Educación, energía y... defensa
Cuando una nación deja de considerar la educación, la energía y la defensa como políticas de Estado pasa lo que pasa. Luego no nos extrañemos
TRES materias son fundamentales para confirmar la deriva de las grandes naciones: educación, energía y defensa. Cuando un país avanzado deja la educación al albur de la conveniencia partidaria del momento se fraguan inexorablemente generaciones de ciudadanos incultos, sin espíritu crítico y sin conocimiento de la propia Historia. En este capítulo, reconozcámoslo, somos campeones de esta parte del mundo.
Si el gobierno de turno trastoca su propia estrategia energética e industrial y la confunde con intereses supuestamente geoestratégicos pasa lo que le ha pasado a Alemania, que por una moda antinuclear auspiciada por movimientos ecologistas desde un falso progresismo se echaron en manos del gas ruso. Y con los alemanes, el resto de europeos.
Y queda la defensa (que es lo mismo que la política exterior). O la sociedad en su conjunto aprobamos de una vez la asignatura ‘Cultura de la Defensa’ o estamos abocados al suicidio colectivo como nación y como Europa.
El control de la información, hasta el ridículo, por parte del Gobierno; el cerrojazo de la comunicación a los expertos militares, y los complejos posfranquistas que, increíblemente, siguen existiendo en la sociedad española provocan el desconocimiento de la sociedad sobre sus Fuerzas Armadas.
Así, con sinceridad, tres preguntas: ¿Alguien piensa que en los diecisiete sistemas educativos de España (más Ceuta y Melilla) se enseña bien la Historia de España? ¿Somos conscientes de nuestra dependencia energética y nuestras necesidades?
Los españoles, en general, ¿sabemos dónde y por qué están desplegados nuestros soldados por el mundo? Tajantemente, no. Luego, que no nos extrañe el suspenso permanente en la asignatura ‘Cultura de la Defensa’.
Si no valoramos nuestra Historia (y no te digo la Lengua Española), si no somos conscientes de nuestro déficit energético (y nuestras ventajas competitivas) y si no valoramos nuestra influencia geográfica e importancia en el mundo, entonces, no nos extrañemos de nada. Porque es culpa nuestra.
En concluyendo: formación, valores, economía real e historia. Todo a la vez, aunque ya lleguemos tarde.
PD: A las tres materias clave hay que añadir el agua como elemento fundamental para la miseria y, por lo tanto, para las migraciones sur-norte y este-oeste en el mundo. El agua se ha convertido ya en la prueba del nueve del auténtico cambio climático y en otra clave de las hambrunas del siglo XXI.