ABC (Andalucía)

Seguir a Jaume

Giró ha sido un nuevo rico en todo. Siempre llega tarde y sólo para figurar

- SALVADOR SOSTRES

HE estado un par de días en Llafranc y sin que él me viera he visto pasear al conseller de Economía, Jaume Giró. Le he seguido un rato, a unos pasos de distancia, recordando que hace unas semanas denunció que le había vigilado un espía del CNI «en pantalones de tergal». Yo voy en polo y bañador y seguirle sin dejar rastro es tan fácil, incluso siendo conocido como es mi caso, que es evidente que su relato es ficticio para ganar puntos ante su nuevo público independen­tista. Conocí a Jaume cuando era la persona de confianza de Antonio Brufau en Gas Natural. Me lo presentó Lluís Prenafeta. Giró nos parecía a todos un personaje ridículo, pretencios­o, con su espantosa costumbre de apagar sus puritos de pacotilla en el plato de la taza del café, pero como nos ayudaba, a todos nos iba bien alimentar al mono tirándole cacahuetes. Él jugaba con el dinero de los demás (primero Gas Natural, después Repsol) para agradarnos y formar parte del grupo; y nosotros jugábamos con nuestro mito de héroes del catalanism­o –absurdo, pero que a él le fascinaba– para que él se emocionara y firmara el patrocinio. Para él, significab­a el ingreso en el club de los importante­s. Para nosotros era una relación interesada, cínica y descarnada.

Poco a poco Jaume fue prosperand­o y se fue incorporan­do a nuestro mundo. Hubo una lamentable coincidenc­ia entre que empezó a venir a nuestros restaurant­es –especialme­nte Via Veneto– y una mejora salarial que usó para comprarse ropa a su gusto. Entre otras joyas, se hizo con un cinturón de Dolce Gabanna, con las dos iniciales como muy grandotas, y entonces entraba en la sala fardando, haciendo mucho ruido, moviendo demasiado aire, abrazándos­e a los camareros con esos espantosos golpes en la espalda y quedabas bien retratado cuando todo el mundo veía que iba a sentarse en tu mesa.

Quien mejor describió esta sensación que todos teníamos con Jaume, de burlarnos o avergonzar­nos de él, mientras aceptábamo­s sus favores, fue Macià Alavedra, que toda la vida veraneó en Llafranc. Decía que cuando le veía venir por el paseo del mar, donde acababa de comprarse una casa, «con su pose de piojo resucitado, el ‘bec de llebre’ y aquella risa de idiota, como si se estuviera haciendo caca», sentía unas ganas irrefrenab­les de soltarle con la mano bien abierta un guantazo, pero a medida que se iba acercando, recordaba que era el director general de Repsol, y que quizás la bofetada se la podría dar él, por lo que le saludaba con el más efusivo de los abrazos.

Giró ha sido un nuevo rico en todo. Siempre llega tarde y sólo para figurar y aprovechar­se. Pero que esto le haya servido para trepar en una sociedad corrupta y amputada como la catalana, no significa que no hayamos detectado el repertorio completo de su farsa. Ahora, en su afán por ser el candidato de Junts a la Generalita­t, se inventa un pasado épico y ese victimismo con que los independen­tistas y algunas damas esperan dotarse de una profundida­d que siempre acaba topando demasiado rápido con el fondo, como en un vaso de plástico.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain