ABC (Andalucía)

Concluye el simulacro militar de China en Taiwán y empieza el conflicto futuro

▶ El fin de cuatro días de maniobras alrededor de la isla abre un tiempo nuevo de militarism­o en la región

- ENVIADO ESPECIAL A FUZHOU (CHINA)

La brisa mece las copas de los árboles y las cigarras estridulan, pero sobre ambos soniquetes veraniegos se impone un rugido mecánico intermiten­te. El estruendo no procede de la naturaleza agreste que rodea Houlincun, «el pueblo delante del bosque», sino del emplazamie­nto detrás de la espesura, oculto tras el vallado y protegido por soldados del Ejército Popular de Liberación: la base aérea de Longtian.

Desde aquí, aviones de combate se despegaron en los últimos días para participar en unas maniobras militares sin precedente­s, con las que China pretendía amedrentar a Taiwán por recibir a Nancy Pelosi. La visita de la presidenta de la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos, la más importante en un cuarto de siglo, ha sacudido un conflicto destinado, a corto, medio o largo plazo pero en apariencia sin remedio, a una conclusión por las armas.

«Sí, los he escuchado», contesta el obrero encargado de aprovechar las vacaciones escolares para restaurar el colegio. «Nuestro país es fuerte», añade con los últimos brochazos al aula que le ocupa. En la pared sonríen alineados los rostros de ciudadanos modélicos como el joven recluta Lei Feng, mitad hombre mitad propaganda. Interferen­cias trocean la señal de los teléfonos móviles, pitidos que evidencian la seguridad de la zona. Un vecino saluda al forastero paseante imponiendo la obligación de obtener el permiso del responsabl­e local del Partido Comunista.

Imágenes captadas por la empresa de observació­n satelital Planet Labs prueban que, desde el año pasado, China ha comenzado a expandir la capacidad de Longtian y otras bases próximas al estrecho de Formosa. Los cazas acuartelad­os en estos hangares tardarían menos de siete minutos en alcanzar la isla. Pero, de momento, su misión no ha supuesto más que un espectácul­o intimidato­rio, una asfixia simulada.

Contienda predecible

Durante los ejercicios que acabaron ayer, las fuerzas armadas desplegaro­n efectivos aéreos y navales en seis posiciones alrededor de Taiwán, poniendo en práctica a lo largo de cuatro días el bloqueo que precedería a una hipotética invasión, la cual requeriría el mayor asalto anfibio de la historia. China también disparó al menos once misiles balísticos Dongfeng, los cuales por primera vez sobrevolar­on la isla antes de caer al norte, este y sur de sus costas.

El régimen considera a Taiwán una provincia rebelde a la que nunca ha renunciado a someter por la fuerza, el epílogo irresoluto de la guerra civil entre comunistas y nacionalis­tas; ambición que enfrenta el compromiso de EE.UU. de acudir en su auxilio, reiterado el pasado miércoles por Pelosi. «No os abandonare­mos», proclamó en Taipéi ante la presidenta Tsai Ing-wen. Por ende, el territorio representa también –en palabras del Ministerio de Exteriores chino– «la cuestión más sensible de la relación» entre las dos potencias, la cual atraviesa el peor momento desde su establecim­iento en la década de los setenta, ya en el terreno de la confrontac­ión abierta.

El fin de los simulacros marca así el principio de una hostilidad más militar y explícita en el estrecho de Formosa. Taiwán anunció ayer que la próxima semana comenzará sus propias maniobras con fuego real, en las que pondrá a examen su fortaleza defensiva. China, por su parte, iniciará una nueva ronda en el mar de Bohai y al sur del mar Amarillo, destinada a repeler un teórico contraataq­ue de países aliados, en particular EE.UU. y Japón. No en vano cinco de los proyectile­s dirigidos a Taiwán acabaron en aguas de la zona económica exclusiva nipona, también una acción sin precedente­s.

El sol se pone sobre la costa china que mira al estrecho de Formosa. Desde el rompeolas, algunas personas saludan a los barcos pesqueros que regresan a puerto tras faenar. El cielo en días anteriores atravesado por misiles oscurece hoy en paz, pero en el horizonte todavía puede intuirse, agazapado, el relieve de las islas Matsu, uno de los archipiéla­gos bajo control taiwanés más cercanos al continente.

La última sorpresa de la jornada, sin embargo, está por llegar. No es esta que, ante la portada burdeos del pasaporte español, la dueña de la única pensión que admite extranjero­s salude con un «Hola, amigo». No: ante la revelación de que ayer fueron detectados nuevos casos de Covid en el barrio de Pekín don

Taiwán anunció ayer que la próxima semana comenzará sus propias maniobras con fuego real

de reside uno de los recién llegados, a dos mil kilómetros de distancia, la recepción entra en pánico. La señora Zhao, que durante ocho años trabajó como costurera en Barcelona, reparte agitada mascarilla­s por doquier y llama a las autoridade­s en pos de instruccio­nes. China, en efecto, está inmersa en una guerra, pero una en la que los aviones de combate resultan inútiles.

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Pueblo pesquero chino ante el archipiéla­go taiwanés Matsu
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