Erdogan apuesta por mediar en Ucrania para ganar en Turquía
El Gobierno islamista espera que la creciente relevancia de Ankara en la comunidad internacional –por la invasión rusa y el pulso a la OTAN– sirvan de palanca para su reelección pese a la crisis, la inflación y el desplome de la lira turca
La inflación oficial es del 80% y la extraoficial, en torno al 160%. El cambio de la lira con respecto al euro se ha triplicado desde 2020
Putin y Erdogan, Erdogan y Putin, ambos hombres fuertes que hablan el mismo idioma del poder. La figura de Recep Tayyip Erdogan se impone como una de las ganadoras de estos cinco meses de guerra: con una mano promueve la venta a Kiev de los drones Bayraktar, que fueron especialmente efectivos en los dos primeros meses de invasión rusa y que la compañía que los produce tiene a sus mandos a un yerno del propio presidente turco, y con la otra saluda al responsable último de la guerra: Vladímir Putin. No ha sido el presidente francés Emmanuel Macron, ridiculizado por el Kremlin, sino el caudillo islamista quien se ha erigido en el mediador oficioso de la guerra en Ucrania, eso sí con dudoso éxito real sobre el campo de batalla. Las fuerzas rusas atacaron el puerto de Odesa apenas un día después de arrancar el principal acuerdo en cinco meses de guerra para la exportación de grano desde tres puertos del mar Negro. A falta de paz, la creciente relevancia de Turquía en la comunidad internacional puede convertirse en la llave de Erdogan para lograr su reelección en las decisivas elecciones de 2023.
Como parte de esos acuerdos, el recién inaugurado Centro de Coordinación Conjunta, en el distrito estambulí de Besiktas, y que está integrado por 20 representantes de Naciones Unidas, Turquía, Rusia y Ucrania, ya ha supervisado esta semana la primera embarcación con grano procedente de Ucrania con destino al Líbano. Ankara puede ser un «mediador eficaz en el conflicto entre Rusia y Ucrania, y que al mismo tiempo puede ganar grandes sumas de dinero procesando el grano ruso y ucraniano», estima el Instituto Carnegie. En los últimos años, Rusia y Ucrania juntas han representado casi un tercio de las exportaciones mundiales de trigo y cebada, que en su mayoría se dirigieron a Oriente Medio y África; y que ahora se enfrentan a una potencial hambruna por la guerra.
En los primeros meses de la invasión,
Turquía consiguió reforzar su prestigio internacional sumándose a la condena de la ONU de la invasión ilegal de Rusia, lo que a priori podría perjudicar los intereses turcos: Rusia presenta un peso mayor que Ucrania en la balanza comercial de Turquía (en 2019, el volumen comercial con Rusia multiplicaba por cuatro el correspondiente con Ucrania). La obsesión de Ankara es «reforzar la influencia de Turquía» como potencia media regional, que a su vez despierta admiración entre el nacionalismo turco, un arma electoral muy poderosa, cree Jesús Gil Fuensanta, subdirector de la Escuela de Inteligencia Económica y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid (LaSEI) y uno de los mayores conocedores de Turquía en España. Este juego a dos bandas y talento para tejer pactos internos en el país hace que el Gobierno combine el nacionalismo con la exaltación acrítica del Imperio Otomano, explica el académico. «El papel mundial que juega Turquía ha dado un vuelco tremendo en los últimos 20 años. Pero no lo puede lograr todo: las buenas intenciones de Turquía están abocadas al fracaso porque Vladímir Vladimirovich y su corte tienen su plan trazado desde un principio», vaticina Gil.
No diga ‘pavo’, diga Türkiye
El Gobierno del AKP –partido de Erdogan– aspira a revalidar su mandato en 2023 en la peor coyuntura posible: no controla ninguna de las principales ciudades del país y la población sufre cada vez más en sus propias carnes la crisis económica y la galopante inflación –la oficial es del 80% y la extraoficial se estima que en 160%–. Los turcos se han acostumbrado tanto a ver la subida imparable de los precios de productos básicos en los supermercados que lo que más puede oírse es que ya ni los miran «porque cambian cada día».
El cambio con respecto al euro se ha triplicado desde 2020: ha pasado de 1 euro = 6,5 liras al actual 1 euro = 18 liras. En los puestos callejeros del distrito de Kadikoy, a la orilla del Bósforo, en el lado asiático de Estambul, los deliciosos mejillones con arroz también conocidos como ‘midye’ han duplicado
e incluso triplicado su precio en tan solo unos meses, y el precio de un ‘café latte’ asciende a 1,40 euros. El salario mínimo en Turquía está en 330 euros; debido a la inflación las autoridades lo han subido en un 30% en los últimos meses. «Esta es la clave para entender los intentos de mediación. Hace 22 años, otra grave crisis que afectó a potencias medias regionales como la propia Turquía o México llevó a Erdogan al poder. Y ahora vuelve a repetirse el mismo caos», recuerda Gil Fuensanta.
Turquía es muy consciente de que esta guerra de Ucrania ha aumentado su influencia en el escenario mundial. Sin embargo, a Rusia le une una relación de amigo-enemigo. Moscú y Ankara están compitiendo y apoyando a bandos opuestos tanto en Libia como Siria. Otra de las derivadas de la guerra es que Turquía puede estar convirtiéndose en refugio, no solo para los magnates rusos sancionados por la comunidad internacional o para el dinero ruso de dudoso origen, sino también para muchos de los 430.000 habitantes que han dejado el país en los cinco primeros meses de 2022. Con respecto a Turquía, en las tres primeras semanas de invasión llegaron cerca de 14.000 rusos y hasta 49.000 ucranianos.
«Productos básicos han pasado a ser de lujo. El apoyo a Erdogan ha caído a
niveles sin precedentes», explica a este diario Pelin, investigadora y analista turca, que también resalta los efectos del continuo goteo de inmigrantes llegados de Siria y Afganistán como fuente del hartazgo de la población. «La afluencia excesiva de refugiados está desatando tendencias racistas», apunta la analista.
El país está partido en dos en torno a Erdogan y el islam. «La política en Turquía no puede considerarse libre de religión durante los últimos 20 años. Es una herramienta útil para manipular las situaciones más difíciles en nombre del Gobierno. La gente empieza a alzar la voz incluso en público; puedes ver lo cansados e insatisfechos que están», agrega. En su afán de mostrar a Turquía como potencia internacional a la que se le respeta, además del contencioso con la OTAN por la entrada de Suecia y Finlandia, Erdogan ha solicitado formalmente que la ONU se refiera al país solo como «Türkiye». Quiere promover así el uso internacional del nombre en turco y al mismo tiempo evitar que los angloparlantes sigan confundiendo el país con un pavo. Para Pelin, «es para demostrar que tiene el poder de hacer que Turkiye sea aceptado por los demás como él quiere. Será el héroe y defensor del país. El chovinismo es muy efectivo aquí».