Putin agranda su círculo de apoyos frente a Occidente
Ante la prolongación de la guerra en Ucrania, que cumple seis meses, países de África, Asia y América priorizan sus vínculos comerciales, energéticos y de seguridad con Moscú
Para muchos gobiernos del mundo la principal interacción con Moscú radica en el negocio armamentístico
Vladímir Putin no ha hecho nuevos amigos desde el 24 de febrero, pero ha logrado que algunos que pusieron mala cara por la invasión de Ucrania hayan vuelto poco a poco a estrecharle sin rubor la mano, incluso efusivamente. Presentando las sanciones contra Rusia como una ‘cruzada’ de Occidente, a cuyo juego el llamado Sur Global no debería prestarse, Putin ha ido revertiendo la marea internacional en su contra a medida que la guerra ya no es novedad y los países no especialmente involucrados en el conflicto deben priorizar sus propias necesidades.
Así, en los seis meses de guerra, la relación comercial entre Rusia y China se ha multiplicado, el Kremlin ha estrechado sus intereses con Ankara y con Teherán, la posición rusa ha encontrado eco en varios países latinoamericanos, mientras que en África se extiende la presencia de la milicia Wagner, en una pinza por el flanco sur que inquieta a la seguridad de la Unión Europea, donde empiezan a verse fisuras en la respuesta a Putin.
En la confrontación de Estados Unidos y Europa con Rusia, el otro gran elemento de la ecuación es China. Sin enfrentarse abiertamente a Occidente, Xi Jinping ha procurado ayudar a Putin. De momento China se ha atenido a las sanciones financieras impuestas contra Rusia, pero la está auxiliando económicamente. En los últimos siete meses, las exportaciones rusas a ese país han aumentado un 49% (parte de lo que Rusia no puede vender a Europa), a la espera de un mayor vuelco derivado de cualquier futura redirección del flujo del gas hacia Asia. Esa tabla de salvación de Putin, en realidad, tiene mucho de yugo: de verse como dos superpotencias a la par, Rusia queda ya como el socio menor de la entente; eso se refleja en el pago en renminbis y no en rublos, y en los términos favorables con los que Pekín negocia cada acuerdo. Hasta ahora China no ha entregado material militar a Rusia, a pesar del desgaste en armamento que los rusos están sufriendo, pero sí lo ha hecho Irán. Algunos medios internacionales han indicado que el régimen iraní ha enviado ocasionalmente municiones y equipos, al menos a través de milicias chiís en Irak. Oficiales rusos, además, han estado en Irán interesándose por los drones Shahed 191 y Shahed 129, con el fin de compensar la desventaja que las tropas rusas sufren en ese terreno. En una historia de relación compleja y a menudo enfrentada, los intereses de Moscú y Teherán han convergido ahora ante las sanciones que ambos países sufren.
Otros apoyos
Turquía es quizás el actor más peculiar. A pesar de ser miembro de la OTAN, y estar firmemente en contra de la invasión de Ucrania, Turquía parece interesada en adoptar un papel de equidistancia. No se ha sumado a las sanciones de la UE, pero ha impedido el acceso al mar Negro de barcos de guerra rusos, al tiempo que vende a Kiev drones de tecnología propia que están demostrando ser especialmente eficaces en diezmar las tropas rusas (de ahí que Moscú busque la ayuda de drones iraníes). Recep Tayyip Erdogan se ha reunido ya varias veces con Putin, aspirando a un rol de mediador que no llega a concretarse y que en ocasiones el presidente turco parece jugar demasiado fuerte (hizo esperar un minuto de pie a Putin antes de salir a su encuentro en Ankara, devolviéndole un desaire similar previo), pues Turquía tiene menos poder de apalancamiento sobre Rusia que China, ya que necesita su turismo, energía y mercado, así como su colaboración en Siria para combatir a los kurdos e impedir una nueva avalancha de refugiados.
Pero al margen del juego de las principales potencias, es llamativo el número de países que simpatizan con Putin a pesar de lo execrable de la agresión injustificada contra Ucrania. El momento más bajo para Moscú fue la votación en la Asamblea General de Naciones Unidas del 3 de marzo. La resolución que condenaba la invasión y pedía la retirada de las tropas rusas, así como la anulación del reconocimiento de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk, tuvo 141 votos a favor; con todo, hubo 52 países (el 27% del total de miembros de la ONU) que no apoyaron la iniciativa: cinco votaron en contra (Rusia, Bielorrusia, Siria, Eritrea y Corea del Norte), 35 se abstuvieron (diversas naciones de África y algunas de Latinoamérica, además de India y Pakistán) y 12 se ausentaron (entre ellos Venezuela y Marruecos). Al mes siguiente, en abril, Moscú recuperó algo de terreno con el apoyo directo o indirecto de 82 países en la votación de expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (24 votaron en contra y 58 se abstuvieron, frente a los 93 que aprobaron la iniciativa occidental).
Territorios exsoviéticos
A lo largo de este medio año, Putin no solo ha conservado los apoyos ahí cosechados, sino que incluso algunos países que criticaron la agresión luego se han mostrado comprensivos con Rusia, como México, Brasil y Argentina. O no han querido cerrar filas con Estados Unidos, como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, reticentes a aumentar la producción petrolera para compensar el boicot occidental a los hidrocarburos rusos.
Además, Putin ha sido recibido en foros internacionales, como el de las cinco repúblicas centroasiáticas que formaron parte de la URSS (las cuales aprobaron en ese encuentro una resolución sobre la inviolabilidad de las fronteras: siguen teniendo una gran dependencia de Rusia, pero a la vez temen ser tratadas como Ucrania). Entre los países exsoviéticos, el más plegado al Kremlin es Bielorrusia, que ha prestado su territorio para agredir a Ucrania, seguida de Armenia.
Si el interés de la mayor parte de esas repúblicas de la órbita rusa tiene que ver con la energía y con las importantes remesas de sus emigrantes en Rusia, para muchos otros gobiernos del mundo la principal interacción con Moscú radica en el negocio armamentístico y los acuerdos de colaboración militar, así como, en ciertos casos, en el comercio de cereales y fertilizantes.
En un reciente discurso, Putin ofreció armamento y entrenamiento a sus ‘aliados’ de América Latina, Asia y África. Rusia es el segundo exportador de armas, después de EE.UU., con una cuota en el mercado global del 20% y unos ingresos anuales de 15.000 millones de dólares. Sus principales compradores son India, China, Argelia,