La ‘represión híbrida’ golpea a la disidencia marroquí a través de campañas de acoso
Human Rights Watch denuncia vigilancia digital e intimidación a las voces críticas
Human Rights Watch (HRW) y los emigrantes residentes en Francia que vuelven de vacaciones a Marruecos este verano han hecho el mismo descubrimiento: Mohamed VI ha descubierto el método de control social más duro, eficaz y temible: la ‘represión híbrida’. En un informe titulado (en su traducción al español) ‘Te atraparán pase lo que pase: el libro de tácticas de Marruecos para reprimir a la disidencia’, HRW escribe: «Hemos podido descubrir y documentar una serie de tácticas que, cuando se utilizan conjuntamente, conforman un ecosistema de represión con el objetivo no solo de silenciar las voces disidentes, sino de ahuyentar a todos los posibles críticos. Las estrategias incluyen juicios injustos y largas penas de prisión por cargos penales no relacionados con la expresión, campañas de acoso y desprestigio en medios de comunicación afines al Estado y la persecución de los familiares de los disidentes. Voces críticas también han sido sometidas a vigilancia mediante vídeo y medios digitales, y en algunos casos a intimidaciones y agresiones físicas que la Policía no ha investigado adecuadamente».
Lama Fakih, directora de Oriente Medio y Norte de África de Human Rights Watch, comenta las conclusiones del estudio, realizado durante los últimos doce meses, de este modo: «Las autoridades utilizan un manual de tácticas turbias para reprimir a la disidencia mientras se esfuerzan por mantener intacta la imagen de Marruecos como país respetuoso con los derechos. La comunidad internacional debería abrir los ojos, reconocer la represión como lo que es y exigir que cese inmediatamente». Mohamed VI, su corte y autoridades puestas a su servicio personal han introducido unos mecanismos de represión que, sin ser inéditos, asombran por sus nuevos e híbridos mecanismos de control y represión social.
La Policía política ha puesto en marcha nuevas formas de vigilancia. Formalmente, la legislación marroquí no discute, incluso ‘autoriza’ la expresión de distintos puntos de vista. En la práctica, periodistas, disidentes y sindicalistas no son acusados por sus acciones u opiniones: se utilizan contra ellos presuntos delitos nunca investigados, como adulterio, pederastia, homosexualidad, agresiones sexuales, blanqueo de dinero, trata de seres humanos…
En muchos casos, tales acusaciones solo reposan en sospechas o presunciones que comportan, automáticamente, la degradación social de los acusados. La vida diaria y familiar de una mujer acusada de adulterio por la Policía política, con razón o sin ella, es condenada a la picota moral. Los hombres o mujeres acusados de homosexualidad sufren del temible ostracismo de una sociedad ‘rigorista’, en el peor sentido religioso del términos. Un activista político acusado de blanqueo de dinero puede ser encarcelado con delincuentes comunes, con posibles riesgos para su integridad física.
No son acusados por sus opiniones, sino por delitos nunca probados, como adulterio, pederastia, homosexualidad...