Un historiador ilustrado
OBITUARIO Delfín Rodríguez (1956-2022) Un teórico e historiador crucial de la arquitectura, una disciplina un tanto ‘desatendida’ en los planes de enseñanza de Historia del Arte
NO es nada fácil recorrer la historia de la modernidad y las estéticas contemporáneas sin sentir desconcierto, temer al vértigo o terminar buscando el refugio del ‘tradicionalismo’. Pocos historiadores han mostrado una pasión moderna tan intensa como Delfín Rodríguez (nacido en Puertollano en 1956). Licenciado en Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid y doctorado por la UNED con una tesis sobre Pedro José Márquez y el debate arquitectónico a finales del siglo XVIII, este catedrático ha sido, sin duda, uno de los mejores profesores e investigadores de la universidad española. A comienzos de los años ochenta, gracias a una beca de la Accademia dei Lincei, pudo estudiar a fondo la obra de Bernini (de la mano del gran historiador Giulio Carlo Argan), al que dedicaría una extraordinaria exposición en el Museo del Prado. Nunca dejó de tener una especial querencia por la cultura italiana, así como una obsesión particular por la obra visionaria de Piranesi.
Delfín Rodríguez ha sido un teórico e historiador crucial de la arquitectura, una disciplina un tanto ‘desatendida’ en los planes de enseñanza de Historia del Arte. Sus investigaciones le llevaban de la Roma interminable a los rascacielos del Movimiento Moderno o la recuperación del ornamento en la posmodernidad, pero sobre todo destacan sus monografías sobre Sabatini o Ventura Rodríguez. Con veinticinco años escribió, junto al músico Alfredo Aracil, un librito sobre el siglo XX subtitulado ‘Entre la muerte del arte y el arte moderno’ (1982), que sigue siendo una lectura muy recomendable.
Fue miembro del Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de 1994 a 1997, años decisivos en los que el ‘Guernica’ realizó su ‘último viaje’ desde el Casón del Buen Retiro al hospital de Sabatini que, por fin, adquiría el porte de un gran museo. Delfín
Rodríguez recordaba la decisión que, con aquel patronato de profesores universitarios (entre los que estaban Bozal o Jarauta), tomaron la decisión de evitar que volvieran a estar junto al icono picassiano aquella pareja de guardias civiles que tan inquietante escena componían. A lo largo de los años, Delfín Rodríguez demostró que su vocación no podía quedar limitada a las aulas universitarias y, así, desempeñó durante más de dos décadas la tarea de vocal en la Junta del Círculo de Bellas Artes, al que calificaba, con exactitud completa, como «un laboratorio del pensamiento y la cultura contemporánea».
Impartió infinidad de cursos y dirigió congresos especializados, pero nunca dejó de tener una voluntad de intervención pública, algo que manifestó al escribir durante años crítica de arte en el suplemento cultural de ABC, especialmente de ‘exposiciones históricas’, desplegando siempre su enorme agudeza y rigor. También comisarió importantes exposiciones como ‘El color de las vanguardias’ (1995), ‘Las trazas de Juan de Herrera y sus seguidores’ (2001) o ‘Arquitecturas pintadas. Del Renacimiento al siglo XVIII’ (2011). Este infatigable historiador de ‘la casa de las metáforas’, estudioso del Grand Tour, nos deja con un sentimiento agudo de melancolía. No olvidaremos nunca su lucidez, esa pasión académica, su coraje crítico, la cordialidad de su trato, una elegancia moderna propia de una mentalidad ilustrada.