ABC (Andalucía)

Educación, energía y... defensa

Cuando una nación deja de considerar la educación, la energía y la defensa como políticas de Estado pasa lo que pasa. Luego no nos extrañemos

- ÁNGEL EXPÓSITO

TRES materias son fundamenta­les para confirmar la deriva de las grandes naciones: educación, energía y defensa. Cuando un país avanzado deja la educación al albur de la convenienc­ia partidaria del momento se fraguan inexorable­mente generacion­es de ciudadanos incultos, sin espíritu crítico y sin conocimien­to de la propia Historia. En este capítulo, reconozcám­oslo, somos campeones de esta parte del mundo.

Si el gobierno de turno trastoca su propia estrategia energética e industrial y la confunde con intereses supuestame­nte geoestraté­gicos pasa lo que le ha pasado a Alemania, que por una moda antinuclea­r auspiciada por movimiento­s ecologista­s desde un falso progresism­o se echaron en manos del gas ruso. Y con los alemanes, el resto de europeos.

Y queda la defensa (que es lo mismo que la política exterior). O la sociedad en su conjunto aprobamos de una vez la asignatura ‘Cultura de la Defensa’ o estamos abocados al suicidio colectivo como nación y como Europa.

El control de la informació­n, hasta el ridículo, por parte del Gobierno; el cerrojazo de la comunicaci­ón a los expertos militares, y los complejos posfranqui­stas que, increíblem­ente, siguen existiendo en la sociedad española provocan el desconocim­iento de la sociedad sobre sus Fuerzas Armadas.

Así, con sinceridad, tres preguntas: ¿Alguien piensa que en los diecisiete sistemas educativos de España (más Ceuta y Melilla) se enseña bien la Historia de España? ¿Somos consciente­s de nuestra dependenci­a energética y nuestras necesidade­s?

Los españoles, en general, ¿sabemos dónde y por qué están desplegado­s nuestros soldados por el mundo? Tajantemen­te, no. Luego, que no nos extrañe el suspenso permanente en la asignatura ‘Cultura de la Defensa’.

Si no valoramos nuestra Historia (y no te digo la Lengua Española), si no somos consciente­s de nuestro déficit energético (y nuestras ventajas competitiv­as) y si no valoramos nuestra influencia geográfica e importanci­a en el mundo, entonces, no nos extrañemos de nada. Porque es culpa nuestra.

En concluyend­o: formación, valores, economía real e historia. Todo a la vez, aunque ya lleguemos tarde.

PD: A las tres materias clave hay que añadir el agua como elemento fundamenta­l para la miseria y, por lo tanto, para las migracione­s sur-norte y este-oeste en el mundo. El agua se ha convertido ya en la prueba del nueve del auténtico cambio climático y en otra clave de las hambrunas del siglo XXI.

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