ABC (Andalucía)

Daniel Pulvett logra el título de gran maestro de ajedrez con un 90% de ceguera

Nacido en Venezuela hace 30 años, juega para España desde 2018. El deporte lo salvó cuando empezó a perder vista y se aferró más a él tras la muerte de su novia. Su ceguera progresiva no lo ha derrotado: «Me ayuda a calcular mejor»

- FEDERICO MARÍN BELLÓN

Visión espacial «Juego toda la partida con el tablero en la cabeza. Lo miro solo para mover. Me acostumbré y viene bien. El problema de la vista me benefició en el ajedrez»

Daniel Pulvett asegura con humildad que tuvo «algo de suerte» en Valencia, donde hace unos días logró la tercera norma de gran maestro. Para conseguir el título más elevado en ajedrez hay que registrar tres resultados extraordin­arios en torneos internacio­nales, pero no basta con ganar muchas partidas; puede ocurrir que los rivales no cumplan los requisitos, explica. Pulvett padece una enfermedad degenerati­va que le ha hecho perder visión, de la que conserva el 10%. «Voy perdiendo poquito a poco. Puede ocurrir que pare o que avance más». En todo el mundo solo existe otro gran maestro con discapacid­ad visual, el polaco Marcin Tazbir.

Nacido en Venezuela hace 30 años, Pulvett vive en Madrid y representa a nuestro país desde 2018. Hace unas semanas volvió a formar parte de la selección en el Mundial IBCA de Macedonia, donde España terminó cuarta. «Sería un sueño entrar en la selección absoluta. Es extremadam­ente difícil, porque es una de las más fuertes».

Él comenzó algo tarde a jugar, entre los 11 y los 12 años. «Si empiezas con 6 o 7, las posibilida­des de lograr la maestría son más altas, pero cada niño es distinto. El dominicano Ramón Mateo se sacó el título de GM a los 50 años».

El tablero ya ha sido su tabla de salvación en dos ocasiones: «Yo juego precisamen­te porque tengo problemas». En efecto, el ajedrez es un deporte en el que las personas con visión limitada o incluso nula pueden competir contra cualquiera. Además, en su familia había cierta tradición: «Mi tío, hermano de mi padre, fue campeón nacional de partidas rápidas en Venezuela».

Con 16 años, Pulvett ya era maestro internacio­nal. «Avancé rápido, aunque luego me estanqué. Mi mayor progreso se ha producido en España». Impartió clases como plan de ahorro y con ese dinero se costeó los mejores entrenador­es que pudo. De Venezuela no se vino por problemas económicos, aunque la situación influyó. «Mi familia materna no es rica, pero tiene una buena situación. Había pocos torneos y era muy difícil avanzar». A eso se sumó un drama personal, que también salió gracias al ajedrez: «Tenía una novia con problemas de salud. Se le infectó un catéter y tardamos ocho días en conseguir otro. Murió y eso hizo que no quisiera volver a Venezuela».

Daniel apenas mira las piezas. «Juego toda la partida con el tablero en la cabeza. Lo miro solo para mover. Me acostumbré a ese hábito y viene bien incluso para los que ven. Ayuda a calcular mejor. Lo veo todo más claro. El problema de la vista me benefició en el ajedrez». Por lo demás, lleva una vida casi normal. «Un 10% de visión parece poco, pero alcanza mucho. Yo salgo a la calle solo, troto, cruzo los semáforos y voy sin bastón. En las partidas, apunto mi planilla y no uso tablero auxiliar (uno especial con agujeros en las casillas para poder ‘clavar’ las piezas). La única diferencia es que tengo un reloj adaptado, que me dice el tiempo por un auricular».

Donde sí ha tenido desventaja es a la hora de estudiar. «No leo libros de ajedrez, aunque tengo muchos». Un amigo de la ONCE le instaló en el móvil y en el ordenador un lector especial para reproducir las jugadas, pero se pierde los textos.

Vivir del ajedrez tampoco es fácil. «El ajedrez no paga bien, pero empecé a dar clases y cada vez tenía más alumnos, casi diez horas al día. Impartir clases también ayuda: hay cosas que ni recuerdas y si las quieres enseñar estás obligado a refrescarl­as». Daniel consiguió la primera norma de gran maestro en 2013. Pasaron 9 años hasta la siguiente, en abril 2022. La tercera llegó un torneo después. «Es por entrenar y estudiar tanto, pero también por la madurez».

Su lista de agradecimi­entos es tan larga que solo cabe en la versión en internet. Salvaremos a sus padres: «Cuando empecé no tenía ningún nivel y aún así me apoyaron».

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// DAVID LLADA Daniel Pulvett, en Valencia
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