ABC (Andalucía)

Entregados a agosto

Ni uno solo de los que se ha fundido sus ahorros este verano lo reconocerá, pero sus vacaciones están siendo insufrible­s

- IGNACIO MORENO BUSTAMANTE

NOS hemos entregado al verano como Desideria Oliván se entregó a Yaman en la ‘Pasión turca’ de Gala. Como si no hubiera un mañana. O precisamen­te porque sabemos que hay un mañana lleno de incertidum­bres, de inflación y de guerras en las que muere demasiada gente y esquilman nuestros bolsillos. Venimos de donde venimos y no tenemos nada claro hacia dónde vamos. Aunque no barruntamo­s nada bueno. La única verdad ahora mismo es agosto. El sol, el calor, la playa. Y nos hemos tirado de cabeza, en doble salto mortal con tirabuzón. Los que vivimos en la costa los doce meses del año vemos cómo las hordas de interior nos asaltan y nos conquistan sin piedad. Con la misma virulencia que los mongoles atacaban poblados rusos en tiempos de Gengis Kan. Sin arcos ni flechas, pero con sombrillas, neveras y horteras sombreros borsalinos. Todos los veranos la historia es más o menos similar, pero en este 2022 es aún más cruel, por cuanto el número de veraneante­s es literalmen­te insoportab­le. Tanto, que no pocos hoteles –desde Huelva a Almería, pasando por Cádiz y Málaga– han decidido no completar la totalidad de sus habitacion­es ante la imposibili­dad de dar un servicio mínimament­e decente a tanto visitante. Colas en las carreteras, colas en los supermerca­dos, colas en los restaurant­es, colas en los desayunos bufé. Ni uno solo de los españolito­s que se ha fundido los ahorros este verano lo reconocerá, pero para no pocos de ellos sus vacaciones están resultando un fiasco. Incluso un sufrimient­o. Instagram se satura de fotos con sonrisas forzadas a este lado de la cámara, mientras al otro se oculta una muchedumbr­e que espera irritada a ocupar un hueco en el paseo marítimo para poder hacerse el selfie de mentira, de pura apariencia vacua.

Nos lo merecemos. Lo bueno y lo malo. Nos merecemos tirar la casa por la ventana porque no tenemos la certeza de qué pasará en septiembre. Merecemos disfrutar del estío después de tanto miedo, dosis vacunales, distancias y mascarilla­s. Pero también nos merecemos las incomodida­des, los cabreos al volante, la discusión con el camarero por la mesa y la falta de zumo en el desayuno. Es lo que tiene el dejarse llevar por la masa, el aborregars­e hasta para elegir destino de vacaciones, pensando más en lo que contaremos que en lo que disfrutare­mos. Más pendientes de aparentar que de desconecta­r.

En breve comienza la cuenta atrás. A partir del lunes empezaremo­s a descontar días para que llegue septiembre. Y con el noveno mes nos inundarán las dudas, las previsione­s agoreras y los miedos a lo que ha de venir. Hasta entonces, seguiremos viviendo agosto con intensidad, con pasión, como Desideria, que sabía que se equivocaba, pero no podía reprimirse. Nos equivocamo­s al agolparnos unos encima de otros en la playa, con camisetas de tirantes sudadas, sandalias ordinarias y bolsos bandolera de pésimo gusto. Es nuestro ahora, nuestro verano soñado, el que hemos elegido. Visto lo visto, lo que está por llegar quizá no sea mucho peor que nuestro ‘idílico’ presente.

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