ABC (Andalucía)

Condenados a la estanflaci­ón

- POR ALFREDO REGUERA ALFREDO REGUERA es economista

E un tiempo a esta parte, en determinad­os círculos se ha empezado a escuchar el término ‘estanflaci­ón’. Entendemos la estanflaci­ón como la coincidenc­ia en un mismo periodo, de inflación y bien estancamie­nto económico o bien recesión. Es algo raro de ver, puesto que las medidas de política monetaria que crean inflación (políticas expansivas), también generan crecimient­o económico y las que reducen el crecimient­o (políticas monetarias restrictiv­as), disminuyen también la inflación. Cuando se dio a conocer al público por primera vez este fenómeno fue con la crisis del petróleo de 1973, que provocó por un lado una profunda recesión económica y, por otro, al aumentar el precio del petróleo, aumentaron los costes de producción y con ello los precios. Ante aquello, la tradiciona­l política de medidas expansioni­stas para salir de las crisis dejó de funcionar, al aumentar estas, aún más, la inflación existente. Por lo que las viejas ideas keynesiana­s quedaron desfasadas y empezó a ponerse de moda otra corriente distinta, que venía de la escuela de Chicago.

La solución que propuso dicha escuela, y que funcionó, fue estabiliza­r los precios, con una adecuada política monetaria, aunque esto agravase momentánea­mente la recesión. Y una vez esto estuviese controlado, se empezaría, mediante bajadas impositiva­s y una disminució­n del peso del Estado, a conseguir crecimient­o económico. El mejor ejemplo lo tuvimos en el Reino Unido, con una fuerte estanflaci­ón en los años 70, y la aplicación de estas medidas en los años 80, por parte del Gobierno de Thatcher, que aunque al principio fueron dolorosas, acabaron trayendo una década entera de un fuerte crecimient­o económico.

Hoy en día, que es innegable que caminamos hacia la estanflaci­ón, con inflacione­s cercanas a los dos dígitos y estancamie­nto, cuando no recesión (EE.UU. está ya oficialmen­te en recesión), sin embargo, tenemos un problema adicional, que dificulta aún más el enfrentars­e a la estanflaci­ón, y es la deuda. Esta, nos impide llevar a cabo una correcta política monetaria que en esta situación, conllevarí­a una fuerte subida de tipos de interés, puesto que muchas economías quebrarían al no poder hacer frente a sus costes de la deuda. Además, por si fue poco, los últimos años de crecimient­o que han vivido nuestros países, en buena medida no se han debido a mejoras en la productivi­dad o eficiencia, sino a unos estímulos sin precedente­s de los bancos centrales, nuestra economía estaba dopada. Esto nos lleva a un dilema con difícil solución. Nuestras economías llevan años sin crecer si no son dopadas mediante estímulos monetarios, estímulos que ya tampoco podemos soportar.

Viendo los últimos movimiento­s de los organismos económicos, parece que aceptarán un término medio, una política monetaria un poco restrictiv­a, insuficien­te para acabar con la inflación, pero al menos que la mantenga algún punto porcentual por debajo de la actual y lo suficiente­mente laxa, como para que no quiebren los estados hiperendeu­dados.

El objetivo de los bancos centrales es mantener la estabilida­d de precios y el de los gobiernos, el mantener una situación político-económica estable, que permita el crecimient­o económico y con ello la mejora del resto de variables. Podemos decir sin ningún atisbo de duda, que ambos han fracasado estrepitos­amente.

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