preconciliar del dogma católico tiene que formar parte de la esencia nacional de España.
—La izquierda.
—No hemos exorcizado aún la Segunda República ni la Guerra Civil. Muchos socialistas creen que la Segunda República es nuestro paraíso perdido, y no es verdad. Para empezar hubo tres «segundas repúblicas». La primera tuvo un pase, la segunda fue mal y la tercera fue un desastre.
—La derecha.
—No ha exorcizado aún el franquismo ni el nacionalcatolicismo.
—La pregunta clave: ¿Qué hacemos con un pasado sucio?
—Pues pactar entre todos un futuro limpio, porque desde posicionamientos tan viscerales, atávicos y heredados es muy difícil pactar.
—Usted fue un presidente querido.
—Respetado. Nunca me creí carismático, pero intenté ser cercano.
—Conoció a Pujol.
—La primera vez, en 1976, en Sevilla. Me di cuenta que era el hombre que nunca miraba a los ojos. El nacionalismo catalán, hasta el PSC, piensan que son distintos de los demás y están siempre huyendo hacia delante.
—Usted fue siempre partidario de un poder territorial fuerte.
—Sí, pero por razones más profundas que las identitarias. Yo tuve la suerte de vivir un tiempo en el Mezzogiorno italiano y me di cuenta de que no tenía solución porque no había un poder territorial que indujera líneas de desarrollo. Desde 1982 la Junta, con Rafael Escudero de presidente, empezó a promover planes de desarrollo e inversión pública, para mejorar la vida inmediata de la gente. Carreteras, colegios, servicios sanitarios y hasta inversión en suelo industrial, iniciativa de un alcalde comunista.
—Competencias.
—A todos mis colaboradores les dije que estaba prohibido decir que en cualquier asunto no teníamos competencias. Nada de lo que pasara en Andalucía podía resultarnos extraño. Donde no nos llegaban las competencias, nos llegaba la imaginación.
—Sevilla, Almería.
—Se tardaba ocho horas en coche y no había tren. Pactamos con Renfe que pusiera una línea nocturna con coche cama. La Junta no podía hacer un ferrocarril, pero podía sí pagar una línea deficitaria. Podríamos habernos quejado. Pero en lugar de la queja, arreglábamos las cosas por abajo.
—Subvenciones, clientelismo.
—Radicalmente falso. Y la prueba es que la sociedad ha evolucionado y ha cambiado la mayoría electoral. La gente vota por otras cosas.
—Corrupción.
—Algo ha influido, claro, pero tampoco piense usted que mucho.
—España.
—Somos andaluces pero la identidad española es nítida, compartida y no cuestionada. Soy sevillano, andaluz y español. Soy una cosa porque soy la otra. Entonces, cuando desde el Gobierno se toman iniciativas en connivencia con partidos que están en contra de la identidad española, esto tiene sus claras consecuencias en Andalucía. Los ataques a España aquí no gustan nada.
—¿El milagro del PP andaluz ha sido Pedro Sánchez?
—Lo que yo digo es que en la victoria del PP en Andalucía ha tenido influencia la política nacional.
—¿Tiene reversa?
—Tiene trabajo. El PP ha ganado ofreciendo estabilidad política y emocional a la ciudadanía. Si predicas odio y rencor, la gente se siente lejos. El mundo actual está tan extraordinariamente crispado por cuestiones remotas, como la invasión de Ucrania, que la gente es normal que quiera tener algo de tranquilidad cotidiana.
—La política hoy.
—Todo político que se precie y quiera hacerlo bien ha de saber conjugar estos verbos: estudiar (la situación); analizar (los pormenores del momento); decidir (hay que decidir siempre); proponer y convencer (no pregonar y asustar); y finalmente dirigir, porque la política es dirigir a un pueblo hacia un destino. Si me permites una pregunta, yo tengo una muy sencilla: ¿Cuántos de estos verbos conjugan los políticos actuales?