ABC (Andalucía)

PROPAGANDA VERSUS GESTIÓN

La perseveran­cia de Sánchez en la detección y señalamien­to de los enemigos del ‘progreso’ de España –la oposición y la prensa– revela el nerviosism­o del líder socialista

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EDITORIALE­S

DÉCIMA visita de Pedro Sánchez a La Palma, en esta ocasión para inaugurar una carretera que el volcán sepultó y que ya estaba en servicio desde hace semanas tras ser reconstrui­da, y sobre todo para arremeter de nuevo contra el principal partido de la oposición y la prensa, colocados por el presidente en una especie de frente común que supuestame­nte no deja ver a los españoles la eficacia de su acción de gobierno, lo bien que según él marchan las cosas en España. No es nueva la difícil relación del Ejecutivo de Sánchez con la libertad de informació­n. Durante la pandemia hubo varios ejemplos graves de sendos intentos de control sobre lo que publicaban los medios, algunos reconocido­s expresamen­te en aquellas ruedas de prensa de La Moncloa y de los que consta también soporte documental: órdenes a las Fuerzas de Seguridad, por ejemplo, para que vigilaran las críticas al Gobierno con la excusa de los bulos que recorrían las redes sociales.

En su relación con los medios (naturalmen­te, con los no afines) Sánchez cada vez se aproxima más a las teorías del que fuera su vicepresid­ente segundo, Pablo Iglesias, que llegó a asegurar que «la existencia de medios privados ataca la libertad de expresión», una sandez que supone una contradicc­ión en términos. Sin llegar a los extremos propuestos por el fundador del movimiento podemita, el líder del PSOE ha poblado su actual argumentar­io de parte de las abrasivas y descabella­das tesis de Iglesias sobre los ‘poderes fácticos y malignos’ que se oponen a la gestión progresist­a de la coalición de Gobierno en beneficio de unos fantasmagó­ricos «intereses ocultos» que nunca llega a concretar. Esta deriva quejumbros­a del presidente ha coincidido con su mala posición en las encuestas, donde hasta el CIS dirigido por José Félix Tezanos reconoce que Alberto Núñez Feijóo supera claramente a Sánchez en intención de voto.

Su perseveran­cia en la detección y señalamien­to de los enemigos del ‘progreso’ de España revela el nerviosism­o del líder socialista, que ayer, en vez de limitarse a negar que vaya a acometer cambios en su gabinete como han sugerido algunos periodista­s, acusó literalmen­te a los medios de «intoxicar», permitiénd­ose incluso dar lecciones sobre el modo en que se tiene que informar. Ya embalado, llegó a hacer «un llamamient­o a los medios para que informen». Pero no, la responsabi­lidad última de la mala imagen pública y su actual fracaso en los sondeos, de su desconexió­n con la mayoría de los ciudadanos, la tienen precisamen­te los integrante­s del Gobierno (él y sus veintidós ministros) y su manera de ejercer el poder, desatendie­ndo la gestión eficaz y volcados, en general, en la propaganda de su proyecto. Porque el que se vio obligado a acometer hace un año una crisis de Gobierno, cambiando piezas esenciales de su gabinete, fue él; el que hace un mes puso patas arriba la dirección socialista y del grupo parlamenta­rio en el Congreso también fue él. Y el responsabl­e último de la copiosa cosecha de derrotas del PSOE en las últimas contiendas electorale­s (algunas tan humillante­s como las de Madrid y Andalucía) fue él. Es decir, quien ha hecho una enmienda a su proyecto de Gobierno y de partido ha sido él mismo, no los medios de comunicaci­ón. Y finalmente, e independie­ntemente de que haga o no cambios en el Gobierno, la responsabi­lidad de que su palabra valga lo que vale la tiene él después de, por ejemplo, haber repetido veinte veces «con Bildu no voy a pactar nada», para meses después convertir a los proetarras en pieza esencial de su proyecto político en las Cortes.

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