ABC (Andalucía)

La Vuelta es el Tour en los Países Bajos

▶ Bennett gana ante una multitud de seguidores en las carreteras. Caída de Valverde

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Decía Bernardo Ruiz (97 años), el primer español en subir al podio del Tour (1952), que en la carrera francesa es imposible perderse porque basta con seguir la columna de aficionado­s que se agolpan sobre las cunetas. La devoción por el ciclismo en Francia es comparable a la religión que en los Países Bajos representa la bicicleta. Para reconquist­ar la esencia de su deporte, la Vuelta ha regresado a Holanda, donde ya estuvo en 2009. Una multitud de seguidores entre Hertogenbo­sch y Útrecht formó la hilera humana de la que habló un día en ABC Bernardo Ruiz. «Tenías dificultad­es para encontrar diez metros libres y parar a mear», reconoce Mikel Azparren, uno de los escapados del día. Éxito de público en una etapa anodina y llana, imposible encontrar montañas en Holanda, resuelta al esprint por un viejo conocido de las llegadas que cotizaba a la baja, el irlandés Sam Bennett. Mike Teunissen, otro compañero de Roglic, es el nuevo líder después de una llegada en la que Valverde acabó en el suelo.

No hay montañas en los Países Bajos, solo colinas esparcidas por Valkenburg y Maastricht que alimentan la clásica de la cerveza, Amstel Gold Race. Un país por debajo del nivel del mar en un tercio de su territorio. Nación plana cuyo punto más elevado son los 300 metros del monte de Vaalserber­g, en la frontera con Bélgica.

Una superficie adversa para los intereses de la Vuelta, cuyo escenario natural son las rampas, las cuestas, los altos, los picos, los puertos o cualquier sucedáneo orográfico que tenga algún pliegue intenso en el terreno.

Javier Guillén, el director de la Vuelta, vive de las estadístic­as, emplea los datos en tomar decisiones. Y las audiencias le garantizan que en España gustan las cumbres, carreteras angostas hacia el cielo. La planicie de Holanda es la antítesis, pero la imagen que rezuma la carrera a su paso es un paraíso. 260.000 personas en la primera etapa en 23 kilómetros, según la organizaci­ón. Mucha más gente en la segunda jornada. Espectácul­o de público.

La carrera amanece con una escapada previsible, fuga de los tres equipos españoles invitados a la Vuelta, Burgos-BH (Bol), Azparren (Euskaltel) y Kern Pharma (Pau Miquel). Un marcaje que se reproducir­á en las próximas tres semanas, la tensión de los modestos por la superviven­cia y los minutos de publicidad.

El día se vuelve extraño con la aportación del Alpecin, el equipo siempre protagonis­ta que no tiene al fenómeno Van der Poel, pero sí al velocista Tim Merlier. A 100 kilómetros de meta cancela la fuga de los tres españoles y sus acompañant­es. Prisas. Nervios. Otro motivo para digerir la etapa plomiza y dejarse seducir por la visión de la hilera de público de Bernardo Ruiz.

Luis Ángel Maté inicia su campaña de reforestac­ión de la Sierra Bermeja, víctima de incendios. Plantará un árbol por cada kilómetro escapado. Ayer sumó más de 20 arbustos. El belga De Tier se gana el sueldo, todo el día tirando. Nadie escapa a su vigilancia.

El pelotón penetra en un aeródromo con su sprint especial que gana un campeón del mundo, Mads Pedersen. Llegan las caídas, inevitable­s, un Movistar (Muhlberger), Poels, Pau Miquel y en la meta, Alejandro Valverde. «No es nada. Se han caído delante y no lo he podido evitar; he frenado, pero aun así he caído. Parece que estoy bien», lamenta el ciclista más aclamado en este viaje masivo por Holanda.

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// SPRINT CYCLING Una multitud de aficionado­s, al paso de los ciclistas por los Países Bajos
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