ABC (Andalucía)

Soldados de Gatusso

La realidad es que el esfuerzo da sus frutos solo a veces y, por eso, el éxito es la suma de muchas cosas

- JOSÉ F. PELÁEZ

DICE Gattuso que solo quiere para el Valencia a jugadores que hayan fracasado, de un perfil casi perdedor. No saben cómo le entiendo. Yo quiero a mi lado hombres con cara de mala leche, hombres que conozcan la culpa que sucede a la derrota, el olorcillo de la vida con cartas malas, los mapas acotados del infierno. Solo ellos conocen la alternativ­a y podrán, llegado el caso, defender con su vida la alegría.

No hay nada más horrible que la cara de idiota del que solo conoce el triunfo. Es la misma cara del que se quita la barba en vacaciones y descubre un labio superior inmenso, unos mofletes de monaguillo y la papada como un tobogán suave, blanquecin­o, femenino. Así es la mirada del que solo ha tenido en las manos la victoria, el viento a favor, la suerte de cara. Es cara de niño malcriado, de estrella del futbol escolar. Nada peor que el olor a nuevo del ganador, nada más horrible que los brillos en la cara, el sabor del mojito, el uso reiterado de epítetos como ‘cobarde’, ‘agresivo’, ‘desacomple­jado’. La gente que solo conoce la felicidad tampoco la conoce del todo porque la felicidad es un globo que ha sido inflado de infelicida­d previa. Y es ella la que define su tamaño: la pena haciendo surcos, abriendo vetas y ensanchand­o la profundida­d del sentimient­o para estar al nivel cuando cambien las tornas.

Nada tan feo como la vida a través de los ojos del vencedor provisiona­l. Porque siempre es provisiona­l, en la vida no hay ganadores o perdedores: solo hay gente que a veces gana y a veces pierde. Y, quizá, por eso, el ganador es solo un perdedor que no ha caminado lo suficiente. Lo malo es que no lo sabe, tiende a hacer causa general y piensa que todo lo que ha conseguido es consecuenc­ia lógica de sus actos, del esfuerzo, que siempre da sus frutos. Ya no recuerda los tiempos en los que no se los dio. El arte de buscar causas se convierte, así, en un juego fútil, porque no se cuenta con todos los datos. Y las causas nunca son las que creemos. La realidad es que el esfuerzo da sus frutos solo a veces y, por eso, el éxito es la suma de muchas cosas, entre ellas del esfuerzo, por supuesto, pero también del talento, de los genes, del sacrificio, de la voluntad, de la oportunida­d, de la osadía, del entorno y de algo más, que nadie sabe lo que es pero que es lo único que importa. Llamémoslo suerte, aunque la suerte suele ser despreciad­a por quien habla de sus méritos con la bocaza llena. No se ha enterado aún que el éxito tiene solo sujeto paciente.

Igual sucede con el fracaso. Es fácil fustigarse con el juego de causas, aunque sepamos que, en ocasiones, el mismo camino recorrido por dos personas lleva a destinos diferentes. Las circunstan­cias de Ortega, el destino, Dios, no lo sé, pero no merece la pena buscar las causas en el pasado que, como decía Scott Fitzgerald, nos atrae incesantem­ente como un barco contra la corriente. Y contra la corriente se vive, erguidos y libres como poetas troyanos. Como auténticos soldados de Gattuso.

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