El fin de la fiesta
El título del libro de Rubén Amón sirve también para los tiempos de escasez que corren
EL Estado del bienestar era eso que no sabíamos que teníamos hasta que lo perdimos. Ya ni siquiera podemos quejarnos de la pobreza energética, lo que teníamos antes de la calefacción y el aire acondicionado. Éramos pobres y no lo sabíamos. Mi amiga Ana se ponía el anorak y el gorro para hablar con su novio desde el supletorio de la habitación de su madre. Lo único que calentaba la casa era la mesa de camilla con su brasero. Mi amiga Ana y yo tenemos hoy calefacción y aire acondicionado. De momento. Con mi amiga Ana también fui a un Madrid-Milán en la época en que el Madrid perdía siempre con el equipo de Arrigo Sacchi. Nuestras localidades del Bernabéu eran de pie. Había más gente de la que cabía y nos tocó una escalera con barandilla. Teníamos una pierna más alta que la otra. Así se acaba con una lesión, como el protagonista de ‘House’ haciéndose el cojo. Ahora la UEFA recupera las gradas de pie. Y a la vez hay escasez de mostaza en Francia y de hielo en España.
En la serie ‘Battlestar Galactica’ (la segunda, no la de Dirk Benedict y Jane Seymour con capa), la nave cochambrosa del mismo nombre sobrevive al ataque de los cylones porque no tiene redes, no tiene un sistema informático que los malos puedan desactivar. También sobrevive la Battlestar Pegasus porque estaba revisando su sistema cuando el ataque. Nada de cosas modernas. Las hemos disfrutado y ya no podemos. Tampoco existe el Concorde, aunque lo pudiéramos pagar. Es el fin de la fiesta. En muchas cosas. Ayaan Hirsi Ali advertía que la historia no va siempre hacia delante, que «en el caso de las mujeres europeas va hacia atrás». Hombre. Pero es verdad lo del conductor de autobús francés que no dejó subir a una mujer con una falda muy corta. Por supuesto, era musulmán.
Y ahora la energía. Sólo pienso en Nati Mistral recitando lo de Leonor de Aquitania. «Qué doloroso es amar y no poderlo decir». O sea, qué doloroso es tener calefacción y aire acondicionado y no poderlos poner.