Subcontratar el presente al futuro
Ala hora de enfocar el gasto público, el problema reside en que siempre confundimos deseos con derechos que consideramos adquiridos y que creemos irrenunciables. Deseamos tener ayudas cuando perdemos el empleo, deseamos una sanidad con una cobertura más amplia y una atención mejor, deseamos una educación gratuita a lo largo de toda la escala que sea próxima y de calidad, deseamos viviendas dignas, deseamos que las familias estén atendidas en sus necesidades, que tenga calor quien pasa frío y frío quien no soporta el calor, de ahí los bonos energéticos; deseamos una juventud entretenida, de ahí los bonos culturales (?). Deseamos tantas cosas...Claro, y ¿quién es el guapo que lo niega? Pasa como con los niños, a quienes negarles sus peticiones enfada su genio, por más que eduque su futuro. En el mundo de la política, nadie se atreve a negarnos nada porque si lo hace no le votamos.
El problema reside en que esos deseos, cuando los convertimos en derechos, nos cuestan mucho dinero. ¿Cuánto? Vemos que la carga de deuda pública –lo que nos cuesta financiar los deseos– ha aumentado en 6.000 euros por habitante, hasta 29.000 euros, desde 2017. Es decir, casi 9.000 euros más que el salario bruto medio de los españoles. ¿Es mucho? A mí me parece una barbaridad, pero igual es debido a que las deudas, en general, me incomodan y, si puedo, las evito.
Y las cosas van a empeorar. Porque los tipos de interés solo pueden subir y como no podemos devolver lo que debemos, y vamos a seguir incrementando la deuda con los déficits en los que incurrimos para sufragar los derechos que deseamos, esto es una espiral. Financiar lo que debemos nos cuesta lo que no tenemos, así que pedimos dinero nuevo para devolver deudas antiguas y asumir las nuevas. Total, una vorágine de gasto-déficit-deuda que va erosionando nuestro patrimonio común. Seguimos subcontratando con las generaciones venideras el estado del bienestar, que disfruta la generación que manda y que creemos merecer, a pesar de no poderlo pagar. Por ahora el tenderete se sostiene, pero llegará el día en que sonará la alarma y despertaremos del sueño en el que nos han sumido nuestros dirigentes que nada nos niegan y todo nos dan.