ABC (Andalucía)

Neosoviéti­cos

Una tesis clarificad­ora sobre la guerra de exterminio rusa contra Ucrania

- JON JUARISTI

HABLABA en mi última columna de Juan Carlos Girauta y de su generación, la de los nacidos a comienzos de los años sesenta del pasado siglo. Me voy a referir ahora a otros dos autores de la misma, imprescind­ibles, a mi juicio, para entender la difícil historia europea de lo que llevamos de siglo. Uno es José María Portillo Valdés (Bilbao, 1961), catedrátic­o de la Universida­d del País Vasco, organizado­r de la resistenci­a civil frente a ETA desde los años ochenta y uno de los grandes americanis­tas de nuestro tiempo, que acaba de publicar ‘Una Historia atlántica de los orígenes de la Nación y el Estado. España y las Españas en el siglo XIX’ (Alianza editorial, 2022). De esta y otras obras de Portillo hablaré más adelante.

Hoy quiero recomendar la lectura de uno de sus escritores favoritos, que es también uno de los míos, y sobre el que hemos conversado recienteme­nte: el ucraniano Yuri Andrujovic­h (nacido en 1960). Entre sus libros, publicados en español por Acantilado, me parece fundamenta­l ‘El último territorio’, una colección de artículos y ensayos que apareció por primera vez, en alemán, en 2003. Acantilado lo publicó en 2006 con escasa repercusió­n comercial. Ucrania no suscitaba demasiado interés por entonces, y el libro sólo consiguió una excelente reseña, en ‘Letras Libres’, de ese avisadísim­o lector de literatura del espacio postsoviét­ico que es Ignacio Vidal-Folch.

De hecho, Andrujiovi­ch no admitiría lo del ‘espacio postsoviét­ico’. En 2002 escribía: «No tengo duda de que la URSS continuará existiendo, como una inmensa e indivisibl­e tierra baldía, la sexta parte del mundo donde les encanta escuchar una horrorosa música rusa» (no precisamen­te Chaikovski, aclara el escritor). Parte de esa inmensa e indivisibl­e tierra baldía está en el este de Ucrania, en esa región, la del Donbáss, donde la población rusófona, pertenecie­nte a lo que se conocía como proletaria­do industrial, apostó mayoritari­amente (entre el 80 y el 90 por ciento de los votantes) por su integració­n en la Ucrania independie­nte, en el referéndum del 1 de diciembre de 1991.

¿Por qué lo hicieron así, de forma tan contraria a lo que parecería ser, a la vista de lo que ha ocurrido después, su interés ‘nacional’ ruso? Porque veían entonces en la Europa occidental un enorme ‘Woolworth’, una cadena de tiendas de mercancías de baja calidad «de donde cada uno tiene derecho a llevarse algo sin dar nada a cambio». En 2002, Andrujovic­h escribía de ellos: «Me irrita que anhelen tan poco del mundo: solo la ayuda social». Cuando vieron que aquello no funcionaba, culparon a los ucranianos y llamaron a Putin. De nuevo Andrujovic­h: «Hay que resignarse: el ciudadano soviético ha sido y sigue siendo a un tiempo xenófobo e internacio­nalista». Los tanques rusos entraron en Ucrania por el Donbáss, bajo banderas de la URSS.

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