Santa Rosamunde
La miniserie sobre el cadáver de Evita es un drama clásico pensado para el público internacional
Estoy más tranquila ahora que TVE ha comprado 50 películas alemanas. En mi casa vamos a seguir llamándolas películas de Rajoy, como si hubiera sido verdad el chantaje de Angela Merkel. Ya sabemos que se compran por su carácter familiar, por oposición a las de psicópatas de Antena 3 las sobremesas de los fines de semana.
Pero a mí me da mala espina porque asocio siempre crisis económica en España con remesas de películas alemanas. Que ni siquiera es trigo como el argentino. En 1946, la Argentina de Perón dio a España un préstamo de 350 millones de pesos para la provisión hasta 1947 de 400.000 toneladas de trigo, 300.000 en 1948 y luego se añadieron más. Y, además, mandaron a Evita, que llegó a Barajas el 8 de junio de 1947. Me he desviado al trigo y a Evita por ‘Santa Evita’, la miniserie argentina que podemos ver en Disney+. Está basada en la novela de Tomás Eloy Martínez, escrita (y modificada esa historia original) por Marcela Guerty y Pamela Rementería y producida por Salma Hayek. Empieza con la muerte de Evita a los 33 años, en 1952, su embalsamamiento y su velorio. Luego salta en el tiempo para que un periodista hable con Perón en España. Con el cadáver secuestrado por la dictadura argentina desde 1955. Con esos extraños personaje que son el coronel Carlos Moori Koening (Ernesto Alterio) y el español Pedro Ara (Francesc Orella), encargado del embalsamamiento y que hizo tres réplicas de cera del cuerpo original. De ahí la existencia de varios cadáveres. Un historión de siete capítulos, un drama clásico pensado para el público internacional que podría haber sido más bruto, extravagante y mejor, teniendo en cuenta el material y los personajes.
Nada que ver con lo que hace ZDF Studios GMBH. Esas 50 películas alemanas. Siempre da gusto volver a donde hace buen tiempo. Al Cornualles de Rosamunde Pilcher, que no es el Cornualles de Winston Graham en ‘Poldark’. Ni el Brighton achicharrado de los otros días. En ninguna de las películas alemanas hay olas de calor. Como dicen en una novela de Josephine Tey, no conoces Inglaterra a menos que la hayas visto en primavera.