Íllora se rebela ante la muerte de un joven de 19 años por la paliza de un miembro de un clan
▶ El autor de la agresión se entrega a la Guardia Civil tras el asalto a las casas de sus familiares
La pequeña localidad granadina de Íllora aún llora con rabia dos días después de la muerte de un joven de apenas 19 años. El funeral, celebrado ayer por la tarde, fue el final de 48 horas agónicas, donde la brutal paliza y la mortal agresión que sufrió Juan Trujillos Castro desembocó en un estallido social que a poco ha estado de irse de las manos. Todo comenzó alrededor de las siete menos cuarto de la mañana del pasado lunes, a la salida del recinto ferial del pueblo, donde se celebraban estos días las fiestas patronales. Antes, una pelea en una de las casetas había provocado varios heridos con la implicación de dos hermanos de un clan que lleva tiempo provocando una escalada de violencia en la localidad. Juan salía de la feria de la mano de su pareja, junto con unos amigos.
Ambos hermanos le increpan, aunque no es a él siquiera a quien están buscando. Finalmente, le atacan. Tras uno de los golpes, cae contra un bordillo. La paliza sigue, pero consigue zafarse. Camina apenas unos 20 metros sangrando herido hasta desmayarse. Será esa herida la que finalmente acabará con su vida ya de camino al hospital de Granada.
Esa cronología sencilla alteró rápidamente a los vecinos ya a esas horas de la madrugada. Tras el mortal altercado, los dos hermanos huyeron. Llegaron todos los efectivos de Policía, Guardia Civil y servicios sanitarios. Para Juan, pronto fue tarde. Y el pueblo de Íllora, harto por la gota que colmaba el vaso, salió a la calle.
El chico era muy querido en la localidad. Estudiante de Ciencias del Deporte en la Universidad de Almería, sano, deportista. Y bueno, según cuentan los propios vecinos. La madre es abogada y el padre, Andrés, forma parte del PP de la localidad-Todos los ingredientes para una injusticia tal que la indignación corroyera la sangre a quienes lo conocieron nada más conocerse la noticia. El alcalde de la localidad, Antonio Salazar, convocó rápidamente un pleno extraordinario en el Ayuntamiento. Se suspendían las fiestas y se decretaba el luto. Los vecinos, por su parte, convocaban una concentración a las puertas del Consistorio a las ocho de la tarde en repulsa de su muerte y anticipando una rabia expresa contra el clan asentado en el pueblo.
La concentración convocó a la práctica totalidad de Íllora. Los familiares de los agresores, huyeron antes de la cita. Sus casas ya estaban vacías y los principales sospechosos, huidos, aunque plenamente identificados por la Guardia Civil. La investigación, eso sí, aclaraba ayer el Teniente Coronel Javier Cerrato, jefe accidental de la Comandancia de la Guardia Civil en Granada, apuntó desde el principio a uno solo de los implicados, el que le propinó el golpe mortal.
Conmoción absoluta
Mientras seguían las pesquisas para encontrarlo, el ambiente en el pueblo era una conmoción absoluta. Las proclamas, desde la «Justicia para Juan» y la consigna de «asesinos» hasta las peticiones de «destierro» y de sacar al clan «fuera del pueblo». Del llanto se pasó a la querencia de un numeroso grupo por tomarse la justicia por su mano. La concentración derivó en manifestación camino de la vivienda de la familia ya huida. Allí, buena parte de los vecinos asaltaron las casas, destrozaron ventanas, forzaron puertas y cuatro coches allí abandonados por el clan, quedaron casi en las piezas. Todo cuanto se puso por delante ante la ausencia de habitantes fue arrasado.
A la mañana siguiente, el martes, todo quedaba como se dejó. La misma rabia, el mismo destrozo. Llegado el medio día, el principal sospechoso se entregaba en la comandancia de la Guardia Civil. En Granada capital, no en Íllora. A casi más de 40 minutos en coche del pueblo, donde la peligrosidad era patente.
En algo más de 24 horas, la muerte de Juan tenía un autor confeso. El que ya todo el pueblo conocía. La subdelegada del Gobierno en Granada, Inmaculada López Calahorro, como ya había hecho horas antes el propio alcalde, pedía «calma y sosiego» a los vecinos. «Confianza en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado».
Con el agresor ya en el calabozo y a la espera de tomar declaración judicial, el discurso de la subdelegada, junto al propio Teniente Coronel Javier Cerrato , intentaba poner sentido institucional a la barbarie comenzada tras la muerte del chico. «Entiendo la crispación y la indignación, pero lo sucedido ayer es un delito, que también «tienen su curso en la justicia». Cerrato insistía asimismo en que, aunque no se había detenido aún a nadie por los altercados, se procedería a la denuncia en las próximas horas de las personas ya identificadas.
Juan caminó apenas unos 20 metros sangrando herido hasta desmayarse y falleció ya de camino al hospital de Granada