ABC (Andalucía)

La última ventana de Hazard

►Tras un calvario de lesiones, el belga vive su cuarto curso como madridista al fin con ilusión. Su buen encuentro contra el América despierta esperanza en el club

- IVÁN MARTÍN

Resulta imposible afirmar si Eden Hazard volverá a desempeñar su mejor fútbol, pero, tras tres temporadas de calvario como jugador blanco, la ilusión que irradia el belga en la presente pretempora­da contagia al grueso del madridismo. El club pagó 115 millones de euros por una estrella consagrada en el Chelsea, un tipo que por aquel entonces tenía el potencial suficiente para cambiar el rumbo de un gigante como el Madrid. Con tal vitola, el belga llegó a la capital en el estío de 2019 algo pasado de peso, pero con una gracia natural, un descaro que maridaba a la perfección con la idiosincra­sia del rey de Europa. Poco a poco fue perfilando su figura; superó una lesión muscular; encontró su nivel preciso de forma como lo hacen los jugones, con minutos; y firmó un buen mes de noviembre hasta que su compatriot­a Meunier se cruzó en su camino. El día 26 de ese mes, en un encuentro de la fase de grupos de la Champions League en el Bernabéu, el lateral diestro del PSG destrozó su tobillo con una fea entrada. En ese determinad­o instante comenzó el calvario físico de un jugador que jamás se había lesionado de gravedad ni en Francia ni en la Premier League.

La patada de Meunier desembocó en una oleada de problemas en su tobillo derecho, un mal perenne que alternó con problemas musculares. En sus tres primeras temporadas de blanco, Hazard nunca disputó un clásico; estuvo de baja en 70 partidos; cuando tuvo minutos estuvo cohibido, atascado física y mentalment­e al entender que no podía ser el extremo explosivo de antaño; y, por ende, su papel en el verde en los últimos éxitos de su equipo fue irrelevant­e.

En marzo de este año, Eden tomó una decisión. A los 31 años, tras años en el ostracismo, el belga se operó su maltrecho tobillo con el objetivo de volver a ser el futbolista que un día fue. Su recuperaci­ón coincidió con la consolidac­ión de Vinicius y con la explosión de Rodrygo. E, inevitable­mente, vivió el título de Liga y la decimocuar­ta Copa de Europa blanca desde el banco. Sin embargo, su actitud siempre fue positiva. Hazard fue el primero en dar ánimos a sus compañeros, en abrazarlos en los momentos oscuros y en celebrar con la afición cuando fue preciso. Tiene el cariño de todos en la plantilla, juega un rol esencial en la buena salud del vestuario y Ancelotti aún confía en él. «Hazard es un gran jugador, lo necesitamo­s», señaló ayer el técnico italiano tras el choque ante el América de la madrugada del miércoles.

Minutos de calidad

Los partidos veraniegos, sin tensión ni sazón, no son idóneos para sacar conclusion­es, pero la imagen de Hazard ante el América demuestra su liberación. Está fino, participat­ivo, con ganas eléctricas de ser relevante. Sustituyó a Benzema en el descanso, jugó de nueve, se asoció de maravilla con Ceballos y Camavinga, generó ocasiones de peligro y marcó un gol, el primero desde el 20 de enero. Fue de penalti, sí, pero Hazard volvió a sonreír en un terreno de juego. Y, como él mismo explicó en el ocaso de la campaña pasada: «Se reúnen todas las condicione­s para que pueda jugar mi fútbol. Ya no tengo problemas de tobillo y me correspond­e demostrar que no estoy acabado, que aún tengo cosas hermosas que hacer».

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// EFE Eden Hazard durante el encuentro ante el América en San Francisco

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