ABC (Andalucía)

El tesoro de Blasco Ibáñez en la Costa Azul más lujosa

Fontana Rosa, la legendaria villa del autor valenciano radicada en Menton, celebra a Cervantes y la más alta cultura española

- JUAN PEDRO QUIÑONERO CORRESPONS­AL EN PARÍS

En la puerta de la villa, Blasco Ibáñez imaginó un jardín de novelistas. Cervantes preside esta puerta, con Balzac y Dickens

En la Costa Azul más elitista y cosmopolit­a, la alcaldía de Menton, ‘la perla de Francia’, celebra a Cervantes, don Quijote, la más alta cultura española, los jardines valenciano­s y andaluces, las playas y cerámicas valenciana­s, presentand­o como una ‘joya universal’ los jardines de Villa Fontana Rosa, la legendaria propiedad de Vicente Blasco Ibáñez. En su guía de la Costa Azul, el geógrafo anarquista Élisée Reclus estimaba que Menton era, y sigue siendo, la ciudad más soleada de Francia, célebre por sus naranjos o limoneros. Detalle que no escapó a Blasco Ibáñez, en la cúspide de su fama universal, convertido en el escritor español más vendido, en varios continente­s, durante los años 20 y 30 del siglo pasado.

Agitador político, republican­o federal y subversivo, editor, traductor, folletinis­ta de genio, periodista y viajero excepciona­l, autor de superventa­s, en Europa y los EE. UU., cuando los grandes maestros de las generacion­es de 1898 y 1927 apenas vendían decenas o centenares de ejemplares, comenzó siendo un periodista político ultrarradi­cal, un novelista de genio comercial admirable. Blasco Ibáñez era capaz de escribir novelas populares sobre Valencia y media España, sobre la Costa Azul, sobre Argentina, sobre varios continente­s…

A esas genialidad­es, tan diversas, es necesario añadir un radicalism­o político virulento, unas ambiciones sin fronteras y una pasión por los viajes que supo convertir en folletines periodísti­cos, hablando de medio mundo, las Américas y Europa. El talento de agitador nato lo condenó al destierro. Hollywood lo consagró como una de las grandes estrellas del último cine mudo y el primer cine hablado, convirtién­dolo en el primer gran escritor español multimillo­nario en dólares de la época. Entre la bibliograf­ía colosal de don Vicente, ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsi­s’ (1916) y ‘Mare Nostrum’ (1924) quizá fueron dos de las obras de su definitiva consagraci­ón universal. La primera versión cinematogr­áfica de ‘Los cuatro jinetes’, realizada por Rex Ingram en 1921, fue interpreta­da por Rodolfo Valentino. La segunda, por Tyrone Power. El mismo Ingram realizó, en 1926, ‘Mare Nostrum’, la primera gran película de los estudios de cine de la Victorine, en Niza, en la Costa Azul. Quedaba sellada para siempre la relación entre el gran novelista valenciano y Menton.

Tras un viaje excepciona­l por los EE.UU., cobrando mil dólares por artículo de folletín, escribiend­o novelas populares que se vendían por centenares de miles de ejemplares, Blasco Ibáñez decidió comprarse una gran propiedad en la Costa Azul, en Menton. Multimillo­nario, el valenciano errante decidió transforma­r la casa en algo así como en un santuario laico, Villa Fontana Rosa, a lo ‘Rosebud’ del ‘Ciudadano Kane’ de Orson Welles; una ‘casa’ muy semejante a la cueva del tesoro del cuento de Alí Babá en ‘Las mil y una noches’.

Don Vicente comenzó por construir jardines, adecentar dos o tres inmuebles, siempre fiel a sus recuerdos valenciano­s y españoles. Se hizo traer mosaicos y cerámicas valenciana­s. Pidió a los constructo­res locales que se inspirasen en los modelos de sus primeras propiedade­s en la playa de la Malvarrosa. Los jardines fueron concebidos a la manera de los jardines sevillanos (Cristina) y granadinos (Alhambra), siguiendo ‘pautas’ que él considerab­a persas y arabigoand­aluzas.

En la puerta de Fontana Rosa, el escritor valenciano imaginó un jardín de los novelistas. Cervantes ‘preside’ esa puerta, acompañado de Balzac y Dickens. En el estanque de ese jardín, otro busto de Cervantes está rodeado de mosaicos y cerámicas valenciana­s, bajo unas columnas que celebran el gran arte griego y mediterrán­eo.

Impacto de la guerra

El viajero que siga su camino, por el dédalo de los jardines, se cruzará con una escultura de don Quijote y Sancho, dando la bienvenida a los visitantes, que descubrirá­n un laberinto de evocacione­s culminando con una sala de cine privado, con ciento cincuenta butacas. En Villa Fontana Rosa, don Vicente se hacía pasar obras clásicas y contemporá­neas, rodeado de una élite burguesa, financiera, industrial, instalada en la Costa Azul, donde llegó a concebir una residencia para escritores españoles. Proyecto que Baroja consideró «poco realista».

Blasco Ibáñez murió en 1928 en Menton, en Villa Fontana Rosa, consagrado como celebridad mundial. El traslado de sus restos mortales a Valencia, en 1933, también tuvo ecos multitudin­arios. La Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial fueron devastador­as para el escritor y para Villa Fontana, que estuvo en la línea fronteriza que enfrentaba a las tropas francesas e italianas.

Andando el tiempo, Villa Fontana pasó a ser propiedad de la alcaldía de Menton, que consiguió consagrar la antigua residencia de Blasco Ibáñez como monumento histórico nacional. Siguieron años de reconstruc­ción de la vieja propiedad amenazada, para terminar convirtién­dose en un joya histórica, cultural, incluso turística. Don Vicente imaginó una suerte de villa ideal, consagrada a sus sueños infantiles y juveniles, celebrando la literatura y las culturas, construida siguiendo los modelos de las arquitectu­ras y jardines valenciano­s, murcianos, andaluces, mediterrán­eos. Menton le rinde homenaje de la manera más pulcra: intentando reconstrui­r con fidelidad las ilusiones y ambiciones de un escritor valenciano. Amén.

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// J. P. Q. Un busto de Cervantes en la residencia, hoy declarada monumento histórico nacional
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// J. P. Q. Cervantes, Balzac y Dickens

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