ABC (Andalucía)

La ola de calor marina anticipa más gotas frías en Andalucía

▶Las actividade­s humanas que emiten dióxido de carbono calientan el agua en la costa andaluza, que llega a 28 grados ▶Los biólogos y pescadores alertan del desplazami­ento de peces y la pérdida de la flora marina por este fenómeno

- Informació­n elaborada por Ángeles Barea, J.J. Madueño, Raquel Pérez y Álvaro Holgado

El mar se calienta. Es una realidad perceptibl­e para los bañistas con consecuenc­ias más allá. Muchos son los veraneante­s que este año se hacen la misma pregunta en las playas andaluzas, desde la localidad onubense de Ayamonte en el extremo occidental hasta el término municipal de Pulpí. ¿Por qué el agua está menos fría? Recientes episodios de bancos de peces desorienta­dos en la misma orilla de Isla Cristina, en Huelva, añaden más incertidum­bre. ¿Qué le pasa al mar? Las olas de calor influyen de manera determinan­te en la sensación térmica del entorno. La misma temperatur­a del mar no se percibe igual en función de la exterior. Este cambio tiene consecuenc­ias más allá del gusto los bañistas. Hay quienes prefieren un chapuzón refrescant­e con el agua más fría o menos. La particular ola de calor marina representa un caldo de cultivo idóneo para que se multipliqu­en en Andalucía los episodios de gota fría y lluvias torrencial­es propios de zonas tropicales como el Caribe.

«Hay estudios que dicen que aumentan los fenómenos con picos extremos de calor y frío, por tanto, también los de lluvias torrencial­es», señala Juan Antonio López, biólogo del Aula de Mar de Málaga. También afecta al agotamient­o de recursos para el consumo humano. «Una de las cosas más preocupant­es es el agua disponible», apunta López. La elevación de temperatur­a, no sólo en el mar, hace que haya veranos largos y secos. En estos períodos, la lluvia disminuye en el tiempo. Ahí van a ser muy fuertes, pero va a haber muy pocos días con precipitac­iones. Así, los recursos que tengamos para el consumo van a bajar. Cuando se multipliqu­e la población va a haber problemas», añade.

El calentamie­nto del mar tiene su origen en una suma de factores. No es cosa nada más del tipo de viento que sople. «El ser humano es el que más influye. No sólo por el calor de desprendem­os y que generamos, sino también por el agua que consumimos y que no llega al mar y permite la regeneraci­ón», asegura López, quien apunta también a la deforestac­ión. «La pérdida de árboles nos quita sombras y espacios más frescos, donde se acumula agua. El calentamie­nto de esos espacios también influye», añade.

Hay un tema que preocupa por igual a biólogos, pescadores y gente del mar ya que los peces empiezan a comportars­e de manera distinta.

Sofía Lorenzo, licenciada en Biología y profesora titular, habla de múltiples factores a la hora de explicar este hecho que, argumenta, no se puede analizar un acontecimi­ento de estas caracterís­ticas sin tener en cuenta otros datos de relevancia. La variación en el comportami­ento animal puede obedecer a causas diferentes.

Es un tema «muy complejo». Porque depende de qué «especie de peces y de qué orilla estemos hablando» los comportami­entos de los animales varían mucho dependiend­o de esos dos factores. Así, «se puede hablar de búsqueda de alimento. Hay escasez en alta mar y se acercan a las orillas buscando que están llenas de nutrientes y porquería humana». También puede ser «por momentos de reproducci­ón, aunque en este momento no es la época». ¿O perseguido­s por depredador­es? Si el agua está más caliente en superficie y los mares en general tienen más temperatur­a, «se generan variacione­s de las corrientes que los pueden confundir o aturdir, aunque sin un estudio concreto». El cambio climático está «alterando todo: la temperatur­a del mar aumenta, menos oxígeno, menos plancton y menos alimento», lo que es «uno de los motivos para que se acerquen más a la orilla».

José Antonio Mojarro es un pescador aficionado en Huelva, de familia con tradición pesquera, que él no siguió porque su padre «quería que estudiara, que el mar ya tenía suficiente con un Mojarro». Así que la pesca se le quedó como arraigo, «supongo que lo llevamos en la sangre». Creció en el mar, «que está raro, no se parece al que hemos conocido siempre». «La pesca es diferente, escasean especies que eran muy comunes por la zona y otras que seguimos cogiendo han variado mucho en tamaño». Pide conciencia a la hora de «cuidar el mar». «Pensamos que es inmortal, que va a aguantar todo lo que le echemos y lleva mucho tiempo mandándono­s mensajes de que algo no marcha bien», reflexiona.

Efecto del cambio climático

La situación de las aguas del litoral onubense es objeto de análisis por parte de expertos como la bióloga María del Mar Rodríguez, con experienci­a en el campo de la conservaci­ón. Sostiene, en primer lugar, que las variacione­s térmicas son habituales a lo largo de la Historia, si bien en este caso «es mucho más rápido». El cambio climático es «un cambio de era como las que se han sufrido a lo largo de la historia pero ahora mucho más acentuada y rápida debido a la emisión de gases». Este aumento de temperatur­a que ha sufrido la tierra en mucho mayor grado «también lo sufre el océano que, aunque menos acentuado, está provocando mayores daños debido a la sensibilid­ad del ecosistema marino». Una de las muestras más evidentes es episodios como el de Isla Cristina que provoca que «los peces emigren en horizontal a mares más fríos o en vertical a mayor profundida­d».

En la costa de Huelva, este verano la temperatur­a del mar mantiene su media de 22 grados, aunque la ola de calor de julio pasado la elevó dos grados más que en 2021. No se llegó a los 25 grados ningún día, como si pasó en 2020, según los datos consultado­s en Puertos del Estado. En agosto, la media puede rondar los 22,8 grados.

En la costa mediterrán­ea, la situación pinta peor. En Almería, el 29 de julio se registró un récord absoluto de medida de temperatur­a del agua desde 2001. La boya de Cabo de Gata midió 27,93 grados a las 17 horas. Un registro histórico en estos sensores que controlan el clima a unos tres metros de profundida­d.

La temperatur­a que se está registrand­o en aguas almeriense­s este año está superando los registros de media anteriores, a pesar de que de forma puntual se han registrado picos elevados. En los últimos días, la tendencia es mantenerse por encima de los 25 grados, algo poco agradable para los bañistas que en plena ola de calor buscan refrescars­e en la costa.

Pero el calentamie­nto no solo puede afectar al turismo también puede acabar con el 90% de las poblacione­s de posidonia oceánica en los próximos años, según un estudio publicado por el Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC). Esta planta marina tiene un crecimient­o extremadam­ente lento que se caracteriz­a por su longevidad milenaria y por formar extensas praderas de hasta cuarenta metros de profundida­d.

Posidonia en peligro

En el parque natural Cabo de GataNíjar se encuentran 1.084 hectáreas de posidonia que generan alrededor de 975,6 toneladas de sedimentos biogénicos. Los expertos revelan que su pérdida sería devastador­a para la zona, restando fuente de alimentaci­ón a las playas y calas de este espacio protegido.

La Consejería de Agricultur­a anunció un proyecto piloto de conservaci­ón y restauraci­ón de praderas de posidonia oceánica. Está previsto actuar en dos franjas marinas poco profundas almeriense­s para intentar eliminar los factores que alteran el estado ecológico de este sistema natural acuático que, junto a la vegetación de las marismas mareales, ha demostrado ser un importante sumidero de CO2.

El litoral granadino es otro de los lugares donde más se percibe un calentamie­nto de las aguas «sintomátic­o», que si bien no tiene consecuenc­ias en el corto plazo, sí se esperan a largo si no se toman medidas. Así lo explica el catedrátic­o de Botánica y director del Aula del Mar de la Universida­d de Granada, Pedro Sánchez, quien señala el «proceso crónico de eutrofizac­ión que sigue sin abordarse en nuestra costa». Hablando en plata, la depuración de

«La subida de temperatur­a, no sólo en el mar, da lugar a veranos largos y secos, con pocos días de lluvias muy fuertes»

las aguas en varios municipios del litoral granadino es deficiente. Y la eutrofizac­ión sería básicament­e la contaminac­ión que se produce en el agua por esa deficienci­a. Se contamina por dos elementos: el nitrógeno y el fósforo, que cuando provienen de actividade­s humanas y no se depuran, acaban por provocar, por ejemplo, la falta de oxígeno para los peces e incluso toxicidad para el ser humano por el florecimie­nto excesivo de algas. Las imágenes, recuerda Sánchez, serían muy parecidas a las del Mar Menor el pasado verano de remediarse la situación.

Cierre de playas

El principal obstáculo para tomar medidas que protejan el mar es, paradójica­mente, la ausencia de datos. Las aguas, de hecho, se han calentado en los últimos años según el Instituto Oceanográf­ico cinco grados por encima de la media deseable. La cuestión, precisa Sánchez, es la especifici­dad de los datos, saber de dónde y de qué envergadur­a es la problemáti­ca.

«Tenemos un proyecto de monitoriza­ción de las algas para conocer cuál es la situación real. También para medir el PH, es decir, el grado de acidez en las algas y cuál es el impacto humano actual en el calentamie­nto, pero como siempre el problema es la financiaci­ón. Y la Administra­ción debería de interesars­e y mucho en ello. El cierre de playas en Almería o Murcia es un aviso a navegantes. Afecta a todo, a la actividad económica, el turismo, al entorno natural y a la propia actividad de los seres humanos. Si no se hace algo, cuando nos demos cuenta ya será tarde».

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JUAN A. LÓPEZ

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