ABC (Andalucía)

Subcontrat­ar el presente al futuro

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Ala hora de enfocar el gasto público, el problema reside en que siempre confundimo­s deseos con derechos que consideram­os adquiridos y que creemos irrenuncia­bles. Deseamos tener ayudas cuando perdemos el empleo, deseamos una sanidad con una cobertura más amplia y una atención mejor, deseamos una educación gratuita a lo largo de toda la escala que sea próxima y de calidad, deseamos viviendas dignas, deseamos que las familias estén atendidas en sus necesidade­s, que tenga calor quien pasa frío y frío quien no soporta el calor, de ahí los bonos energético­s; deseamos una juventud entretenid­a, de ahí los bonos culturales (?). Deseamos tantas cosas...Claro, y ¿quién es el guapo que lo niega? Pasa como con los niños, a quienes negarles sus peticiones enfada su genio, por más que eduque su futuro. En el mundo de la política, nadie se atreve a negarnos nada porque si lo hace no le votamos.

El problema reside en que esos deseos, cuando los convertimo­s en derechos, nos cuestan mucho dinero. ¿Cuánto? Vemos que la carga de deuda pública –lo que nos cuesta financiar los deseos– ha aumentado en 6.000 euros por habitante, hasta 29.000 euros, desde 2017. Es decir, casi 9.000 euros más que el salario bruto medio de los españoles. ¿Es mucho? A mí me parece una barbaridad, pero igual es debido a que las deudas, en general, me incomodan y, si puedo, las evito.

Y las cosas van a empeorar. Porque los tipos de interés solo pueden subir y como no podemos devolver lo que debemos, y vamos a seguir incrementa­ndo la deuda con los déficits en los que incurrimos para sufragar los derechos que deseamos, esto es una espiral. Financiar lo que debemos nos cuesta lo que no tenemos, así que pedimos dinero nuevo para devolver deudas antiguas y asumir las nuevas. Total, una vorágine de gasto-déficit-deuda que va erosionand­o nuestro patrimonio común. Seguimos subcontrat­ando con las generacion­es venideras el estado del bienestar, que disfruta la generación que manda y que creemos merecer, a pesar de no poderlo pagar. Por ahora el tenderete se sostiene, pero llegará el día en que sonará la alarma y despertare­mos del sueño en el que nos han sumido nuestros dirigentes que nada nos niegan y todo nos dan.

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