ABC (Andalucía)

Que cante Rosalía

Los argentinos llamaban al día de pago ‘el día que canta Gardel’; aquí la inflación lo hace cantar cada vez más tarde

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

HACE casi un año, publicamos con Silvia Nieto un largo reportaje sobre un flagelo que volvía a salir del armario de los monstruos económicos: la inflación. ‘El regreso de la inflación: un nuevo factor de estrés y conflictiv­idad social’ fue el título que le dimos, aunque en ese momento no estaba claro ni que fuera un flagelo –las nuevas generacion­es no conocían este mal y no estaban vacunadas– ni que estuviera volviendo con tanta fuerza como para alterar la vida social como se ve hoy en los diarios. Ahora, cuando la variación anual del IPC está en el 10,8% en julio y se confirma una constante histórica (que los precios en España siempre suben más que en el resto de Europa porque nuestros mercados son más imperfecto­s), ese reportaje me parece que apuntó a las cuestiones clave que hay que tener presentes.

Primero, usted se habrá dado cuenta de que empieza a invertir más tiempo en analizar los precios de los bienes que adquiere que el que le dedicaba antes. Esa es una de las primeras consecuenc­ias de la inflación: la pérdida de tiempo. Quizá su poder adquisitiv­o haga que ese tiempo sea solo un instante (¿lo necesito de verdad?), o unos minutos (este sucedáneo es más barato que este producto original) o quizá sea perentorio (este mes, no).

No se olvide de que, como dice el refrán, «el tiempo es oro». Todo este lapso que está invirtiend­o en determinar el precio que más le conviene es un coste en el que no incurría en el pasado reciente cuando la inflación le parecía irrelevant­e.

Además, se habrá percatado de que el pago aplazado con cuotas fijas, aunque solo sean tres meses, le conviene (dentro de unos límites) y de que anticipar su consumo le beneficia en ciertas circunstan­cias (pagará a precio de hoy lo que consumirá dentro de uno o dos meses y que entonces costará más), aunque todavía le quede en la despensa algo del papel higiénico de la pandemia. Pero, ojo, si se lleva hoy seis paquetes de café, aunque solo consuma dos al mes, le está mandando una señal equivocada a la cadena de suministro que creerá que la demanda ha aumentado y provocando un efecto látigo que tendrá consecuenc­ias.

Segundo, ya habrá sentido el estrés. Se manifiesta con aquella famosa cuestión de «no llego a fin de mes», que antes solo se hacía una parte menor de la sociedad española. Ahora, esta cuestión se la plantea un porcentaje cada vez más grande. Al día de pago, los argentinos le llamaban ‘el día en que Gardel cantaba’. Con su famosa hiperinfla­ción, Gardel llegó a cantar matiné, vermut y noche, todos los días. En España, Gardel (o Rosalía) cantan cada vez más tarde porque la nómina se agota el día 25 de cada mes. Si esta situación se enquista y si la inflación no empieza a ceder como ha ocurrido este mes en EE.UU., este estrés se acabará transforma­ndo en conflictiv­idad social: usted presionará para que le suban el sueldo aunque los sindicatos digan que «ni ‘flowers’». Ya lo verá.

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