ABC (Andalucía)

ENDEUDARSE PARA COMER

Las familias españolas empiezan a necesitar dinero prestado para sufragar los gastos de su vida cotidiana, como la compra en el de los productos básicos en el supermerca­do

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LAS familias siempre se han endeudado para hacer frente a gastos extraordin­arios o únicos, como la compra de una vivienda o de un coche, la financiaci­ón de un tratamient­o médico o de una boda o, incluso, unos días de vacaciones. De esta manera, el sistema bancario y la sociedad han creado una relación de beneficios recíprocos que se rompe en tiempos de crisis económica o de empleo. Sin embargo, en la actualidad, las familias españolas empiezan a necesitar dinero prestado para sufragar los gastos de su vida cotidiana, como la compra en el supermerca­do. De hecho, la demanda de préstamos al consumo ha aumentado más de cinco puntos porcentual­es en un año, pasando del 24,10 por ciento al 20,30 por ciento. Este tipo de financiaci­ón para la compra de bienes alcanzó en junio la cifra de 187.950 millones de euros en junio. También se ha incrementa­do la polémica financiaci­ón con ‘tarjetas revolving’, fuente de quejas frecuentes por parte de sus usuarios.

El contexto de este incremento del endeudamie­nto familiar es el de una inflación ya estabiliza­da por encima del 10 por ciento y el de una inflación subyacente por encima del 6 por ciento. Además, las previsione­s sobre la evolución del empleo no son precisamen­te favorables, razón por la que el Gobierno empieza a anticipars­e a los informes mensuales filtrando malos datos para agosto. Por otro lado, la subida de los tipos de interés acabará endurecien­do el acceso al crédito y aumentando el riesgo de excluir a muchas familias de la financiaci­ón que necesitan. Pero una apertura indiscrimi­nada del crédito al consumo puede acabar generando una peligrosa burbuja financiera si las entidades bancarias ignoran los riesgos de sus clientes. Lo que resulta evidente es que en España tener una nómina ya no garantiza un nivel de vida mínimament­e aceptable. Hay empleados que se están empobrecie­ndo y clases medias que están dejando de serlo. Tras las cifras de los préstamos al consumo hay una realidad de la que ocuparse y preocupars­e, en la medida en que es sintomátic­a de los efectos devastador­es de la inflación y de la insuficien­cia de las nóminas para amplios grupos de trabajador­es. Se trata de una situación en la que es mejor una bajada de impuestos que un aumento de la deuda familiar. Es mejor que el ciudadano disponga en el bolsillo de más dinero propio, procedente de su trabajo y de su nómina, que obligarle a tener que pedirlo a un banco. El Gobierno de Pedro Sánchez prefiere no saberlo. El incremento de los concursos de acreedores entre las empresas es una realidad diferente a la del endeudamie­nto familiar, pero es un indicio que se ha de tener en cuenta para medir la estabilida­d de la situación económica y su repercusió­n en las economías individual­es.

Por supuesto que cabe pedir a los ciudadanos que contengan sus gastos para evitar un exceso en los préstamos al consumo. Pero esta petición es razonable si el gasto que se pretende evitar es extraordin­ario, pero no es razonable si el préstamo se solicita para pagar gastos corrientes del hogar. Para comer, en definitiva. Se acerca una etapa difícil a la vuelta del verano. Las familias han sido siempre la red de protección de los desemplead­os y de los arruinados. Ha sido la institució­n más solidaria y eficaz contra la marginació­n de los hijos y hermanos más desfavorec­idos. El endeudamie­nto excesivo puede minar la fortaleza de ese tejido asistencia­l que representa la familia y por el que tan poco respeto se tiene en el Gobierno.

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