El cinexín de Sanna
Un baile fuera de sitio no sólo puede resultar un error, sino una horterada
LO que pasa con Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia, es que se echó a bailar a destiempo. Quiero decir que en la fiesta bulliciosa, en la que se hicieron un cinexín de recuerdo, ella y los revueltos amigos, sobra el baile o bien sobra el cinexín. Los documentales de los horarios privados, o íntimos, debieran quedar ahí, y no ilustrar enseguida al mundo sobre los repentes de gogó de una política. Pero ahora se practica el escaparatismo, y no la hemeroteca. Naturalmente, hay en ese vídeo un desliz de imagen, porque funciona más un mandatario, o mandataria, leyendo a Churchil que montando aspavientos mientras suena Motorhead. Y hay en esto algo de claro anclaje atávico, que aconseja preservar la estampa, forzando aquel tópico de las virtudes públicas y los vicios privados. Pero resulta que Sanna sólo se alegró de varias copas, y le pilló lujuria a la coreografía, que es una cosa que nunca va a ningún sitio, salvo que te la lleves volando a otro sitio con el móvil, obviamente, según tontuna de estas épocas, donde uno es multitud de tiktok.
Un baile fuera de sitio no sólo puede resultar un error, sino una horterada. Igual también es el caso. Pero a uno no le parece mal que Sanna se derroche en unos bailes, mientras prospera o no prospera la voluntad de Finlandia de entrar en la OTAN, junto a Suecia. Porque esta coreografía, con disgusto previsible del Kremlin, sí pudiera tener consecuencias de relieve, y no tanto el rato videoclip de una chica de ojos claros y corazón contento, que ha pillado el relajo y no va despachando entre ministros. El peatonaje, así a bulto, está con ella, en su país y fuera, porque no oculta afanes de mujer casi milenial, y lleva desabrochado el espíritu de treinteañera, cuando se mueve con cargo, y luego, porque «la mujer tiene noches de capitán», según alarde de Neruda, que para Finlandia también nos vale. Ella ya ha dicho que sí a un test antidoping. Aunque el test, no sólo de antidoping, debieran cumplirlo los zánganos que publicitaron el cinexín de aquella noche, esa tribu de loquitos, tan de moda, que te preparan para Instagram un nodo de cualquier efervescencia.