La desigualdad empaña el crecimiento de la India
Tras el brutal impacto de la pandemia, el otro gigante emergente de Asia vuelve a ser la economía de mayor crecimiento, pero cientos de millones de personas siguen aún en la pobreza
Con las manos y las piernas dobladas hacia atrás por la polio, una joven se arrastra de rodillas entre la multitud llevando sobre su espalda a su bebé, que se engancha a su cuello mientras ella empuja sobre el rugoso asfalto una esterilla con el puñado de rupias que ha mendigado hoy. Entre las vacas, un santón barbudo con melena canosa y un cigarrillo pendiendo de los labios revela sus dedos corroídos por las llagas cuando extiende las manos suplicando unas monedas. Por desgracia, esta miseria casi medieval sigue siendo una de las postales más frecuentes de la India de hoy, que ha cumplido sus 75 años de independencia del imperio británico.
Con unos 1.400 millones de habitantes, pronto superará a China como el país más poblado del mundo, es el otro gigante emergente de Asia, pero su desarrollo está todavía muy por detrás. Tras el brutal impacto de la pandemia, que se ha cobrado más de cinco millones de vidas y hundió la economía un 7,3 por ciento en el ejercicio 2020-2021, la India vuelve a ser el país de más rápido crecimiento. Con la vuelta a la normalidad gracias a los 2.100 millones de vacunas administradas, para este año fiscal se espera que su Producto Interior Bruto (PIB) suba entre un 7 y 7,5 por ciento, el doble que la economía mundial.
Desde la profunda reurbanización de Nueva Delhi, sobre todo en la avenida que discurre entre la Puerta de la India y los andamios del nuevo Parlamento, hasta las autopistas en construcción en el “Silicon Valley” de Bangalore, así se aprecia en las obras por doquier que tienen levantado el país. Ubicado al suroeste de Delhi, el barrio adinerado de Vasant Kunj no solo acoge la sede de Suzuki Maruti y un centro de investigación de IBM, sino también los centros comerciales Ambience, Promenade y Emporio. Mientras los dos primeros están plagados de marcas para satisfacer los gustos de la emergente clase media urbana, desde la ropa de Zara, Levi´s y Uniqlo hasta los cafés de Starbucks y la pasta italiana de Pizza Express, el último alberga casi un centenar de firmas de lujo como Dior, Louis Vuitton, Gucci, Valentino o Versace y, por supuesto, las joyerías y tiendas de relojes más caras. Repantingadas en los sillones de su atrio, un grupo de maduras cuyas carnes rebosan de sus saris de colores da buena cuenta de los dulces del Café E con vistas a dos Porsche Cayenne en exposición.
Con el aire acondicionado aliviando el calor y el piano del hilo musical susurrando en los oídos, el ambiente no podía ser más distinto al griterío sudoroso del bazar de Chandni Chowk en la Vieja Delhi y sus estridentes atascos. Así de chocantes son los contrastes de la India, que pugna por ser la quinta economía mundial y entre 2030 y 2035 será la tercera, solo por detrás de otro binomio, Estados Unidos y China, cuyo orden todavía está por decidir.
Pobreza extrema
Mientras Occidente deja paso a Oriente en este siglo, un 10,4 por ciento de la población india vive aún bajo el umbral de la pobreza extrema. A tenor del Banco Mundial, que fija dicho límite en 1,9 dólares, en 2018 eran unos 130 millones de indios, la mitad que en 2011. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces y del crecimiento económico y de población de la India, bastantes economistas creen que la pobreza está en torno al 22 por ciento, entre otros motivos por la dificultad para medir las descomunales dimensiones de la India. De hecho, entre 2017 y 2018 hubo otro estudio sobre el gasto y el consumo, pero no se publicaron los datos porque, según unos, la pobreza había aumentado en 30 millones de personas en las zonas rurales y, según otros, los datos «no eran los correctos». Lo que no sabe es si eso quiere decir que eran «erróneos» o «adversos». Curiosamente, hay otro baremo que mide la pobreza en menos de 2.100 calorías diarias en zonas urbanas y 2.400 en las rurales, pero no tiene en cuenta otras condiciones de vida.
Más difícil de calcular aún es la clase media surgida al amparo del creci
miento explosivo desde la liberalización de la economía en 1991. Para algunos, pertenecen a la clase media todos aquellos que no forman parte de los 200 millones de pobres ni de los 100 millones de ricos: es decir, entre 800 y 900 millones de personas. Pero, de ellos, unos 650 millones no ganarían más de 3,2 dólares al día, lo que no es miseria extrema pero sí pobreza. Como una clase media propiamente dicha, pero que empieza a partir de solo 400 euros mensuales o de tener coche, se calcula que hay entre 150 y 300 millones de personas, de los que 24 millones son funcionarios del Gobierno.
Además, el 20 por ciento más potentado acumula casi el 80 por ciento de la riqueza nacional y el 40 por ciento más pobre apenas llega al 5 por ciento. Estas desigualdades, que se han agrandado desde 2011, son también regionales, ya que casi la mitad del PIB nacional se genera en los cinco estados más industriales: Maharashtra, Uttar Pradesh, Tamil Nadu, Karnataka y Gujarat.
«La liberalización acometida en 1991 ha potenciado la competitividad y productividad, pero muchos sectores no se han beneficiado, gran parte de la población vive aún de la agricultura y la mayoría de la economía sigue siendo informal», valora para ABC Radhika Pandey, consejera del Instituto Nacional de Finanzas Públicas y Política. A su juicio, «el mayor éxito del actual Gobierno es que las subvenciones van directamente a las clases necesitadas si tienen una cuenta bancaria y un móvil, acabando con los intermediarios y pérdidas de dinero que había antes». Además, el primer ministro Modi «ha dado un gran impulso a las infraestructuras para potenciar la economía», como demuestra el plan de inversiones de 1,4 billones de dólares entre 2019 y 2024. Junto a las infraestructuras, que siguen siendo la asignatura pendiente de la India, otra de sus desventajas con respecto a China es que sigue sin captar tanta inversión extranjera ni privada porque hay más trabas legales. Tras la primera fase de reformas centrada en los productos, Pandey cree que la siguiente debe basarse en los factores de la producción, como el capital y el trabajo.
Además de acabar con la pobreza y elevar el PIB per cápita, que ahora es de solo 2.200 dólares, el reto es reducir el paro, que está en torno al 8 por ciento, y crear 12 millones de empleos al año. Para el analista Guruswamy Mohan, el problema es que «el sistema laboral es muy estricto y necesita más flexibilidad para ser competitivo y atraer a más marcas extranjeras. Como la ley obliga a hacer fijo a un empleado que trabaje más de 270 días seguidos en una compañía, hasta grandes firmas como Maruti Suzuki tiran de jornaleros porque son más baratos y productivos. De los 460 millones de trabajadores que hay en el país, 400 millones son temporales y el 90 por ciento de la economía es informal».
A pesar de todos estos retos y del consenso generalizado sobre el aumento de las desigualdades, el periodista financiero Pramit Bhattacharya, columnista de ‘Mint’, no duda en afirmar que «el principal logro de la India en estos 75 años es su mera supervivencia como una sola entidad y, además, democrática, lo que es contemplado por Latinoamérica e incluso por Europa». Pero, eso sí, los desafíos que tiene para el futuro son tan gigantescos como sus desigualdades.
Muchos sectores de la población no se han beneficiado de la liberalización económica acometida en 1991