Sin hielo, gracias
La serpiente del verano en lo económico es la crisis del hielo. No queda. Las fábricas no dan abasto para cubrir toda la demanda. Se trata de la típica controversia veraniega que sirve para llenar minutos de radio y huecos en esta época del año en la que no hay mucho de lo que tirar y de la que nos habremos olvidado en pocas a semanas. Sin embargo, además de para conocer esta fascinante industria, la actual polémica es una buena muestra del signo de los tiempos. El tratamiento que en general se está
dando a la noticia es un buen síntoma de la psicosis apocalíptica
en la que estamos instalados. Es verdad que no hay hielo suficiente pero problema radica, como en muchas otras industrias, en que la
recuperación de la demanda ha sido muy fuerte en muy poco tiempo. Tras un par de años en los que lógicamente el hielo sobraba, las ganas de recuperar el tiempo perdido y algo más de calor ha llevado a que la demanda se haya ido muy por encima de un año medio. Los fabricantes no contaban con ello y los empresarios de hostelería tampoco han sabido preverlo lo que ha llevado a que en el chiringuito estén escatimando con el hielo del tinto de verano.
En lo económico la pandemia ha supuesto algo que no habíamos vivido nunca. Y todavía hoy seguimos en territorio desconocido, porque nos resulta muy difícil anticipar el comportamiento de las distintas variables que son los que nos llevan a tomar decisiones de inversión. Hoy les toca a los fabricantes de hielo, como antes les ha tocado a los de coches, a las
plataformas de televisión o los dueños de gimnasios. El pasado no es referencia del futuro y hay que irse adaptando en función de como vengan las cosas.
A los fabricantes de hielo y hosteleros les ha cogido el toro este verano, pero no ha sido precisamente porque estemos teniendo un verano malo sino por todo lo contrario aunque algunos se empeñen en retorcer el argumento deseado que luego es debidamente jaleado en las terrazas en las que no cabe un alma.