ABC (Andalucía)

LOS VIAJES DE UN LIBRO ANTES DE PASAR POR LA GUILLOTINA

El 25 por ciento de los títulos editados se empaquetan de vuelta por falta de lectores. ¿Se publica más de la cuenta? ¿El modelo es sostenible? Editores y libreros responden

- Por JAIME G. MORA

Fue uno de los muchos propósitos que se hicieron durante la pandemia. ¿Por qué no aprovechar ese parón obligado para desinflar el aluvión de novedades editoriale­s? En el año anterior, 2019, el número de títulos editados en papel había superado los sesenta mil, casi cuatro mil más que en 2018. Así que Errata Naturae, una editorial pequeña especializ­ada en libros sobre naturaleza, planteó darle una vuelta al modelo editorial en un momento en que todos estaban esperando a que el confinamie­nto decretado en marzo se relajara para volver a publicar novedades «con cierta ansia».

«¿No podríamos nosotros atrevernos a pensar en promover disposicio­nes legales para garantizar flujos de rotación para nuestras publicacio­nes? ¿O establecer acuerdos comerciale­s entre partes que protejan a medio y largo plazo la vida de los libros y de las personas que vivimos de ellos? [...] Todos sabemos que lo que se publique en los próximos meses apenas dará para rentabiliz­ar los costes de producción. [...] ¿De verdad tampoco ahora es el momento de pararse y reflexiona­r? ¿De verdad la prioridad sigue siendo sacar novedades a finales de este mes de mayo?».

La respuesta, en forma de cifras, la dio hace unos días la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE): si en 2020 el número de títulos publicados en papel se redujo a algo más de cincuenta mil –no en vano las librerías estuvieron cerradas cuatro meses–, el año pasado el sector aceleró y regresó a guarismos registrado­s antes de la pandemia. Arrastrado por los mayores índices de lectura de los meses del Covid, la facturació­n del sector editorial también creció, hasta el punto de registrar la mejor cifra de la última década.

Lo que Errata Naturae proponía era cambiar las dinámicas de un modelo de negocio por el que «más o menos uno de cada tres libros que llega a las librerías acaba siendo devuelto y, en última instancia, guillotina­do». Datos de la FGEE y Cegal, que reúne a 1.100 librerías en toda España, reducen este porcentaje de devolución el entorno del 24-25 por ciento, o incluso al 18 por ciento, si son librerías especializ­adas. «Hace años sí estuvo en el 30 por ciento, pero ha ido bajando paulatinam­ente», aclara Antonio María Ávila, director ejecutivo de la FGEE. Algunas voces del sector, no obstante, siguen consideran­do excesivas estas tasas.

El último foro en el que se ha vuelto a cuestionar el sistema ha sido el XXV Congreso de las Librerías. Juan Miguel Salvador, de la librería Diógenes (Alcalá de Henares), criticó en una ponencia el exceso de novedades literarias que llegan a los puntos de venta. Según su estudio, los libreros se enfrentan cada año a casi 15.000 novedades editoriale­s, cuando el 86 por ciento de los títulos que se ponen a la venta venden menos de 50 ejemplares al año. Los libreros tardan en vender cada título una media de 6 meses y 17 días, pero el elevado número de novedades impide que aguanten todo ese tiempo en las librerías.

«Lo que mostré es que se publica una cantidad de títulos muy alta, de los cuales se venden muy pocos –explica Salvador por teléfono–. Y esto provoca que la vida de los libros en las librerías sea muy corta. Una novedad expulsa a una novedad anterior. Hay una sobreprodu­cción y buena parte hay que atribuírse­la a un exceso de novedades que el mercado no puede absorber. Lo que puede ser una riqueza, tener tanta variedad de títulos, se convierte en un problema porque no da tiempo a que los libros que merecen la pena tengan su recorrido natural. Las librerías nos dedicamos a abrir cajas de libros, colocarlos y devolver otros libros a esas cajas».

Devolucion­es

Desde Cegal, la confederac­ión de los libreros, su portavoz Álvaro Manso añade que el año de la pandemia fue bueno en cuanto a facturació­n pese a la caída de la oferta: «Quizá esto demuestra que el mercado no funciona por la cantidad de libros que hay en el mercado... Hemos perdido una oportunida­d». A su juicio, no se ha demostrado que la sobreabund­ancia genere necesariam­ente más venta: «Lo que sí genera es mayor circulació­n. Tenemos la sensación de que se pierden títulos de los que nadie se hace eco. Cuando un libro desaparece de los escaparate­s o de las mesas de novedades, deja de tener exposición».

Enrique Redel, editor de Impediment­a, apunta que la vida media de un libro es de tres meses: «Desde que llega a la librería, tarda ese tiempo

en cumplir su ciclo inicial, a no ser que se quede como fondo. A veces, ni siquiera se llega a esos tres meses. La rotación de los libros es cada vez más corta y se retiran antes de la circulació­n». Impediment­a saca dos títulos al mes, lo que les permite ser más selectivos: «El 70 por ciento de lo que vendemos es fondo, es decir, títulos que tienen más de seis meses o un año. La culpa de que haya demasiados libros no la tenemos las editoriale­s pequeñas, que sacamos 25 títulos al año; quienes juegan fuerte son las editoriale­s grandes».

Fuentes de Penguin Random House, el mayor grupo editorial de España junto a Planeta, responden que los índices de devolución actuales son los más bajos de los últimos años: «Se ha trabajado mucho en la mejora continua de la cadena de suministro y en hacer que el proceso sea más sostenible y eficaz. Hemos avanzado especialme­nte en los últimos tres años». A mayor número de publicacio­nes, mayor variedad para los lectores: «La duración de los grandes lanzamient­os en las mesas de novedades depende de los lectores y del criterio de los libreros. Cualquier título puede estar años en la mesa de novedades si sigue encontrand­o lectores».

Los libros, desde que salen de imprenta hasta que son devueltos por los libreros a las editoriale­s, entre distribuid­ores y almacenaje­s, pueden hacer entre seis y ocho viajes. En muchos casos, el empaquetad­o final que reciben las editoriale­s es una condena: aunque algunos se redistribu­yen en el mercado de saldo, la gran mayoría se destruyen. Pasta de papel para que la rueda siga girando. «Hay que reducir los porcentaje­s de devolución a la mitad. En Alemania no llegan al 10 por ciento», sostiene el librero Juan Miguel Salvador. «Este ritmo genera un coste muy alto, tanto económico como ambiental, por el impacto de los libros que se fabrican y hay que destruir, y por los viajes de ida y vuelta. Más aún en mitad de una crisis energética».

No todos piensan así. El propio Enrique Redel opina que se publican tantos libros como el mercado permite: «Estamos siempre al borde del límite. Nos autorregul­amos constantem­ente. Si viéramos que el ritmo actual no es rentable, bajaríamos el nivel de producción». Antonio María Ávila, de la FGEE, también cree que el sistema es sostenible porque

La vida media de un libro es de tres meses LA ROTACIÓN EN LOS PUNTOS DE VENTA ES CADA VEZ MÁS CORTA POR LA AVALANCHA DE NOVEDADES. LAS LIBRERÍAS Y LAS EDITORIALE­S, EN CAMBIO, AGUANTAN

no está habiendo quiebras masivas: «Las editoriale­s y las librerías aguantan. En la FGEE está las mismas editoriale­s que hace 25 años. Claro que el sistema es mejorable, empezando por la logística. ¿Pero por qué hay que producir menos? ¿Esto quién lo decide? Los libros se editan porque se necesitan».

A la hora de abordar un debate de este tema, hay que tener en cuenta todas las casuística­s, apunta Ávila. Para empezar, hay que distinguir entre subsectore­s. El libro de texto, que aporta el 35 por ciento de la facturació­n, depende de las leyes educativas, y tienen un porcentaje de devolución mucho menor. Igual que los libros científico-técnicos, con tiradas muy reducidas. Más del 30 por ciento de la producción sale fuera de España. Y luego está el mercado de saldo. «Un libro tiene muchísimas vidas. La mayor parte de lo que se edita está pensado para venderse».

Hispanoamé­rica

Para el director ejecutivo de la FGEE, una clave para dar solución a las disfuncion­es que algunos denuncian está en el sistema biblioteca­rio: «En la medida en que funcione y mejoren los índices de lectura, la cosa irá bien. En Estados Unidos el 80 por ciento de la facturació­n sale por el sistema biblioteca­rio. España no llega al 5 por ciento. Hay mucho por crecer. Con la crisis bajaron las compras. Se ha demostrado que la gente va a las biblioteca­s a por novedades. Los editores españoles cobran más por el préstamo biblioteca­rio de libros españoles en Gran Bretaña que en España».

El complejo sistema de devolución libre español consiste en que los libreros, cuando devuelven al distribuid­or los ejemplares que han sido arrastrado­s por las novedades, no recibe el dinero que ha pagado por ellos, sino crédito para adquirir nuevos títulos. Así lo explicó Errata Naturae en su comentado manifiesto de 2020: «Igualmente, el editor responsabl­e de esos libros que nadie leerá no debe realizar una transferen­cia al distribuid­or por la cuantía de esa liquidació­n negativa, sino que adquiere una deuda. ¿Y cómo afronta esa deuda? Publicando nuevos libros cuyos ingresos la compensan, y que, a su vez, reactivan el crédito del librero. Puro juego triangular de la deuda».

¿Por qué se ha instalado en España este sistema? «Segurament­e sea porque es el modelo que se ha usado con los periódicos y revistas», reflexiona Daniel Fernández, presidente de la FGEE. «Tiene una gran ventaja, y es que permite entrar en la edición sin necesidad de hacer una gran inversión. Se generan facturas que se cobran o no dependiend­o de las devolucion­es, con lo que el retorno económico es muy lento. Esta es la parte mala. La prueba de que el sistema es ágil es que lo han adoptado también en Hispanoamé­rica. El único país que tiene pedidos en firme es Argentina».

Fernández, también editor de Edhasa y Castalia, ve posible hacer algunas correccion­es, ya sean limitar las devolucion­es al año natural o apostar por los depósitos (dejar los libros en una librería sin facturarlo­s). «Pero un intento serio de cambiar el modelo no ha habido. Diría que no hay esa necesidad. Hay críticas, pero nada más. El precio fijo es mucho más importante. En Inglaterra lo eliminaron y el cierre de librerías pequeñas y editoriale­s fue tremendo. Este sector está muy atomizado y cada cual vela por sí. Con estos bueyes hemos arado durante mucho tiempo y con estos bueyes vamos a seguir arando».

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La mayor parte de los títulos no vendidos se destruyen
En 2021 se imprimiero­n 198,13 millones de ejemplares, un 9,3% más que en 2020 Los libros duran en las mesas de novedades tres meses La mayor parte de los títulos no vendidos se destruyen
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