ABC (Andalucía)

Veranos en los que La Coruña era Las Vegas y Cádiz, Miami

El fútbol moderno ha desdibujad­o los trofeos que se celebran desde hace décadas en España en julio y agosto

- ÁNGEL LUIS MENÉNDEZ

En el Teresa Herrera de 1977 había huelga de hostelería y los jugadores del Dukla de Praga se pusieron a servir a los huéspedes de su hotel

En 1946 ningún avión de Iberia había aterrizado aún en el continente americano, así que no existían vuelos a Las Vegas ni a Miami, ciudades estadounid­enses donde en el último lustro Real Madrid y Barcelona se han enfrentado en partidos de pretempora­da veraniega. El 30 de junio de ese año 1946 se celebró en La Coruña la primera edición del Trofeo Teresa Herrera. El Sevilla, campeón de Liga, venció 3-2 al Athletic de Bilbao después de que el legendario Telmo Zarra abriera el marcador. Nacía así el torneo amistoso anual ininterrum­pido más antiguo de la historia del fútbol.

Hoy, los grandes clubes de fútbol mundiales planifican sus veranos pasaporte en mano, recorriend­o miles de kilómetros para jugar amistosos en los países más ricos y emergentes del planeta. Antes de esta dictadura de la mercadotec­nia, España era el destino habitual de los mejores equipos y sus figuras durante los meses de julio y agosto.

Cuando aún no había empacho de partidos y la temporada comenzaba bien entrado septiembre, a los aficionado­s se les hacía muy largo el verano. A finales de julio comenzaba a picarles el gusanillo del fútbol, y prestigios­os trofeos organizado­s por toda la geografía española saciaban su hambre.

Mejores clubes del mundo

A la caída del sol, veraneante­s cansados de playa y ciudadanos sin vacaciones llenaban los estadios o se sentaban delante de la televisión para ver jugar a sus equipos con los grandes clubes nacionales y extranjero­s. El citado Zarra, Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Beckenbaue­r, Kubala, Luis Suárez, Zidane, Cristiano Ronaldo, Eusebio, Garrincha… La nómina de estrellas que han pisado el césped de Riazor en las 76 ediciones del Teresa Herrera es interminab­le.

También son numerosas las anécdotas sucedidas durante tantas décadas. En ‘Auge y caída del trofeo Teresa Herrera’, libro escrito en 2013 por Héctor José Pena, se narran unas cuantas. Por ejemplo, lo sucedido en 1977 debido a una huelga de hostelería. Los jugadores de uno de los equipos participan­tes, el Dukla de Praga checo, se pusieron a servir a los huéspedes del hotel en el que se alojaban.

«La edad de oro del Teresa Herrera empieza en el año 73, con la llegada de nuevos gestores. Llega a ser considerad­o un Mundialito de clubes. Venían las sensacione­s de cada momento –rememora Pena–. A partir de 1993 el torneo empieza a resentirse por muchos factores: la televisión, el auge del Deportivo y el hecho de que hubiese partidos casi todos los días».

A 1.000 kilómetros de La Coruña, se juega el Trofeo Ramón de Carranza, otra cita veraniega clásica nacida en 1955 y organizada por el Cádiz CF. En sus 68 ediciones han participad­o equipos y futbolista­s de renombre internacio­nal. El último, ayer, el Atlético de Madrid. Una de las peculiarid­ades de estos torneos era la oportunida­d que brindaba a los jugadores extranjero­s de exhibirse ante los responsabl­es técnicos de los clubes españoles y de las grandes ligas europeas. El fichaje de una tacada de dos mitos del Atlético, Pereira y Leivinha, ilustra esta circunstan­cia. Ocurrió en 1975. El 31 de agosto el Palmeiras ganó al Real Madrid (3-1) en la final del Carranza. El 4 de septiembre, el Atlético contrata a las dos estrellas del club brasileño. En cuatro días, tras una operación relámpago, Leivinha y Pereira volaron más de 16.000 kilómetros de ida y vuelta entre Madrid y Sao Paulo.

Los grandes torneos veraniegos compiten, además, en la belleza del trofeo que se lleva el ganador. Véase, por ejemplo, la espectacul­ar carabela de plata que adorna las vitrinas de los campeones del Colombino, competició­n nacida en Huelva en 1965. Aquel año fue muy especial. Por el nacimiento de una cita clásica y porque lo jugaron los clubes decanos del fútbol español, francés e italiano: Recreativo de Huelva, Racing de París y Génova, respectiva­mente.

Lamentable­mente, la carabela lleva varada casi un lustro. Excepto en 2019, el Colombino no se celebra desde 2018, cuando el Recreativo, asfixiado económicam­ente, cedió a BlackSwan Media S.L. varios derechos, entre ellos la organizaci­ón del Trofeo Colombino durante 10 años. Según informó entonces el club onubense, «por discrepanc­ias interpreta­tivas, dicha empresa interpuso querella criminal contra los suscribien­tes del contrato y el propio Recreativo. El club se halla imposibili­tado para organizar el Trofeo Colombino hasta que se sea firme el archivo de la causa».

José Fernández, teniente de alcalde del Ayuntamien­to de Huelva, declaró recienteme­nte: «Ojalá me equivoque, pero este verano tampoco habrá Colombino».

Los problemas y la desidia en la organizaci­ón de estos torneos comenzaron hace tiempo. Crecen al ritmo que marca el fútbol moderno y su mercado global. Y se escenifica­n esperpento­s como el del Ciudad de Vigo de 2011, cuando el Sporting de Gijón, campeón tras ganar al Celta en la final, se llevó un trofeo de segunda mano.

Por falta de previsión o de fondos, nadie del Ayuntamien­to –organizado­r junto al Celta– encargó en la joyería la fabricació­n de la copa que se entregaba al vencedor desde su primera edición, en 1971. Abel Caballero, rumboso alcalde socialista, tuvo que entregar a De las Cuevas, capitán del Sporting, uno de los 21 usados trofeos del torneo que el club vigués había ganado y exhibía en sus vitrinas, previa sustitució­n urgente de la placa. En 2012, un año después de semejante chapuza, se celebró por última vez.

Citas tradiciona­les

El Trofeo Naranja cumplirá mañana medio siglo. Lo organiza el Valencia desde 1959, pero ha habido varios veranos en los que no se celebró. En 2022 el rival es el Atalanta.

Dos años después, en 1961, nació el Trofeo Costa del Sol, una iniciativa conjunta del desapareci­do CD Málaga, el Ayuntamien­to de la ciudad andaluza y

la Federación Española. Solo suma 33 ediciones porque ha habido varios paréntesis temporales, algunos muy largos, en los que no se ha celebrado. De hecho, la última edición data de 2017.

Desde 1966 el FC Barcelona no falla ni un año en la organizaci­ón del Trofeo Joan Gamper en homenaje a su fundador y expresiden­te. En la 57 edición, que se jugará el domingo, el rival del Barça es el Pumas mexicano de Dani Alves.

Más tarde, en 1979, el Real Madrid creó el Trofeo Santiago Bernabéu en memoria de su exjugador y expresiden­te. El primer campeón fue el Bayern de Múnich. El trofeo medía metro y medio y pesaba unos 100 kilos, así que tuvieron que levantarlo entre varios jugadores. Se han celebrado 39 ediciones porque no se disputó en 2014, ni lo hace desde 2018 por las obras del estadio.

El vecino y rival madrileño, Atlético, lleva la friolera de 19 años sin organizar el Trofeo Villa de Madrid. Creado en 1973, se disputaron 29 ediciones. La última, en 2003, con motivo del centenario del club. Desde entonces, nada. Una edición infernal: apenas 4.000 espectador­es acudieron al Vicente Calderón y la final acabó a la 1.30 de la madrugada. Fue la enésima pista de lo que vendría. Ahora priman la venta de camisetas –una distinta y más estrambóti­ca cada año– y las giras por lejanos países donde el fútbol es show antes que deporte, pero hubo una época en la que el ‘sueño americano’ de la pretempora­da futbolísti­ca se vivía en los veranos de España.

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// ABC El Sevilla ganó el Carranza en 2009. A la izquierda, el Teresa Herrera
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