Por POR QUÉ LAS ABUELAS SON CLAVE EN LA EVOLUCIÓN HUMANA
No solo necesitamos a los mayores por su sabiduría ancestral sino por pura supervivencia. La ‘teoría de la abuela’ plantea que la menopausia, un fenómeno raro en otras especies, es una adaptación biológica de las mujeres ‘sapiens’, que son más decisivas p
Mariano y Mari Carmen apuran los últimos días de campamento con sus nietos, Oliver (5 años) y Zoe (18 meses), jugando a las cartas, la oca y a las tres en raya. Llevan todo el verano entretenidos gracias a las actividades que ha organizado la asociación de mayores Acumafu (Fuenlabrada) para que abuelos y niños disfruten juntos mientras sus padres trabajan: piscina, excursiones, bolos, batalla de globos de agua... Desde la organización son conscientes de que, si muchos abuelos-canguro son esenciales durante el curso, en verano se vuelven imprescindibles. «Nosotros estamos apuntados desde junio. Aquí vienen muchos mayores con sus nietos, la mayoría pequeños, aunque en agosto se han ido muchos de vacaciones», cuenta Mari Carmen mientras vigila que Zoe no se lleve a la boca ninguna de las fichas de los juegos de mesa. Esta segunda quincena, los pequeños se irán de vacaciones con sus padres y ellos aprovecharán para hacer lo propio, descansar.
«Nosotros estamos recién jubilados y no nos pesa cuidar de ellos. Es una alegría, un cariño muy diferente al que se le tiene a los hijos. Lo haces por lo bien que te encuentras con ellos», admite la mujer. «No tienes la misma responsabilidad que con los hijos», apunta su marido, mientras enseña al mayor, Oliver, un juego de memorizar cartas. A ninguno se les borra la sonrisa de la cara mientras están con los nietos. Y es que los beneficios de que mayores y pequeños pasen tiempo juntos (siempre que no se convierta en una carga) son más que conocidos: refuerza los vínculos familiares, mejora las funciones cognitivas y la autoestima de los mayores, disminuye el riesgo de desarrollar alzhéimer, previene el estrés y protege del aislamiento. De hecho, un estudio publicado en 2017 en la revista ‘Evolution and Human Behavior’ reveló que los abuelos que cuidan de sus nietos de forma ocasional alargan hasta cinco años su esperanza de vida.
Pero los abuelos no solo son piezas esenciales en los malabares que tienen que hacer las familias actuales para conciliar, sino que también han sido fundamentales para la supervivencia biológica de la especie humana. O al menos eso es lo que plantea la ‘teoría de la abuela’.
Una anomalía animal
«Una de las razones por las que nuestra especie es tan longeva más allá de su periodo reproductivo es porque esas mujeres mayores aportaban más al grupo dedicándose al cuidado compartido de sus nietos, de las crías del grupo, que teniendo más hijos. La diferencia entre tener o no una abuela puede suponer una diferencia de hasta un 40% en la mortalidad infantil», cuenta María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh). De este modo, la menopausia no sería simplemente un deterioro temprano del sistema reproductor femenino, sino una exitosa adaptación biológica para mejorar la supervivencia del grupo.
Así, tal y como planteó por primera vez el biólogo George C. Williams en 1957, desde un punto de vista evolutivo sería más interesante contar con mujeres en plenas capacidades físicas y mentales dedicadas a apoyar a sus hijas y no a tener ellas mismas más descendencia. La antropóloga Kristen Hawkes, de la Universidad de Utah (Estados Unidos), comprobó también, analizando el papel de las abuelas en los hadza de Tanzania, una sociedad cazadora recolectora, que su participación en la recogida de los alimentos y el cuidado de los pequeños permitía que las hembras jóvenes dedicasen más energía a los recién nacidos.
«Hoy asumimos la menopausia como algo normal y cotidiano, pero es en realidad un proceso biológico que afecta a muy pocos animales y por razones adaptativas diversas. De hecho, entre los primates solo a nosotros nos afecta de una manera
clara. En los chimpancés, por ejemplo, esta pérdida de óvulos es uniforme en el tiempo. El climaterio también se da en algunos tipos de ballenas, orcas y elefantes. En las orcas, por ejemplo, también se ha probado el efecto positivo en la supervivencia de las crías tener abuelas que no siguen procreando, pero los machos mueren mucho más jóvenes. En general, en otras especies, el envejecimiento afecta a todos los sistemas por igual, pero en el caso de los humanos el declive del sistema reproductor femenino –que va más allá de la pérdida de los óvulos– se produce antes que los demás. Después de la menopausia, que es independiente de la edad en la que se tiene la primera regla, aún nos queda prácticamente media vida», apunta esta paleoantropóloga.
En el ‘homo sapiens’, sostiene Martinón-Torrés, la menopausia suele darse entre los 42 y los 56 años. La edad media en la que las mujeres llegan al climaterio suele estar alrededor de los 50 años. Y, según esta experta, es independiente de la cultura o la localización geográfica. Según datos de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), en España la edad media de comienzo de la menopausia está en torno a los 51 años. «La selección natural favorece ese cese prematuro de la fertilidad. De ahí que este no se lea, según esta teoría, como un fallo, sino como una estrategia biológica de supervivencia», reflexiona esta experta, que cree que aún falta mucho que investigar sobre el climaterio.
Éxito grupal
Así, cuidando de sus nietos, apostando por la supervivencia de los hijos de sus hijos, las primeras abuelas ‘sapiens’ garantizaban que sus genes pervivían en el tiempo. Es la ley de la naturaleza. La reproducción, en el fondo, es el objetivo último de cualquier especie. «Además, ‘impedir’ que aquellas mujeres de edad más avanzada siguieran teniendo hijos es también un mecanismo de control natural, ya que limita mucho más el riesgo de que aparezcan mutaciones nocivas en esa descendencia», insiste la directora del Cenieh. «Ese solapamiento generacional, poder conocer a tus abuelas y abuelos, también genera una riqueza importantísima a nivel social y cultural, como reservorio de conocimiento adquirido a lo largo del tiempo. Los Australopithecus no tenían abuelas, apenas conocían a sus hijos. Aquí acompañamos a hijos y nietos en su crecimiento, y eso es fundamental y también está directamente relacionado con la supervivencia de una especie que es fundamentalmente social».
¿Pueden nuestros hábitos reproductivos actuales (envejecimiento generalizado de la población, caída de la natalidad, retraso en la edad en la que tenemos nuestro primer hijo...) influir en esta adaptación biológica? «Necesitaríamos muchísimo tiempo para poder ver esto en perspectiva. En cualquier caso, no tenemos que confundir la longevidad, la edad máxima que podemos alcanzar como especie y que sí ha cambiado a lo largo de la evolución, con la esperanza de vida al nacer, que eso sí tiene una relación directa con el país en el que nacemos, los recursos a los que tenemos acceso...», subraya Martinón-Torres.
En el fondo, insiste esta paleoantropóloga, esta ‘hipótesis de la abuela’ nos habla también de una de las características definitorias del ser humano: su sociabilidad. «Últimamente está de moda hablar mal del ‘homo sapiens’, decir que somos individualistas, malos por naturaleza. Cuando para mí, lo que verdaderamente define al ser humano, más allá de ser una especie inteligente, es que es prosocial. Por nuestra forma de organizarnos, todo lo que hacemos va a tener siempre un impacto positivo en el grupo. Nuestra vida es un acto constante de fe y confianza en los demás. A nuestras crías, que tienen además un periodo de crecimiento muy prolongado en comparación con otros animales, por ejemplo, no las cuida solo la familia nuclear. Ni siquiera solamente los abuelos o la familia extendida, sino que vivimos en grupos donde las tareas de cuidado son compartidas con personas a las que no nos unen lazos de parentesco: profesores, vecinos, canguros... Pero no solo en el ámbito de la crianza: comemos cosas que preparan desconocidos en un restaurante, cogemos medios de transporte que conducen otros, ponemos nuestra salud en manos de terceros». Somos tan ‘homo sapiens’ como ‘sociabilis’ y ‘abuelensis’.
Una ventaja decisiva
LA MENOPAUSIA NO DEBE ENTENDERSE COMO UN DETERIORO, SINO COMO UNA EXITOSA ESTRATEGIA BIOLÓGICA PARA MEJORAR LA SUPERVIVENCIA