El dictadorzuelo
Pedro Sánchez, como cualquier dictador al uso, decide por nosotros si todo lo que nos gusta es ilegal, inmoral e incluso si engorda
INSUFRIBLE. De verdad. Hasta la corbata. No nos dejarán en paz. Vivir a nuestro aire. Se autoproclaman defensores de la democracia, adalides de la libertad, y no hacen sino coartarla. A bote pronto, sin tirar de Google, que recuerde: no coma usted carne roja; no practique los juegos de azar; ni se le ocurra ir a cazar; los toros es una fiesta fascista; no compre un perro, adóptelo; no adquiera un coche diésel; la lavadora, por la noche mejor; el aire a 27 grados... El día que el gran Raimundo Amador haga un recopilatorio de Pata Negra, cambiará la letra de uno de sus más sonados éxitos. «Todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral a ojos de la coalición de Gobierno PSOE-Podemos, o engorda». Porque ellos marcan ahora la moralidad, liderados por Pedro Sánchez. Seamos solidarios, dice el presidente. Que hay una guerra. Antes los conflictos bélicos eran otra cosa. Morían miles de soldados. Con honor. O no tanto. Pero en el campo de batalla. Ahora al parecer vamos a morir todos de calor. Así no hay quien viva. Así no hay quien quiera seguir viviendo. Nuestro presidente del Gobierno se ha convertido en un mequetrefe. En una persona insignificante en lo moral. Absolutamente incapacitado para influir, desde la ejemplaridad, en lo que podemos y lo que no podemos hacer. Su palabra, su dignidad, su decencia o su honor carecen de valor. Sin embargo, como es el presidente de nuestro Gobierno, tiene la potestad de tomar decisiones que inciden directísimamente en nuestras rutinas, conduciéndonos por la calle de la amargura. Más allá de las importantes, las de verdadero calado, que esas ya las sabíamos. También las pequeñas, las del día a día.
Francisco Franco, ese hombre que lleva muerto bastante más años ya de los que estuvo en el poder, cometió muchos errores en sus más de tres décadas como dictador de España. Uno de ellos fue la egolatría. Tras sus éxitos como militar en África y ser el encargado de llevar al bando nacional a la victoria en la Guerra Civil, se rodeó de una corte de aduladores que le hicieron creer firmemente que era un elegido. Que sólo él, por la gracia de Dios, podía llevar a España por el recto camino de la moral. La historia se repite. Cambie usted leyes unipersonales en la posguerra por los actuales reales decretos; baños de masas en El Escorial por imágenes estudiadísimas en las redes sociales de Moncloa; discursos moralistas desde el catolicismo por discursos moralistas desde el ecologismo –la nueva ‘religión’ de la que pretende apropiarse la izquierda–, equilibrios políticos con aliados como Falange con equilibrios políticos con aliados como Podemos... haga esos paralelismos y verá que el fondo es el mismo. Uno desde la ultraderecha, el otro desde la ultraizquierda que le ha fagocitado. Pero es exactamente igual. El único fin es dominar a sus gobernados. Y perpetuarse en el poder. Ahí Franco lo tenía más fácil. Sánchez más pronto que tarde deberá pasar por las urnas. Pero sólo de pensar en lo que aún puede hacer en este año largo que le queda de legislatura se le ponen a uno de corbata lo que usted ya sabe.