ABC (Andalucía)

El peso del verano, de la temporada y de la verdad

▶ Morante se mostró lastrado por su larga campaña, Talavante sigue fuera de juego y Fortes pagó con sangre

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Sevilla y Málaga. Málaga y Sevilla, esa eterna rivalidad que nunca termina y jamás decepciona. Cuando las aguas parecían calmadas, otra vez revueltas. Con sus ayuntamien­tos a la gresca. Ahora, por la Ley de Capitalida­d, que, en resumidas cuentas, es un régimen especial que solicitan los hispalense­s para recibir ‘privilegio­s’ como capital de la comunidad autónoma. Lance que recibe la réplica del regidor malagueño, tocando los costados.

Pero en esa secular competenci­a entre ambas capitales hay aspectos comunes y nexos de unión. Como en materia taurina, donde las dos se reivindica­n por el escrupulos­o cuidado de sus cosos taurinos. Aunque vaya por delante que la Maestranza es el gran templo del toreo, he de decir que pocas plazas se muestran tan trabajadas y adaptadas a nuestros tiempos como La Malagueta. Desde sus instalacio­nes hasta su servicio logístico. Y en la singular semejanza taurina entre ambas plazas también toma parte el toro, como rey del espectácul­o. Si Sevilla ha perdido su identidad, Málaga la ha rebasado. ¡Qué corridones de toros echan aquí! Todo a lo grande, como el que compra a granel.

Rápido comenzaría ese sonrojo ganadero (esperemos que existiera). Porque Rescoldío, que enfilaba los seis años y los seisciento­s kilos, era, cuando menos, motivo de bochorno. Tan pasado de peso como de época. Muestra inequívoca de que en El Grullo han perdido el norte. Y la categoría. ¿Quién se podía imaginar hace poco más de un lustro que esta divisa embarcaría este mazacote de carne? Más próximo al semental de limosín que al tipo de un toro bravo. Hubiese sido un buen toro en la primavera de 2021; al igual que hubiese sido un ejemplar ideal para exponerlo en la feria del ganado de Zafra. Un toro poco movido. Como criado en un cebadero,

Morante de la Puebla, a la verónica

entre el pesebre y el abrevadero. Sus problemas sanitarios rápidament­e se evidenciar­on: descoordin­ado en sus movimiento­s. Que llegó prácticame­nte parado al tercio de banderilla­s. Los tendidos se querían comer al palco, que hacía oídos sordos. Lo más destacado de Morante fue su retorno al amarillo en el reverso del capote. Que no trajo demasiada buena suerte. El verde quedaba, por esta vez, en su estrambóti­ca camisa. Y lo más sorprenden­te fue el inicio con la franela, apoyándose en la espada simulada. Como si le fuera a durar demasiado el animal. Concretame­nte, quince, de pitón a pitón. Compartió bronca con el presidente. Y si

gordo era el primero, desagradab­le era Ponderado, el cuarto. Agalgado, descarado. ¿Cómo serían los dos últimos para que se hubiera enlotado así? Tampoco trató de ponerse con éste. Y el público se lo recriminó. Tuvo un gesto feo, tocándose la oreja en medio de la revuelta. A Morante le pesa el verano.

Talavante, ido

Las dobladas iniciales de Alejandro Talavante serían premonitor­ias. De su faena, de su tarde, de su año. Buscando el pitón de fuera, buscando las distancias más lejanas. Con la cautela del hombre civil, ese que descubrió durante su retiro. Donde parece seguir sintiéndos­e, tan poco dispuesto al compromiso y al esfuerzo. Poco queda del que antes tiraba la moneda con la mano izquierda, la que hoy apenas usó. Tarda demasiado en descubrir a los toros, cuando los descubre. Las otroras virtudes son ahora constantes dificultad­es. Esperando que aparezca la tía Rosalía, esa que sale de higos a brevas. Entremedia­s sí logró un par de muletazos entonados con la diestra, cuando se armó de confianza. El resto de su tarde continuarí­a por el lastimoso mismo camino. A Talavante le está pesando el año.

La mayor ovación de ese segundo toro sería para Fortes, en un ajustado quite por chicuelina­s del que su percal resultó empapado en sangre. La que terminaría derramando ante el tercero, el toro de su vuelta a La Malagueta. Tras cuatro años de pandemia y lesiones. Tabacalero era más ‘lavado’ que sus hermanos. Y se movió más. Con rabia. Como en el capote, donde el malagueño trataba de imponer su verdad, pese a las oleadas del coloradito. Que se le vino como un tren en su inicio desde los medios. Después fue perdiendo fuelle, aunque Fortes tratara de ponerse una y otra vez; ajustándos­e con la diestra, tragando con la zurda. Hasta que le echó mano. Literalmen­te. La pezuña frenó sobre su cara, que lo dejó inconscien­te. Según el parte, «sufrió un traumatism­o craneoence­fálico con pérdida de conocimien­to y amnesia retrógrada, además de heridas en el maxilar y el labio». A Fortes le pesó su verdad.

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// EFE Saúl Jiménez Fortes quedó inerte en la arena después de sufrir una espeluznan­te cogida en el tercer toro
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// ARJONA

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