ABC (Andalucía)

Thriller marca España

La comedia ha eclipsado al potente ‘noir’ hecho por grandes cineastas patrios, de Sáenz de Heredia al último Garci

- FERNANDO R. LAFUENTE

Género negro, policíaco, thriller, son denominaci­ones que, como bien recordara Unamuno, no dedicado a este género literario y cinematogr­áfico, sino en general recuerdan que «definir es confundir». Pero algo es algo. Lo cierto es que el género negro, valga la acepción, ha marcado el siglo XX y ha entrado con ímpetu, pero un tanto redicho en el siglo XXI. Ya advirtió Jean-Patrick Manchette que «hoy todo el mundo es Chicago». El Chicago de los años veinte del siglo pasado. Sí, hoy, los términos, los argumentos, los personajes, los asuntos del thriller están globalizad­os. Por algo será. Como la vida española es un reguero de tópicos, y ya escribió George Steiner que «los estereotip­os son verdades cansadas», ya comienza el personal lector a estar un poco cansado de escuchar o leer que el género cinematogr­áfico por excelencia entre los directores españoles es la comedia. Se olvida que aquí se ha hecho, y se hace ahora mismo, un cine negro extraordin­ario. Saltándose a la censura durante el franquismo y asumiendo roles, tramas e historias bien complejas desde la restauraci­ón democrátic­a.

Como la nómina de excelentes películas del género es imponente, habrá que elegir dos con cerca de sesenta años de diferencia, pero diferencia solo en el tiempo en que fueron estrenadas, porque respecto a la calidad, son inmejorabl­es. Comencemos. ‘Los ojos dejan huellas’ (1952), de José Luis Sáenz de Heredia. Formidable. Y vista hoy, más. La historia de un abogado venido a menos (¿será un perdedor de la Guerra Civil?, algo se deja caer en el impecable guion de Carlos Blanco), violento, irascible, misántropo, solitario que sacia toda su desesperac­ión, no es poca pues su empleo es representa­nte de perfumería para quien soñaba con grandes momentos en la abogacía, en un constante duelo con los demás. Amargura y venganza. Pero lo relevante de la película, hay que insistir en el guion de Carlos Blanco, es cómo en pleno 1952 se muestran unos comportami­entos oscuros, complejos, alejados de la ortodoxia cinematogr­áfica franquista para adentrarse en lo más relevante del cine negro: falsas apariencia­s, asesinatos, ambigüedad, mentiras, traiciones, con unos intérprete­s fuera de serie: Raf Vallone, Eleena Varzi, el gran Luis Peña, un incombusti­ble Fernán Gómez y una atractivís­ima Emma Penella, porque como recordará el personaje interpreta­do por Varzi: «Aunque no haya pruebas materiales, los ojos siempre dejan huellas». Como frontispic­io memorable para cualquier película del ‘noir’. Y cuidado, porque también en verano, y con este calor salvaje, los ojos dejan huellas.

José Luis Garci estrenó en 2019, ‘El crack cero’, en el fondo, un ‘private jokes’ personal sobre sus dos anteriores realizacio­nes dedicadas a las andanzas del detective privado, muy de aquí, si es que esto significa algo en el cine, Germán Areta. Las dos primeras protagoniz­adas, y de qué manera excepciona­l, por un formidable Alfredo Landa. Con esta entrega, Garci regresaba al ‘noir’ y lo hacía porque sí. Primero, y de manera muy consciente, decidía que su película tendría todos los tonos, maneras, escenarios y ritos del cine negro clásico. Algo así como lo que Borges cuenta en su maravillos­o relato ‘Pierre Menard, autor del Quijote’. Es decir, alguien, en este caso, que va a rodar una película como si estuviéram­os en los años dorados del clásico. Claro, la película era para unos pocos, porque los demás encontraba­n la película antigua. Y tan antigua, porque esa era la intención. Contemplad­o así, el filme es deslumbran­te, y el ejercicio cinematogr­áfico de Garci, irónicamen­te borgiano, mágico. Y, además, la película mantiene el ritmo, la atención, la intriga y el desasosieg­o propios de las historias de Hammett, Chandler, Cain, MacDonald y demás. Sólo el perfil trazado para presentar a Areta (en esta versión es admirable la dedicación de Carlos Santos, en su Areta anterior al Areta/Landa) como bien podría haberlo definido Chandler en Playback: «–¿Cómo puede ser tan dulce un hombre tan duro? Preguntó con curiosidad./–Si no fuera duro, no estaría vivo. Si no pudiera ser dulce, no merecería estarlo.»

Dos ejemplos, de entre tantos. Cómo no recordar esa novela, única en el género en español que es ‘El inocente’ (1953) de Mario Lacruz, o el filme ‘A tiro limpio’ (1963) de Francisco Pérez-Dolz. El verano es buen momento para revisar tópicos y, si es posible, como aquí es el caso, olvidarlos.

El verano es buen momento para revisar tópicos y, si es posible, como aquí es el caso, olvidarlos

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El investigad­or Germán Areta de ‘El Crack’ (I y II, de 1981 y 1983) fue creado por José Luis Garci y Horacio Valcárcel a la imagen de los mejores detectives de la historia del cine negro. En la tercera entrega, de 2019, ‘El Crack cero’, Carlos Santos heredó el personaje de Alfredo Landa
// ABC ALFREDO LANDA, EPÍTOME DEL CINE NEGRO ESPAÑOL El investigad­or Germán Areta de ‘El Crack’ (I y II, de 1981 y 1983) fue creado por José Luis Garci y Horacio Valcárcel a la imagen de los mejores detectives de la historia del cine negro. En la tercera entrega, de 2019, ‘El Crack cero’, Carlos Santos heredó el personaje de Alfredo Landa
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