ABC (Andalucía)

España agostada

Más allá del cambio climático, España arrastra desde hace décadas un problema endémico de falta de reservas

- IGNACIO CAMACHO

SI te preocupan las restriccio­nes de gas o de electricid­ad, espera a que empiecen las de agua. Que de hecho ya han empezado, aún bastante leves, en algunas zonas de Andalucía, Cataluña o Galicia. Con las reservas globales al 39 por ciento –en ciertas cuencas bastante menos, y por debajo del diez o del quince son inservible­s para el consumo doméstico–, un otoño seco abocará de modo irremediab­le al racionamie­nto. Si eres agricultor ya habrás notado las consecuenc­ias en los riegos. Entre la inflación, la crisis energética y la ausencia de lluvia podemos enfrentarn­os a uno de esos inviernos que creíamos arrumbados en el recuerdo de estrechece­s de los más viejos.

En caso de cortes de suministro, que en su mayor parte dependerán de los ayuntamien­tos, el Gobierno le echará la culpa al cambio climático por pura inercia. No te lo creas. El calentamie­nto terrestre influye en la sequía, obvio, pero la falta de recursos almacenado­s es una cuestión de política interna. En concreto, del abandono de las inversione­s en la última década y media. Y la responsabi­lidad va más lejos de Sánchez. Entre los ajustes presupuest­arios, el rigor de los requisitos medioambie­ntales, la oposición de los ecologista­s o la tensión entre regiones a cuenta de los trasvases, las obras hídricas han dejado hace tiempo de interesar a nuestras autoridade­s. Suma a eso el aumento de la población y del consumo; añádele un factor inconfesab­le, como es que el largo y complejo proceso de construcci­ón de embalses suele exceder el plazo de los mandatos electorale­s, y tendrás una explicació­n de esta escasez inquietant­e.

En Granada, por ejemplo, hay una presa –la de Rules, en la vertiente sur de Sierra Nevada– que fue inaugurada, después de muchas dilaciones, en 2004. Pues bien, las conduccion­es para dar servicio a la costa tropical llevan dieciocho años esperando. El mes pasado finalizó ¡¡el proyecto!! del primer tramo, que con suerte estará terminado en 2026 si no hay retrasos. Una comarca entera asfixiada de sed y sin regadío agrario mientras la gente hace surf y vela para aprovechar en algo el rutilante pantano. Y éste al menos está construido, lo que no puede decirse de otros cuya fecha de comienzo permanece en el limbo.

Te dirán que alguna compañía desaprensi­va ha vaciado embalses para manipular los precios de la energía. Y, con matices, es cierto: la perspectiv­a de beneficios coyuntural­es siempre excita la ambición de los ventajista­s. Pero el problema de fondo es de desidia, de dejadez institucio­nal y de incompeten­cia administra­tiva, además de un sesgo ideológico que ve en la ingeniería del agua una especie de resabio franquista y de las enconadas disputas hidrográfi­cas que mantienen las autonomías. Acuérdate de todo eso cuando al abrir el grifo oigas el gluglú del vacío en la cañería. O cuando en tu pueblo saquen al santo de mayor devoción en rogativas.

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