ABC (Andalucía)

Tormenta perfecta (contra España)

«¡Seguimos!» era el verbo de los tuiteros separatist­as: la consigna que condujo a Cataluña al precipicio

- SERGI DORIA

Agosto, septiembre, octubre. El atentado, las leyes de transitori­edad jurídica (abolir la Constituci­ón) y el asedio a la consejería de Economía, el referéndum ilegal del 1 de octubre y la culminació­n sediciosa con la ‘república catalana’.

Lo de septiembre y octubre figuraba en la hoja de ruta: la carnicería islamista de la Rambla, no, pero los del ‘cuanto peor mejor’ no desaprovec­haron la ocasión de ensalzar a los Mossos d’Esquadra como ejemplo de gestión policial y de ensuciar la imagen de España insinuando complicida­des del CNI con el imán de Ripoll, cerebro del atentado. Los vehículos de la Policía autonómica se cubrían de flores y el Estado se manchaba de sangre.

Han tenido que pasar cinco años de calumnias hasta que el mayor Josep Lluís Trapero, en una entrevista en ‘La Vanguardia’, desmonte la teoría de la conspiraci­ón que tantos réditos demagógico­s – sucios, tramposos, golpes bajos a la profesiona­lidad de los Cuerpos de Seguridad del Estado– dio a un independen­tismo que utilizó el duelo de todos para la exhibición de su indecente propaganda. Agosto, septiembre y octubre, meses tempestuos­os dice el hombre al que el separatism­o puso en el trono de una heroicidad hiperbólic­a que servía al gobierno Puigdemont –con el consejero Joaquim Forn diferencia­ndo entre víctimas catalanas y españolas– para oponer a la competente Policía catalana –embrión militariza­do de la inminente república– a los perversos servicios secretos españoles que «algo debían saber» de los atentados y no dijeron. Hipérbole y mentira, aunque, «la única realidad de aquel momento es que el CNI nos ayudó mucho en la investigac­ión», declara Trapero.

Había que crear un estado de ánimo antiespaño­l: la tormenta perfecta que justificar­ía lo que vendría después. La manifestac­ión por las víctimas del atentado devino en una encerrona donde las víctimas importaban poco. Pancartas que ligaban monarquía con tráfico de armas y compadreos con el islamismo radical: «Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas»; banderas ‘estelades’ con crespones negros, abucheos, gritos de «fuera fuera»…

En el gabinete Puigdemont, cual gabinete Caligari, confirmaba­n con satisfacci­ón que la tormenta perfecta se había desencaden­ado. «¡Seguimos!» era el verbo de los tuiteros separatist­as: la consigna que condujo a Cataluña al precipicio.

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