El miedo de los barones al precedente del hundimiento socialista de 2011
▶ Hace una década, los territorios socialistas sufrieron un descalabro por el voto de castigo a Zapatero
Se atribuye a Mark Twain la frase de que la historia no se repite, pero rima. Llevase o no razón el célebre escritor norteamericano, lo cierto es que para el PSOE las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023 tienen, por varias razones, un claro paralelismo con idénticos comicios de 2011, doce años antes. Y no es precisamente un precedente halagüeño.
En aquella ocasión, como ahora, coincidieron el mismo año tres citas con las urnas: las municipales y autonómicas, que se celebran siempre el mismo día, y las generales. Y entonces como ahora el declive de un socialista en La Moncloa, como el que señalan las encuestas de los últimos meses con respecto a las expectativas electorales de Pedro Sánchez, se convierte en un serio palo en la rueda de otros gobernantes del mismo color políticos en niveles de gobernanza distintos. A algunos, como el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, no hay necesidad de explicárselo en demasiado detalle, dado que lo sufrió en carne propia. En 2011 perdió el poder en beneficio de José Antonio Monago, del Partido Popular (PP), aunque luego lo recuperaría en las siguientes elecciones de 2015.
No fue el único feudo tradicional que los socialistas vieron esfumarse, en una jornada electoral donde el PP se dio un baño de gloria, apenas preludio de la victoria por mayoría absoluta que a final de ese año obtuvo Mariano Rajoy. Y todo ello pese a que José Luis Rodríguez Zapatero, ante el declive de su figura política dada la fuerte crisis económica y su actitud ante la misma, había decidido anunciar antes de las municipales y autonómicas que no sería el candidato a la presidencia del Gobierno, dando paso a su entonces vicepresidente, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Pero su renuncia no impidió que, además de Extremadura, el PSOE perdiese la Junta de Castilla-La Mancha, que presidía José María Barreda, aunque el hoy presidente de esa comunidad, Emiliano García Page, logró resistir como alcalde de Toledo, lo que luego le permitiría dar el salto a la presidencia autonómica en 2015. En Aragón, el PSOE perdía también el Gobierno, que pasaba a presidir la expresidenta del Congreso por el PP, Luisa Fernanda Rudi. Y los socialistas fueron desalojados también de plazas importantes como Baleares y Cantabria.
A nivel municipal las cosas no le fueron mucho mejor. El PSC encajó una derrota histórica en Barcelona, que después de tres décadas de regidores socialistas pasó a tener un alcalde de la extinta CiU, Carlos Trias. Otra plaza señera, como Sevilla, cayó en manos del PP. El desastre fue de una magnitud sin precedentes, y eso que todavía, salvo UPyD que ya pujaba fuerte, no había irrumpido el fenómeno de la «nueva política» y PP y PSOE seguían dominando el tablero político.
El calendario, clave
Hace más de una década, y ahora vuelve a ocurrir lo mismo, el calendario electoral se antojaba un elemento clave en el devenir de los resultados. La cita municipal y autonómica de mayo de 2011 fue la primera en la que todos los españoles tuvieron una papeleta en la mano para sancionar, aunque no fuese en el nivel administrativo pertinente, la gestión de la crisis económica que estalló en 2008, cuando Zapatero revalidó su mandato. Y ahora es la primera vez que los ciudadanos de todas las provincias pueden utilizar su voto para, más allá de lo que se dirima en su territorio, expresar un voto de castigo hacia el partido en el Gobierno, después de cuatro años marcados por la pandemia y la gestión de la coalición con Unidas Podemos.
La historia, en el caso del PSOE, se repite (o rima) con otro precedente más remoto. En 1995 también hubo autonómicas y municipales, en un momento donde Felipe González resistía en La Moncloa cada vez más desgastado por los escándalos de corrupción que salpicaron a su Gobierno. Y los españoles, un año antes de otorgarle la confianza a José María Aznar para llegar al poder, castigaron a los gobernantes socialistas en comunidades y ayuntamientos, muchos de los cuales pasaron a manos del PP.
Ante el ciclo electoral que ya arrancó en las andaluzas del pasado 19-J, con un batacazo socialista importante, hay alguna incógnita sobre el calendario. La primera afecta a un barón socialista, el valenciano Ximo Puig. Las elecciones en la Comunidad Valenciana se celebraron el 28 de abril de 2019, coincidiendo con las generales, aunque al contrario que estas no se repitieron. Por ello, podrían tener lugar justo antes que la cita de mayo o la vez. Y no se apagan las especulaciones sobre un ‘superdomingo’ electoral, si Sánchez decidiese adelantar las generales y hacerlas coincidir con las municipales y autonómicas. Pero el presidente mantiene su compromiso de que sean en noviembre o diciembre, y la presidencia rotatoria de la Unión Europea (UE) en el segundo semestre del año que viene no augura que vaya a cambiar de intención.
Cunde el temor a que el declive de Sánchez en las encuestas pueda traducirse en la pérdida de gobiernos municipales y autonómicos
Los presidentes y alcaldes socialistas ya fueron víctimas del castigo a gobiernos nacionales del PSOE en 1995